Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

sábado, 7 de mayo de 2016

La Opinión de Javier Pipó.

La Azotea 


HORIZONTES DE PODER
7 de mayo 2016



   Quizá empecemos de nuevo, pero merece la pena intentarlo. Lo mismo el gentío, en un ataque de sensatez es capaz de valorar el riesgo colectivo que supone entregar un denso y hermoso legado construido por generaciones anteriores, pertenecientes a siglos continuados en el avance, para ponerlo al alcance de grupos desubicados, de ambiciosos opuestos al progreso y la libertad. Pero no quiero ser optimista porque sería tanto como desconocer el grado de ignorancia imperante en materias históricas, económicas y de gobernación de una Nación, permanentemente en el filo de la navaja de su propia supervivencia. La frivolidad social y de su clase política es más propia de naciones en vías de progreso y no de quienes alcanzaron las más altas cotas de bienestar. Aunque no desconozca cómo el avance en el desarrollo económico y social no siempre se traduce en sistemas estables de convivencia creativa, sabiendo – por ejemplo - distribuir justamente los beneficios de la civilización y la cultura que nos define.

   Aquí estamos de nuevo, abocados a elegir, de una parte, entre aquellos que persiguen como sea alcanzar el poder, no por tener razón – tampoco lo pretenden - sino simplemente éxito y por eso apelan a la pasión de la mayoría. Y por otro, los que habiendo saboreado el éxito se muestran incapaces de retener el poder, disminuidos por las hendiduras dramáticas de la rapiña, la ambición y el egoísmo, habiendo dejado transcurrir el tiempo en la peor de las cobardías que decía Confucio, es decir, sabiendo qué es lo justo y no haciéndolo. Así pues, ahora la mayoría debería apreciar una verdad aplastante en democracia, y es que el voto no construye verdades, pero sí poderes. Y el poder se ejerce en nuestro tiempo de forma penetrante, sofisticada, insoslayable.

   Y el poder – o por mejor decir, los poderes – se dibujan en el horizonte con perfiles de espantajo y desventura, impropios de una nación que podría y debería aprovechar el momento, siempre es momento, para ampliar su límite de grandeza, utilizando la memoria, la sabiduría acumulada y la fe en las infinitas posibilidades que ofrece un sistema democrático estable, equilibrado, de contrapesos, capaz de compaginar reforma y regeneración continua. Pero ya ven, aquí las fuerzas políticas en liza, se agitan en un desconcierto destructivo que hará naufragar la esperanza de una mayoría silenciosa moderada, esforzada y sensata, sin más pretensión que el avance sin traumas y la convivencia justa y pacífica.

   Ya digo, con desasosiego se recuentan los mimbres que conformarán el cesto de la nueva oportunidad que se ofrece el mes que viene o el año que viene. Está por ver. En la orilla contraria, una izquierda revolucionaria, rancia hasta la náusea que trata de liderar la ruptura del sistema constitucional, con el aliento y los recursos procedentes de una feroz, totalitaria y medieval teocracia y del parque jurásico del comunismo bananero; una estúpida dictadura criminal, capaz de llevar a un pueblo alegre y despreocupado al hambre y la miseria en nombre de una utopía imposible, revestida del chándal desteñido de su hortera e inculto populismo. Les falta el bufón norcoreano para completar una alianza miserable con las cloacas de la humanidad. Y ahora, se refuerzan con las huestes del viejo comunismo estalinista, exasperado tras treinta y cinco años de posibilismo estéril. Pues crecerán y triunfarán acelerados por una Ley electoral que debió pasar hace años al desván de las pesadillas.

    Es esta aflicción la que conforma el sueño de Zapasanchez, ese progresismo viviente empeñado en desconocer lo conocido y en fomentar lo desconocido – o tenebroso por conocido - incluso con humillaciones sin fin. Es el poder lo único que persigue en la creencia obsesiva de culminar un proceso iniciado durante la suave pero contundente perversidad zapaterista que vio interrumpida la tarea de venganza histórica, desalojando del poder al liberalismo conservador de manera contundente y definitiva. Resulta sarcástico y cruel escuchar de labios de Susanaperón, gerente de la mayor y más eficaz máquina de poder constituido, eslabón entre generaciones de profesionales del mando, ordeno y controlo durante 36 largos y penosos años, que rige una estructura atascada de corrupción y saqueo de fondos públicos, la necesidad de desalojar al PP por el daño que ha ocasionado a España estos cuatro años. Una provocación de la que algunos, muchos, consideran esperanza blanca de la socialdemocracia.

   Y en esto llega Rivera, ni una mala palabra ni una buena acción. Por ahora. En debate permanente sobre ideología y en busca de compañía en su acomodo al poder. Con formas suaves y democráticas pero desubicado tras el éxito en su hermosa y valiente batalla catalana. De nada le sirve un sabio equipo económico, su amor a la Constitución y a una España diversa pero unida, si entrega el patrimonio obtenido de la esperanza de millones de españoles a un socialismo decadente y corrupto, cada vez más alejado de la esencial socialdemocracia europea.

    ¡Es el sistema, estúpido! Habría que repetirle a Rajoy una y mil veces, tras la desesperanza de verlo solo en el trasteo de la economía. Pero también la corrupción que impide el desarrollo económico y enfanga la moral social. Es que gobernar una Nación moderna es tarea tan apasionante como difícil y compleja. Debió marcharse ya y evitar encabezar de nuevo unas elecciones que así, seguramente repetirá el resultado.

     Decía el perverso Carrillo que en política, el arrepentimiento no existe. Uno se equivoca o acierta, pero no cabe el arrepentimiento. Ojalá el juego arriesgado de elegir poder sea un acierto y no quepa arrepentimiento ciertamente seguro.


     




 



 







    












 



 







    









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