La
Azotea de Javier Pipó
EL
ERROR
Desde luego es momento poco brillante para opinar sobre
la actualidad por quienes somos comentaristas no profesionalizados. Ahora
mismo, empantanada la situación como parece, es territorio saturado por
encuestas, sesudos opinadores y en muchos casos aburridos e interesados pero
bien pagados tertulianos del plató. Quizá el nuevo año, si llega con una
gobernación razonable, despeje la situación, aunque sea empeño que se me antoja
cada vez más inalcanzable. Mientras, resulta más fácil y lleno de emociones,
incluso morbosas, repasar la actualidad andaluza que dentro de sus aguas
estancadas y malolientes desde origen, presenta siempre episodios
dramáticamente chuscos, cuando no paradigmáticos para los amantes de la
sociología política y su divulgación.
Pero no crean, hay mucho territorio que recorrer,
incluso para articulistas aficionados porque la rebelión catalana bien tramada,
hiela la sangre al obstinarse en mostrar rasgos más que definitorios de la
degradación de un sistema que aceleradamente comienza, ojalá no de forma
irreversible, el camino del arrasamiento de aquel como sustentador de una
sociedad de vanguardia. Y así, con secesión o sin ella porque el daño está
hecho, aunque a resultas se contabilice un mayor o menor cataclismo de las
instituciones y de su arquitectura económica y social, construida no sin
esfuerzo por generaciones pasadas. Parece instalarse el gobierno de los
iluminados y en ola de locura mayoritaria o casi, creen llegado el momento de
su autodestrucción rigurosa, sistemática, estúpida. Por ahora, consiguieron la
metamorfosis de los representantes de la burguesía más catalanista, culta,
tradicional y conservadora para ponerlos al servicio de grupos ácratas,
revolucionarios de folleto, con las ideas ancladas en la primera mitad del
siglo XX, alimentados con el peor leninismo y cercano a sicópatas gloriosos
como Mao, Pol-Pot o Kim Jong-Un, dejando muy a la derecha de su reaccionarismo
cutre el populismo hortera de los bolivarianos miserables de Venezuela. Cómo
será la deriva que en el popurrí catalán parecen honorables señores de la
política los estadistas de izquierda republicana o los comunistas de ICV. Es lo
que hay y quizá el episodio criminal del AVE no sea más que una señal del
mecanismo letal en que puede convertirse la situación explosiva de Cataluña.
Son las consecuencias conjuntas y simultáneas de una huida cobarde del Estado,
regido durante decenios por políticos pusilánimes con nula visión de la
historia y del papel europeo de la Nación española. Pero también de una hermosa
Constitución que lleva en su seno la semilla de la discordia y que debió
modificarse en la legislatura Rajoy, empleando el procedimiento agravado del
artículo 168, alargado en dos periodos, tratando su conversión en lo que nunca
debió dejar de ser, autenticando su contenido, haciendo posible un Estado
viable y duradero antes que por inercia imparable acabe con el ser de la propia
Nación.
Ahora, a la puerta de unas elecciones generales, los
populares de Rajoy haciendo esfuerzos admirables pero tardíos, quedarán
presumiblemente en la puerta del poder que no supieron conservar. Y no era tan
difícil observar una trayectoria ajena a los principios y valores que le dieron
una irrepetible y envidiable mayoría que debió suponer el impulso regenerador
de España para su anclaje definitivo en la Europa culta y democrática. Muchos
lo vimos desde el primer año y trasladamos la angustia a una opinión pública
pancista y descreída. Y debió cambiarse de trayectoria a pesar de la herencia
miserable recibida que quizá pudo haber servido como acicate no solo para la
salvación del caos económico sino también y precisamente por ello, para
restañar las heridas en una moral social arrasada y en un Estado elefantiásico,
glotón e ineficiente. Ahora reflexionan tarde sobre el desgarro ocasionado al
pretender gobernar una Nación solo con política económica.
Y lo mejor que puede ocurrir será que un golpe de
sensatez lleve al gobierno de España, una coalición de socialistas con C´s,
porque estos preferirán la cercanía de una mayoría social que parece palparse,
a un proyecto popular al que consideran anclado. Y ya ven como se presenta la
parrilla de salida. La socialdemocracia española en tránsito hacia la
insignificancia, pilotada por un aprendiz de concejal desenvuelto, con más
gestos de insolencia que de solvencia, con escasos rasgos de inteligencia
política y más destellos de ambición que brillo de estadista. Sin descanso ni
desmayo profundiza en un delirio de palabras vacías y oportunistas, haciendo de
un proyecto otrora importante, ideología torpemente difusa y confusa. E inútil
para sacar a la Nación de la postración en que yace. ¿Y Rivera? Pues viviendo
un sueño que parecía inalcanzable y para
nada previsible. Es verdad su valentía en la defensa de la unidad de la Nación
española entre aquellos lobos nacionalistas hambrientos y feroces. Pero ya me
dirán cuando tenga que medirla con el “concepto polisémico” de Zapasanchez,
aunque por ahora se conforme con prestar su imagen por diarios, revistas y
platós, en un road show incansable y productivo. Por más que se empeñe carece
de partido y de programa y eso en las actuales circunstancias resulta dramático
y chusco. Si el modelo de gobierno es el puesto en marcha por un tal Marín en
Andalucía, un Ciudadano criado a los pechos del socialismo gaditano, caeremos
en la más absoluta depresión. Era esperanza de muchos miles de ciudadanos y el
pobre no pasa de fatuo mayordomo de Susana y su lenguaraz y autoritario
Presidente del Parlamento. Claro, aquí ya me dirán para lo que pueda servir
tanto la oposición como el Parlamento. Es el régimen, que si no ocurre un
cambio casi imposible se revolverá tan rígido como autoritario. Cuestión de
tiempo.
Ya vivimos el error, quizá tengamos que soportar el
horror.
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