Artículo que será publicado en el Diario Ultima Hora,
de Palma, el próximo día 19 de Octubre
EL OTRO DIÁLOGO
Julián Delgado. Escritor
Una vez que ha hablado la Justicia, que en ningún
momento ha pretendido arreglar el problema de fondo, y se haya oído el lamento
desgarrado victimista orbi et orbi, habrá llegado la hora de que los que lideraron
el Procés reconozcan la derrota.
Tienen que decir a su gente que todo ha sido una gran mentira, que se
equivocaron, que pretendieron una quimera y por lo tanto fracasaron: no
consiguieron ninguno de sus objetivos y han dejado un paisaje devastado. Y acto
seguido, deberán explicar cuál ha sido el efecto destructivo de su delirio. Lo
más grave es la fractura de la sociedad catalana en dos mitades, la ruptura de
la convivencia mediante la siembra de odios infundados que han anidado en
muchos corazones, y ocultar todo lo que no fuera la versión oficial. Y esto se
ha hecho desde las instituciones, utilizando el dinero público y los medios de
comunicación públicos y privados. También tendrán que explicar el balance
desolador que deja la inestabilidad política, el abandono de los problemas de
la ciudadanía, el empobrecimiento de la Comunidad con una deuda de setenta mil
millones, el bono basura, la huida de más de cinco mil empresas, una caída del
PIB de más de cuatro puntos, la pérdida
de posición de Cataluña en el ranking de prestigio…
Una vez confesados, tendrán que trazar una hoja de
ruta para salir de ese callejón sin salida en el que llevan atascados. Ha
llegado el momento del diálogo, pero ahora no será para ver la forma que puedan
ejercer el derecho de autodeterminación, como han pretendido hacer hasta ahora
el separatismo, si no para buscar soluciones dentro de nuestro ordenamiento
jurídico. La sentencia les recuerda que no les asiste aquél derecho, no solo
porque así lo establece la Constitución, sino porque tampoco se contempla en el
derecho internacional.
Deberían hacerlo para crear un ambiente político de cooperación y
respeto institucional, que facilite la recuperación de la cohesión social, pero será difícil que den estos
pasos los mismos líderes que han llevado
el dolor y la ruina a su tierra. Más bien al contrario: no parece que
alentar disturbios
callejeros y gritar que volverán a
delinquir sea el mejor camino para reconocer errores y recuperar el diálogo.
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