¿QUÉ ALTERNATIVAS?
O EL RECAMBIOJavier Pipó Jaldo
Hay una alerta sobre el peligro
de las alternativas bolivarianas que influidas por algunas utopías regresivas
serían para España y Europa, una catástrofe sin paliativos. Y esa alerta tal
como aparece, pertenece a Felipe González.
La frase no puede ser más redonda
y expresiva para reflejar la preocupación que en este momento invade a millones
de europeos amantes de la libertad y el progreso. Y procede de un protagonista
esencial de la transición y el salto adelante del socialismo español en el
intento de fusión en las corrientes del pensamiento y la acción socialdemócrata
europeas. Con sus clamorosos claroscuros debería ser icono de los socialistas
españoles, por su acendrado sentido de Estado, capacidad de liderazgo y
determinación en actuaciones tan arriesgadas y difíciles como la reconversión
industrial, que seguramente la derecha liberal sola, no hubiera llevado a cabo.
Si a ello añadimos la idea
lanzada sobre la necesidad de una coalición
– que defiendo hace tiempo - entre socialismo y liberalismo para tratar
de sortear la crisis letal que azota hasta los cimientos del sistema, su figura
alcanza indudable prestigio interno y exterior hasta convertirlo en estadista
importante en la España de los últimos cuarenta años.
Y si el socialismo militante
siempre considera inoportunas sus opiniones que difícilmente aceptará, el poder
constituido en bipartidismo indolente, siente pánico escuchando teorías que
puedan poner en riesgo los intereses que administra. Seguramente sacará pocas
lecciones de la última contienda y continuará con idénticos argumentos
reiterados hasta la saciedad. Y seguirá esgrimiendo estadísticas de
conclusiones previas, adoptando posturas de enrocamiento y privilegio
insoportables.
Una Nación que logró de forma
equilibrada y hasta cierto punto ejemplar pasar desde el silencio a la
estruendosa libertad, sin riegos de sistema; con avances notables en su nivel
de vida multiplicando la riqueza seis veces y media en un tercio de siglo y
logrando una amplia y moderada mesocracia que afianza la estabilidad y da
solvencia a la estructura económica. Que ha logrado el sueño europeo anhelado
con tanta firmeza por las generaciones precedentes desde cien años antes. Que
ha alcanzado notables niveles de desarrollo cultural y bienestar colectivo como
jamás en su historia. Y sin embargo teme ahora la marcha atrás, emprender
nuevamente sacrificios colectivos ya casi olvidados. Ahora, cuando comenzaba a
sentirse instalada en la opulencia de lo europeo, es decir, creerse a salvo de
los vaivenes de la historia.
Pero Europa también parece vivir
el cansancio de seguir escribiendo su propia historia y aparenta morir de
éxito, embriagada en su deslumbrante pensamiento, en la brillantez de sus ideas
políticas que desde Grecia armonizan convivencia y dignidad, aunque
también la capacidad perversa tras
Hegel, para arrebatar al ser humano su alma y ofrecerla al Dios Estado,
devorador y satánico. Porque Europa es todo y más.
Ahora, como España, debate su ser
e identidad en un mundo globalizado y trepidante y no se encuentran. Buscan
instituciones y destino que les den forma y sentido, encontrando escepticismo,
relativismo, nihilismo o quizá indeferencia, porque viven la sedación del
bienestar. Europa, como pronto España, aparece fracturada en despreciables
extremismos a su derecha y a su izquierda y con las orejas del lobo totalitario
en el horizonte.
Ya me dirán que Europa de los
grandes puede quedar, si el Reino - todavía Unido - continúa sin querer
entender el Continente. Si Francia de la libertad, quiere seguir inmovilizada
en la Europa de las Patrias. Si Alemania que tantas glorias y lágrimas ha
derramado sobre Europa, se debate entre instalarse en el liberalismo o seguir
amarrada a una socialdemocracia
radicalizada e inútil. Como Italia que tras un liberalismo corrupto
busca nueva oportunidad en la izquierda y el caos de siempre, con un Estado que
no termina de cuajar. O España, otrora capaz de unir bajo una sola corona la
Europa de la diversidad lingüística, religiosa y cultural, pero ahora incapaz
hasta de encontrar un proyecto común a diecisiete territorios estúpidamente
escindidos y perdidos en la bruma del incierto futuro a causa de una clase
política indolente y egoísta.
España se convirtió en lastre
para el despegue incierto de Europa porque una hermosa Constitución degeneró en
Estado lujoso y en consecuencia enfermo como consideraba Platón. Si ahora
abandona el bipartidismo en vez de fortalecerlo regenerándolo desde dentro y no
troceándolo a derecha e izquierda, se hará imposible la recuperación y el
avance.
No existen alternativas
bolivarianas, ni castristas al Estado constitucional, social y democrático de
Derecho que debe ser garante de derechos, libertades y avances sociales, pero
no siempre gerente de sus instituciones, auténtica revolución que se dibuja en
el horizonte comunitario.
Con el Rey en proceso de
abdicación, el recambio bajo mínimos; la crisis sin resolver; la
corrupción sin fondo delimitado y la Nación en trance de disolución, Rubalcaba
debe reconsiderar su decisión y junto a Rajoy, hacer frente a la situación
evitando aventuras alternativas de
pobreza y autoritarismo.
Pero tendremos ocasiones varias de opinar sobre el proceso abierto. Lo hemos conocido hace pocas horas
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