Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

lunes, 30 de septiembre de 2013

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ


LA AZOTEA

UN NUEVO CONTRATO SOCIAL
30 de Septiembre 2013


Comienza el otoño y el ritual de los Presupuestos Generales. Tres meses antes de que finalice el año, para los del Estado, que no pasan de voluntariosos y nada convincentes para el amargo momento que vive la Nación española. Y los andaluces, que tienen hasta el día 1 de Noviembre. En éste último caso, conforme al artículo 190 de su disparatado Estatuto aprobado en 2007. Pues ya verán a Susana y su médica de cabecera fantaseando, en creciente gresca y culpando al Gobierno Rajoy de los más de treinta años de utopía peronista vacía y regresiva.
En ambos casos resulta de aplicación la importante reforma operada en el artículo 135 del Texto constitucional, que obliga a todas las Administraciones Públicas adecuar sus actuaciones al principio de estabilidad presupuestaria. Ya ven.La famosa Ley de Estabilidad Presupuestaria de Abril del pasado año ya duerme en el museo de normas inútiles y de gran parafernalia. Y es esta la que debe desarrollar las buenas intenciones de la reforma constitucional que tan buena acogida tuvo en círculos del poder europeo. Pero si los objetivos son sostenibilidad financiera, deuda no más allá del 60% del PIB y eliminación del déficit, sin duda vamos por camino muy diferente. 

Pero además, la Constitución prohíbe un déficit estructural superior a los márgenes establecidos por la UE, en su caso, para los Estados miembros. Y ni hubo caso, ni acuerdo sobre lo que definitivamente pueda ser el déficit estructural. Por si acaso, la previsora y reiterada Ley de estabilidad, permite superar el déficit estructural caso de “recesión grave”. Y claro, como la recesión es gravísima el dichoso déficit ya está en el 3,5%, según el Gobierno y en el 7% u 11% según los comentaristas. Parece pues evidente que la situación española es estructural. Ciertamente la economía se mueve como corresponde, por tendencias. Y ahora la tendencia es mejorar. Pero lo importante es saber si de forma definitiva. En cualquier caso, como ciudadanos interesados en la pervivencia de la Nación no debemos caer en distracciones inútiles y engañosas. Reiteradamente pongo de manifiesto en mis comentarios, que la situación española no variará, incluso puede empeorar, si no se adoptan esenciales decisiones en la estructura del Estado.

España no crece y sin embargo empobrece con rapidez. El paro aumenta y ya se habla si el estructural no estará en el 16% y sin embargo se gasta como antes y casi en las mismas cosas; aumentan velozmente la deuda y el déficit y desciende la recaudación; las empresas que sobreviven no invierten y en consecuencia desciende la productividad que se compensa con despidos. Unas pocas Comunidades Autónomas sostienen la estructura de la mayoría. Los Bancos continúan hipotecados con activos cuyo valor es muy inferior al contable; no dan créditos y la morosidad está en cotas históricas. La corrupción nos ahoga, la impunidad rebrota y el desprestigio internacional nos hunde. Y la Corona, con prótesis y muletas. Y la oposición balaguera, a la caza de alguna idea brillante o cuando menos de nuestro tiempo. Y sin olvidar la creciente tensión nacionalista, claramente provocadora y contraria a los intereses nacionales, con las secuelas inevitables de inseguridad jurídica y freno al desarrollo. Su carácter expansivo, por no decir imperialista que ya saltó con desvergüenza a Baleares y roza Valencia, como fenómenos que aumenta la preocupación porque nadie analiza ni corrige. Y los vascos asomando la intimidación, porque a más crisis y debilidad, más nacionalismo oportunista. Y como guinda la desestabilización de Italia.  

Parece como si España solo tuviera unas vías invariables para crecer, como son la construcción, el turismo y la obra pública, pero son actividades que también requieren créditos y se carece de ingresos suficientes. Son problemas que no se eliminan sino que se enmascaran y el ejemplo de Portugal debería llevar a la reflexión, porque el objetivo final de todo este proceso es un nuevo modelo donde, como dice el Profesor Niño-Becerra, la eficiencia será la norma y la escasez lo habitual.

A ese nuevo modelo se refirió Sarkozy cuando anunciaba un nuevo Contrato Social, como no podía ser menos en tierra de Rousseau, con modificación del modelo de protección social y nuevas políticas distributivas. Ese Contrato Social, planteado en el siglo XVII, diseñado a comienzos del siglo XX, implantado a mediados y comenzado a liquidar a finales. Se quiera o no, es lo que hay y no aceptarlo traerá mucho drama añadido. Y mientras, Rajoy en Oriente a contratar los Reyes Magos y cumplir el aserto de J. Joyce: “Si no podemos cambiar la realidad, cambiemos la conversación”. 

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