Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

lunes, 2 de junio de 2014

La Opinión de Javier Pipó


¿QUÉ  ALTERNATIVAS?
   O EL RECAMBIO
   Javier Pipó Jaldo
 

Hay una alerta sobre el peligro de las alternativas bolivarianas que influidas por algunas utopías regresivas serían para España y Europa, una catástrofe sin paliativos. Y esa alerta tal como aparece, pertenece a Felipe González.

La frase no puede ser más redonda y expresiva para reflejar la preocupación que en este momento invade a millones de europeos amantes de la libertad y el progreso. Y procede de un protagonista esencial de la transición y el salto adelante del socialismo español en el intento de fusión en las corrientes del pensamiento y la acción socialdemócrata europeas. Con sus clamorosos claroscuros debería ser icono de los socialistas españoles, por su acendrado sentido de Estado, capacidad de liderazgo y determinación en actuaciones tan arriesgadas y difíciles como la reconversión industrial, que seguramente la derecha liberal sola, no hubiera llevado a cabo.

Si a ello añadimos la idea lanzada sobre la necesidad de una coalición  – que defiendo hace tiempo - entre socialismo y liberalismo para tratar de sortear la crisis letal que azota hasta los cimientos del sistema, su figura alcanza indudable prestigio interno y exterior hasta convertirlo en estadista importante en la España de los últimos cuarenta años.

Y si el socialismo militante siempre considera inoportunas sus opiniones que difícilmente aceptará, el poder constituido en bipartidismo indolente, siente pánico escuchando teorías que puedan poner en riesgo los intereses que administra. Seguramente sacará pocas lecciones de la última contienda y continuará con idénticos argumentos reiterados hasta la saciedad. Y seguirá esgrimiendo estadísticas de conclusiones previas, adoptando posturas de enrocamiento y privilegio insoportables.

Una Nación que logró de forma equilibrada y hasta cierto punto ejemplar pasar desde el silencio a la estruendosa libertad, sin riegos de sistema; con avances notables en su nivel de vida multiplicando la riqueza seis veces y media en un tercio de siglo y logrando una amplia y moderada mesocracia que afianza la estabilidad y da solvencia a la estructura económica. Que ha logrado el sueño europeo anhelado con tanta firmeza por las generaciones precedentes desde cien años antes. Que ha alcanzado notables niveles de desarrollo cultural y bienestar colectivo como jamás en su historia. Y sin embargo teme ahora la marcha atrás, emprender nuevamente sacrificios colectivos ya casi olvidados. Ahora, cuando comenzaba a sentirse instalada en la opulencia de lo europeo, es decir, creerse a salvo de los vaivenes de la historia.

Pero Europa también parece vivir el cansancio de seguir escribiendo su propia historia y aparenta morir de éxito, embriagada en su deslumbrante pensamiento, en la brillantez de sus ideas políticas que desde Grecia armonizan convivencia y dignidad, aunque también  la capacidad perversa tras Hegel, para arrebatar al ser humano su alma y ofrecerla al Dios Estado, devorador y satánico. Porque Europa es todo y más.   

Ahora, como España, debate su ser e identidad en un mundo globalizado y trepidante y no se encuentran. Buscan instituciones y destino que les den forma y sentido, encontrando escepticismo, relativismo, nihilismo o quizá indeferencia, porque viven la sedación del bienestar. Europa, como pronto España, aparece fracturada en despreciables extremismos a su derecha y a su izquierda y con las orejas del lobo totalitario en el horizonte.

Ya me dirán que Europa de los grandes puede quedar, si el Reino - todavía Unido - continúa sin querer entender el Continente. Si Francia de la libertad, quiere seguir inmovilizada en la Europa de las Patrias. Si Alemania que tantas glorias y lágrimas ha derramado sobre Europa, se debate entre instalarse en el liberalismo o seguir amarrada a una socialdemocracia  radicalizada e inútil. Como Italia que tras un liberalismo corrupto busca nueva oportunidad en la izquierda y el caos de siempre, con un Estado que no termina de cuajar. O España, otrora capaz de unir bajo una sola corona la Europa de la diversidad lingüística, religiosa y cultural, pero ahora incapaz hasta de encontrar un proyecto común a diecisiete territorios estúpidamente escindidos y perdidos en la bruma del incierto futuro a causa de una clase política indolente y egoísta.

España se convirtió en lastre para el despegue incierto de Europa porque una hermosa Constitución degeneró en Estado lujoso y en consecuencia enfermo como consideraba Platón. Si ahora abandona el bipartidismo en vez de fortalecerlo regenerándolo desde dentro y no troceándolo a derecha e izquierda, se hará imposible la recuperación y el avance.

No existen alternativas bolivarianas, ni castristas al Estado constitucional, social y democrático de Derecho que debe ser garante de derechos, libertades y avances sociales, pero no siempre gerente de sus instituciones, auténtica revolución que se dibuja en el horizonte comunitario.

Con el Rey en proceso de abdicación, el recambio bajo mínimos; la crisis sin resolver; la corrupción sin fondo delimitado y la Nación en trance de disolución, Rubalcaba debe reconsiderar su decisión y junto a Rajoy, hacer frente a la situación evitando aventuras alternativas de  pobreza y autoritarismo.
Pero tendremos ocasiones varias de opinar sobre el proceso abierto. Lo hemos conocido hace pocas horas

 

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