Publicado en el "Diario Córdoba" el día 21 de Septiembre 2013
LA AZOTEA
2020 Y EL OTOÑO ESPAÑOL
Pedro J. Ramírez se preguntaba antes del berrinche
nacional por la fuga Olímpica, si España existiría como tal en 2025. De llegar
entonces a conocer el resultado de la votación seguro que su pregunta se habría
retrotraído a 2020. El
diagnóstico de Pedro J. no resulta nada optimista y me anima coincidir con tan
informado, influyente y culto observador, en que estamos pagando los graves
errores de la Transición y su carrera enloquecida hacia la disolución nacional.
Y ello a causa de una incompleta por inacabada Constitución tan favorable al
café para todos, pero abocada a la ruina para casi todos, y de la clase
política más inculta e irresponsable desde Fernando VII.
Vengo
manteniendo – y parece coincido con un gran creador de opinión – que la
“transferencia en educación acompañada de ingentes recursos financieros a
grupos nacionalistas desleales con el proyecto constitucional, ha propiciado
tres décadas de erosión de la identidad nacional”. O
se reforma la Constitución, reconociendo sólo dos o tres autonomías – sigue
argumentando Pedro J. – o se aplica el texto vigente y se suspenden las
instituciones que incumplan sus obligaciones hacia el Estado. Lo
que resulta imposible es soportar diez o veinte años más en esta
provisionalidad estéril y demoledora, seguramente inédita en el mundo
occidental. Y desde luego es intolerable, que pueda estar pactándose una
secesión financiada por una nación empobrecida que además resultará mutilada en
su soberanía y territorio.
Pero
aquí seguimos, olvidando nuestra historia pasada y moviéndonos con más soltura
en los sueños de futuro. Pero siempre sueños, fantasiosos, inalcanzables. Cuando
Maquiavelo aconseja como debe conducirse un Príncipe para adquirir alguna
consideración, le dice a Lorenzo El Magnífico que "nada granjea más
estimación a un príncipe que las grandes empresas y las acciones raras y
maravillosas". Y
el año 2020 se había convertido en gran empresa, en acción maravillosa, en
señuelo engañoso, en paradoja sorprendente. Nadie
hubiese sido capaz de asegurar al mundo para esa fecha la existencia de la
Nación española, del Estado-nación más antiguo de Europa, cercenado por la gran
estafa catalana y del agazapado, romo y brutal nacionalismo vasco.
Es
el sudoku autonómico en su extremo vital, en lo que cabía esperar de su ser.
Ahora se aprecia el desprestigio extremo y la falta de confianza en su
viabilidad. Vivimos
el final de un Estado imposible, pero mientras saboreamos el embeleso de una
salida inmediata y definitiva de la crisis sin tocar aquél. Precisamente la
razón que imposibilita lo definitivo.
Y
Andalucía, el laboratorio, el tercer vértice de este triángulo de las Bermudas,
continúa su ruta hacia ningún sitio. Se constituyó un Gobierno previsible, de
empleados del Partido, el mismo día en que el número de imputados o semi
imputados llega a 117. Pero no crean, aquí lo difícil es identificarlos,
imputarlos, juzgarlos y en su caso, condenarlos. Lo fácil, indultarlos. Nos
esperan días de vino amargo y rosas marchitas.
Decía
mi maestro Dalmacio Negro que el Derecho es al orden social como las
matemáticas a las ciencias naturales. Es decir, los gobiernos se instituyen
para garantizar la permanencia del orden social. Aquí,
se sigue el principio de Harry Truman: Si no les puedes convencer, confúndelos.
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