LA AZOTEA
EL DERRIBO
24 de Abril 2021
No
ocurren más que coincidencias, a cual más desgraciada y letal para la libertad
y la democracia en España. Y parece no haber sino comenzado una tarea muy
planificada, coordinada y sistemática para derrumbar la Monarquía
parlamentaria, la Constitución de 1978, y en definitiva todo el sistema
civilizado de convivencia, paz, progreso y bienestar. Y sería arriesgado
especular sobre la posibilidad de que pueda ser conseguido, a pesar del
conjunto de condiciones objetivas que parecen coincidir para el gran
golpe definitivo.
Y
alguna de las condiciones óptimas parecen concordar. Desde la pandemia que no
cesa en ola universal devastadora y temor generalizado en la población, hasta
las fechorías inenarrables de un Gobierno descarado y felón que se sirve del comunismo
tan anticuado, devastador y peligroso como siempre, aliado además al peor
desecho político y moral de la sociedad. ¿Y Europa? pues ya digo, en trance; en
aparente pero difícil despertar de lo que parece un letargo definitivo. Pero
miren, al menos ha repuntado, en ataque de digna sensibilidad, al escuchar el imponente
quejido de la judicatura española, reaccionando al intento bolivariano/sanchistacomunista,
de neutralizar la independencia del Poder judicial y en consecuencia, la
separación de poderes. Y por ahora ha tenido éxito porque el desmoronamiento
del Poder Judicial parece quedar para mejor ocasión.
Pero
no creo sea suficiente para abarcar todos los sectores sobre los que se
despliega la sombra negra del autoritarismo. Ahí tienen la vergonzosa utilización
del BOE del día 23 de Abril, con ocasión de publicar, para su inmediata y
perniciosa entrada en vigor, la LO 5/2021, derogando – por un ordeno y mando de
la mayoría maliciosa- el número 3 del artículo 315 del Código Penal. Pero lo
más miserable y desconocido en la Historia democrática española desde la Restauración
es que, en su Preámbulo o Exposición de Motivos, se deslice maliciosa y
antidemocráticamente el siguiente párrafo: Con la crisis como oportunidad,
desde la llegada al Gobierno del Partido Popular en diciembre de 2011, se
inició un proceso constante y sistemático de desmantelamiento de las libertades
y especialmente de aquellas que afectan a la manifestación pública del
desacuerdo con las políticas económicas del Gobierno. Era impensable, pero
si posible. Una fechoría de tal calibre se pone a la firma del Rey, que por
respeto a la Constitución y su artículo 62, debe sancionar y promulgar. Pero
claro, también debe arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las
instituciones, sin que nadie sepa con exactitud cómo se lleva a cabo cuando las
instituciones, casi todas, están en manos de enemigos declarados del Texto
Constitucional y del Rey, Jefe del Estado, símbolo de la unidad y permanencia
del Estado mismo. Ciertamente que la rubrica no constituye un acto propio de
los citados en el artículo 65 CE y en consecuencia es refrendado por el llamado
Jefe del Gobierno. Pero ¿y si el Rey, en cumplimiento de su papel constitucional
de árbitro y moderador, se hubiese negado a firmar tan sectaria como histórica provocación?
O como pasar por alto la también provocativa, grosera y contraria a las formas vigentes en los países
democráticos, intervención ante el Congreso de los Diputados del llamado con
desmerecimiento Presidente del Gobierno del Reino de España, con loas tan
ahistóricas como injustas y desubicadas, en el 90 aniversario de la
proclamación de la II República. Y ello sin mencionar siquiera los históricos
servicios de la Monarquia al constitucionalismo democrático, pacífico, como cauce
de libertad y progreso. Un ataque descarado que pasa de castaño y anticipa la
borrasca constitucional en ciernes.
De
manera que las pocas formas de respeto institucional que van quedando son
progresivamente absorbidas por la irrupción totalitaria del sanchismo en la
independencia de los Poderes y en su separación, como garantía de contrapoder, equilibrio
y mutua fiscalización. Y eso, sin necesidad de resaltar el conjunto de normas introducidas
en el ordenamiento jurídico, la mayoría mediante decretazo, modificando la
tradición, la Historia y su verdad, la moral y el sentir de la mayoría de la
Nación, de la que ya no resulta respetable ni su unidad. Aquí, a la razón moral
se opone la razón política en la versión sanchistacomunista. Es el nuevo Orden
político y su Ministerio de la Verdad que se aproxima, donde la relación
poder/sumisión y mando/obediencia no necesitará ni justificaciones externas.
La
batalla de Madrid, con o sin debates inútiles, con o sin montajes peliculeros,
que ojalá no obedezcan más que a la fantasía de la extrema izquierda
presuntamente perdedora, está marcando el fin de una etapa democrática de
vanguardia y el comienzo de otra orweliana, donde el autoritarismo arrasará el
progreso y la libertad. Y que el peso de la Ley se desplome sobre los violentos
y los que amenazan con impunidad. Las democracias no las conducen los
iluminados ni los líderes, sino las Instituciones y el Derecho. Pero esta
democracia se desmorona por derribo, porque arrincona la libertad.
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