Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 3 de septiembre de 2020

LA OPINIÓN DE JULIÁN DELGADO

Artículo que será publicado el próximo sábado día 5 de septiembre, en el Diario ULTIMA HORA de Palma                        

 

DEGRADACIÓN DEMOCRÁTICA

Julián Delgado. Escritor

 

El progresismo de la nueva izquierda que nos gobierna, sostenida por quienes no tienen otro objetivo que destruir la nación, está degradando la democracia de manera acelerada. Los intelectuales han sido desplazados por líderes políticos y periodistas sectarios, que, desde las grandes cadenas de televisión, todo lo han transformado en propaganda y, con desprecio del bien común, han convertido a los ciudadanos en meros espectadores pasivos. Asistimos a un proceso de destrucción, a la negación de los valores que han cimentado nuestras vidas, a un intento de ruptura de nuestro modelo de convivencia. Nos someten a campañas de tensión social, de odio y arrinconamiento de los que no piensan como ellos. Las minorías imponen, mediante la intimidación y la amenaza del desprecio social, sus objetivos ideológicos mientras se nos entretiene con señuelos superfluos. El orden social, moral y legal que inspiró la Constitución del 78 corre peligro de desmoronarse ante la demagogia, la propaganda y la mentira puestas al servicio de una oligarquía falaz, ignara e incompetente. La izquierda ha conseguido un grado de impunidad total y la verdad sucumbe ante un presidente que miente con desfachatez y hace de la mentira su arma política.

Están procurando conformar una sociedad indolente, temerosa, indiferente e ignorante de lo que nos estamos jugando; sin revolverse en sus asientos, sin capacidad de asombro, tendente a la pasividad. Solo así puede explicarse lo ocurrido recientemente en Alsasua. El Ospa Eguna que es el día del odio, se trata de una jornada de persecución y odio a los agentes de la Guardia Civil, que, representados como un virus, fueron vejados y ridiculizados con total impunidad. La ignominia debe caer sobre las autoridades políticas y judiciales que no lo evitaron, pese a constituir claros delitos de odio y humillación a las víctimas. Las mismas autoridades que pusieron el grito en el cielo y enviaron a los mismos guardias a reprimir a unos ciudadanos que se limitan a gritar consignas y enarbolar banderas en las inmediaciones de la vivienda de los consortes de Galapagar. Y también es culpable una sociedad acobardada y lanar, que aceptó la indignidad sin  expresar una mueca de disgusto. 

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