El Diario El Mundo, en su edición de Mallorca, publica el pasado día
9 de Julio, el artículo que más abajo se transcribe, del periodista y excelente
comentarista JOSÉ LUIS MIRÓ, en su columna CÓDIGO PUK.
«LAS COSAS suelen ser lo que parecen y algunas que no lo parecen, también lo
son». Mi padre era un hombre de citas tajantes
y pocas bromas. No aprecié el valor de las frases con las que cercenaba cualquier conato de discusión hasta que ya no
estuvo aquí, y créanme que me duele en el alma, como a muchos de los ya huérfanos de mi generación, no haberle dicho más veces
lo mucho que le quería y respetaba. La
mayoría de aquellos aforismos eran prestados,
pero no pocos procedían de la cosecha de su experiencia. Jamás caía en la trampa de
los «matices irrelevantes», a los que apelan
«los que sólo quieren enredar», y su
porcentaje de acierto al juzgar a las personas,
apenas verlas, era prodigioso. Le echo mucho de menos, más cada año que pasa, y pienso
que cualquiera que lea esta columna y le conociera estará de acuerdo conmigo en
que Miguel Miró Mulet (La
Habana 1921-Palma de Mallorca 2000) fue un gran tipo.
Confieso haber abusado del poder que me confiere este espacio y de la libertad
de expresar en él lo que me plazca para
dedicarle una negrita a una persona anónima por el hecho de ser mi padre, pero en mi
descargo debo decir que no hay ánimo de envanecimiento personal y sí, en cambio, justificación para revelar la fuente del argumento que soporta mi sencilla
opinión sobre el asunto de la Consejera Patricia Gómez, el
más claro y descarado caso de nepotismo que han visto estos ojos; un ejemplo palmario de que, en efecto, «las
cosas suelen ser lo que parecen»; un aviso del morrazo que se gastará el tripartito de Baleares los próximos cuatro años,
liderado por la campeona mundial del cinismo Francina Armengol;
y la confirmación, por si había alguna duda, de que Més y Podemos
no tendrán reparo en hacer la vista gorda
ahora que ellos también forman parte de la
casta en camiseta.
Lo primero es lo que todos vemos (una digitación procaz); lo segundo es mucho
más grave, pues significa que Francina y sus
socios nos toman por idiotas. Porque incluso en
el dudoso
caso de que en todo el archipiélago no haya
un solo profesional de la sanidad más «preparado»
que el consejero consorte, hay una
cosa imprescindible para merecer respeto que se
llama decoro.
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