LA AZOTEA
EL TRASPASO
EL TRASPASO
Es verdad que a estas alturas de mes, con la información nacional en su máximo grado de saturación, escribir un relato con fondo político es riesgo total para cualquier comentarista, mucho más para quien la función de opinador no pasa de cierta nostalgia de años con juicios a flor de labio, silenciados prudentemente. Y ya se sabe que la nostalgia es pasión declinante.
Pero
ya tenemos nuevo Rey y aparte la rabieta desagradable de la extrema izquierda,
el traspaso ha transcurrido con aceptable normalidad. Bueno, fatal esa
concesión tan gratuita como inútil a laicos militantes, de no celebrar un Te
Deum en los Jerónimos, tal como corresponde a la monarquía española y hacen las
europeas sin complejos. O la ausencia de dignatarios extranjeros, cuando menos
de la Unión Europea o la del propio Rey Juan Carlos en la proclamación de su
Hijo como Rey de España, contando mentiras enormes que nadie cree. Como las
trolas de Estado que han lanzado para justificar la improvisación y prisas por
terminar el reinado y traspasar los papeles al hoy Felipe VI. En cualquier caso
han sido actos solemnes y ajustados a los tiempos de crisis ya casi estructural
que vivimos. Sobre todo en normalidad constitucional, ciudadana e
institucional, salvo el numerito de Vestringe y otros camaradas de la
revolución. Cabe esperar que los Castro le proporcionen en Cuba pensión
adecuada a su ridícula aportación al internacionalimo proletario.
Y el
esperado discurso, pues muy ajustado a los cánones que se despachan en el
sector. Desde luego, para Jefe de Estado, mucho mejor construido y sustancial
que los muchos que se escuchan de los que viven de aquél y al que cada día
maltratan no solo de malas palabras sino saqueando o burlando sus
instituciones. De manera que un buen discurso- parece tener excelentes
asesores- aunque quede orillado en el olvido, eso sí, respetuosamente.
Ahí
tienen a los hieráticos presidentes de País Vasco y Cataluña, representantes
del Estado yaciente, allí presentes como esfinges traicioneras, como
instrumentos de intereses ocultos pendientes de emerger para dejarlos hundidos
en la indignidad y el olvido. Silentes sentimentales por imperativo legal y
porque han de volver a la tierra que los avala como tontos útiles de un proceso
que jamás administrarán.
Pero
seamos realistas ahora que estamos a tiempo de ser pesimistas. Acabados los
festejos, comienza el momento de hablar de trabajo, de futuro y sin dudar, el
nuevo Rey tiene donde entretenerse. Conozco las obligaciones que la
Constitución le encomienda y no son desde luego, meterse en política como su
bisabuelo, que ya ven si andaba despistado que hasta impulsó con el General
Primo la Unión Democrática con la condición que fuera un partido político, pero
apolítico. Así les fue. Se pueden establecer semejanzas con el PP, pero a lo
peor resulta excesivo.
Miren,
la casta política – que diría Pablete Iglesias – está cada vez más cerril. No
se puede confiar mucho en la elasticidad de su pensamiento sino más bien en la
rigidez de sus intereses. Y eso nos perjudica, rebela, angustia, aunque debamos
intentar influir en su interior, manteniendo la centralidad del sistema y
evitando la radicalidad que lo puede hacer estallar en mil pedazos. Es
verdad que la izquierda socialista acaba de decapitar al último de sus
estadistas en activo
y se deja capitanear por los comunistas, los hermanos celosos de Podemos,
volviendo a plantear lo mismo que Prieto hace 84 años a la dimisión del General
Primo de
Rivera: república o monarquía. Y se ponen tabarrosos e imposibles con lo de la
tradición republicana del Partido. Pero si desde 1879, 135 años, solo hubo
cinco de República, ¿Cómo dio tiempo a tradición tan consolidada?
¿Y la
población, ahora llamada ciudadanía? Preocupada, porque la situación
económica no cuaja más que en los noticieros. La clase media, circulando con
cierto temor y en general, pues como en Europa, soportando todo, incluso contra
las creencias más arraigadas, las instituciones más consolidadas, las
tradiciones seculares, la historia según se cuente, la cultura ideológica y en
definitiva, contra su civilización. Y quizá algo más.
Pero
miren, el Rey personifica el Poder Moderador del Estado y eso es mucho. O nada,
si no se ejerce o no se deja ejercer. Pero claro, debe hacerse un hueco porque
aquí no se espera un 23F por reinado que proporcione prestigio al titular. El
Poder moderador de que hablo, tiene antecedentes en el anteproyecto de la no
nacida Constitución de 1929. Y allí, como en la de 1978, la Constitución no
solo es un límite sino la fuente del Poder Moderador del Rey y además le
despoja de poderes concretos y le otorga funciones. Funciones simbólicas,
representativas, moderadoras y arbitrales. En definitiva, como definieron
Constant o Kelsen, un poder neutral pero que debe velar por el funcionamiento
regular de las instituciones (art.56,1 CE) porque se basa en la auctoritas,
diferente de la potestas y eso le da derecho nada menos que a ser consultado,
el derecho a estimular y el derecho a advertir, al que por cierto se refirió el
Rey en su importante discurso.
Y
aquí toca con urgencia ocuparse, ser consultado, advertir, de lo que puede ser
el fin, no
solo de la Monarquía sino del sistema mismo. Y me refiero al secesionismo
inmediato de Cataluña y el cercano del Pais Vasco. Oigan, el Rey tiene el mando
supremo de las Fuerzas Armadas (art.62 h CE) – mayoritariamente
constitucionalistas – y estas a su vez, tienen como misión defender el
ordenamiento constitucional (art. 8,1 CE). Pues ya me dirán.
Miren,
seguramente con prisas y chapuceramente, intentaran reunir un consenso sensato
para reformar la Constitución. A mí no me asusta cambiar la denominación del
Estado y hacerlo federal. Ahora hizo dos años escribí un artículo titulado
“Federalismo, ¿Por qué no?" bastante explícito al respecto y además, defendiendo una
reforma no incompatible con la forma monárquica en la Jefatura del Estado. Pero
algo debe hacerse antes que caer en el abismo. En
consecuencia, la Constitución debe ser reformada urgentemente, no para incluir
nuevos derechos zapateriles y postmodernos o lo que llaman blindar un Estado
del Bienestar insostenible, sino para reducir la dimensión de un Leviatan
imposible y acabar con los privilegios de una clase política ociosa y trincona.
Y resolver al menos otros cuarenta años el sinvivir independentista.
Y
mientras se reforma, nada de referéndum en desafío a la autoridad del Estado.
Ya hay un Rey que debe estimular la puesta en marcha de los mecanismos
excepcionales previstos en los artículos 116 y 155 de la Constitución. Acabó
la fiesta. Se realizó el traspaso, pero la hipoteca está sin amortizar. El Rey
puesto, pero el país indispuesto. A trabajar.
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