Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

martes, 31 de mayo de 2016

La Opinión de Javier Pipó.


La Azotea


Al Profesor Pérez Alcalá, Rector de la Universidad Loyola, de la Compañía de Jesús, con sede en Córdoba y Sevilla, que ojalá sea el revulsivo para Andalucía, como Deusto lo fue en su día para el Pais Vasco 

EL ABURRIMIENTO NACIONAL
31 de mayo 2016


     Decía hace pocos días el muy ilustre Rector de la "Loyola", quizá el más lúcido comentarista de los que escriben en Diario "Córdoba", mi admirado paisano Profesor Pérez Alcalá, que la política española bajo la apariencia de cambio y dinamismo es increíblemente repetitiva. En España tenemos una política aburrida, concluía.

        NO debería discrepar de tan sabio maestro, pero sí tratar de sondear su análisis en busca de algo más allá de lo que pone de manifiesto en tan incisiva opinión y encontrar lo que de acierto cierto pueda contener su mensaje. Desde luego, con él, no encuentro nada nuevo en el mundo de las ideas políticas de nuestros dirigentes porque sin duda, aún utilizando el lenguaje y gestos propios del siglo XXI, cubren sus miserias intelectuales de llamativos y grandes agujeros negros con ideologías del siglo XIX.

     A tienen los desenvueltos, decididos y peligrosos podemitas, arrastrando los pesados fardos del  marxismo leninismo, que actualizan con toques deplorables de estalinismo y detalles más propios del culto a la personalidad del peor maoísmo. Eso sí, para hacerlo más cercano a ese gentío insaciable que se siente más realizado en un pasado de resentimiento, revancha y cadenas que en el avance hacia un futuro de progreso y libertad, se presentan bajo el cobertor cutre y populista del chandal bolivariano o del zarrapastroso descamisado peronista. Unas joyas. Pero no se pierdan a sus primos cercanos del socialismo del cambio. El de Zapasanchez, que trata de regurgitar la deriva marxista, tercermundista y autoritaria de ZP; el tipo tan suave como perverso que zanjó de una rebanada la necesidad de un socialismo democrático de corte europeo al que aspiraba Felipe González, comprometido en el nuevo Juramento de Santa Gadea, allá por el Suresnes de 1974. Un socialismo fundido con la libertad y el progreso, el constitucionalismo y la Nación. Con Sanchez el acercamiento al revolucionarismo podemita está asegurado. Su apariencia de modelo robertoverino esconde un político receloso, inestable, impredecible, inseguro y de poco fiar. Un aprendiz de brujo, bueno brujito como Mickey Mouse, pero suficiente para romper en dos la escoba embrujada de la socialdemocracia española.


       Y con los populares, pues emperezo divagar sobre su naturaleza ideológica que es tanto como caminar campo a través en noche sin luna. Porque me pierdo entre su liberalismo doctrinario a lo Cánovas- no sé si lo suyo era restaurar o regenerar - y si lo acumulado tiene algo que ver con las travesuras insoportables de Montoro, la desenvoltura incoherente de Soraya o la tibieza cobardona de Rajoy. El resultado llevaría a la conclusión de un liberalismo de ocasión embadurnado por la acumulación codiciosa y vergonzosa de la corrupción; y la petrificación por incredulidad extemporánea de los maestros Mises, Friedman o Hayek. Una pena, con lo mucho que había por hacer y se esperaba de tan ilustres e ilusionantes próceres. Y qué decir de los que apenas tenemos algo que decir. De esos autodenominados ciudadanos que desconocemos si van o vienen y con quién; que juegan a la ilusión centrista de eso que Suárez quiso traer y no pudo porque además era imposible. Les veo con más ambición que capacidad para definir y operar sobre un modelo europeo de centro izquierda coherente, sólido, creíble y operativo. El caso Marín en Andalucía resulta desolador.


     Pero estos y aquellos, con sus modelos dañados, pero imprescindibles para el progreso y la libertad, son los únicos capaces de preservar el sistema, regenerarlo y hacerlo perdurar en los próximos cuarenta años. Me refiero a populares y ciudadanos, no al socialismo sectario, radical y fracasado de Zapa, esa especie de largocaballero con olor a colonia de bazar chino; al socialismo de los años treinta del siglo pasado, que lo mismo desea hacer desaparecer el Ministerio de Defensa que reducir su programa a acabar con el Gobierno legítimo y democrático y tras fracasar en sus trapicheos, promete apoyar a quien más votos obtenga en la segunda vuelta. Un prodigio. Pero ya digo, los años que vienen serán los más difíciles para la historia de Europa, acosada por el Islam exterminador; por la crisis que no cesa y puede que aumente por el desbordamiento de las fronteras; por el temor declinante a relaciones de libre comercio con USA; de un replanteamiento del propio sueño europeo en el supuesto del Brexit. En fin, de la permanencia en el tiempo de un modelo equilibrado y fructífero de desarrollo y democracia amenazado por los extremismos a izquierda y derecha de los indeseables liberticidas que proliferan sin cesar. Europa requiere gobernantes de gran altura que sepan mantener el sueño comenzado tras la terrible tragedia de la II GM.


       Y España, condensa el declive europeo una vez agotado su modelo de crecimiento, desarrollo y prosperidad. Aquí no sólo es la comedia dramática de los emergentes, con sus gracietas macabras preludio de pobreza inevitable, sino la existencia de un Estado imposible y de una Nación en el borde de su desaparición. Se cedió con blandura tanto ante los terroristas que ahora vuelven a las instituciones como agentes de paz, como ante los independentistas descarados y trincones que sin pudor exigen y consiguen financiación para la conducción de Cataluña a la ruina y quién sabe si al hundimiento. Y mientras, los Pujol paseando su impunidad ante el asombro y el escándalo de la mayoría. Naturalmente que España necesita hombres de Estado honestos, sabios y patriotas. Y los hay y muchos en las fuerzas moderadas y constitucionalistas.


    Miren, las democracias consolidadas son aburridas porque ignoran los liderazgos y se rigen por las instituciones, bajo el imperio de la ley y su cumplimiento a rajatabla. Los ciudadanos confían en ellas y en los políticos que eligen para su gestión. Eso les permite dedicarse a crear riqueza y a disfrutar los gozos de una convivencia en paz, libertad y prosperidad. La vida política española está dotada de todo lo peor, menos de aburrimiento. Y si no, al tiempo. Es lo único en que diferimos, mi querido Rector.

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