Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

martes, 4 de junio de 2019

La Opinión de Javier Pipó


LA AZOTEA


EPISTOCRACIA?
4 de Junio 2019




Hombre, que aquí con el sanchismo el resultado de las elecciones ha perdido credibilidad sean generales o no, eso desde luego. Quizá algo exagerado decir toda, pero sí bastante. Desde luego no estamos ante pucherazo como el de 1936 – no figurado en la memoria histórica o algo así- pero sí al menos ante una flagrante incompetencia que hace contar resultados inciertos y alguna dosis de desconfinza y eso, se mire como se mire es un mal dato, aunque no el único en esta renqueante democracia.

Miren, el resultado de las pasadas elecciones generales primero y posteriores tanto locales como autonómicas parciales, y europeas, fueron en cualquier caso de resultados lamentables para el liberalismo; y también para el constitucionalismo y el Estado de Derecho en su concepción más democrática y avanzada de separación de poderes e imperio de la ley como manifestación de la voluntad general; o para la continuidad de la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles; y ya veremos si perduran o se estancan o simplemente retroceden, los logros indudables del llamado Estado del bienestar y, desde luego para mantener viva y vigorosa  la llama delicada de la libertad. Al menos merece la pena detenerse, aunque sea brevemente en el teórico recorrido que parece dibujarse.

Para empezar, resulta difícil saber con alguna certeza los entresijos del retiro definitivo del Rey Juan Carlos de la Alta Representación que el Estado le tenía asignada. Ciertamente la edad sería motivo más que suficiente para el alejamiento institucional; pero también, seguramente, el haber cubierto con dignidad más que notable su papel como cabeza del Estado, representante alabado ante la comunidad internacional y el ya histórico como motor de la Transición, hasta la abdicación, sujeta así mismo a curiosidad histórica. Sea como fuere, el hueco que deja facilita el vacío que se pretende en la Jefatura del Estado. El Rey ya está neutralizado. Y si el Art. 1,3 de la CE dice que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria, hay otra posible y es la República, tan añorada por la izquierda, moderada o revolucionaria. Y a eso vamos, lentamente puede ser, pero con seguridad; sin duda. La Monarquía no cabe en la mente débil de nuestra elite política y parece que ya también empresarial; y ello a pesar de que, en más de doscientos años de constitucionalismo, ocho mal contados, incluida la sangrienta guerra civil, pertenecen al sombrío experimento republicano. O que la mayor parte de los países más desarrollados, cultos y socialmente avanzados, se organizan en monarquías parlamentarias; es igual, se trata de nueva oportunidad al infantilismo revolucionario.

En cuanto a la unidad nacional, parece que el tema navarro preocupa a cínicos políticos al uso, cuando la desafortunadísima, peligrosa y sin sentido DT Cuarta lleva en vigor tanto tiempo como la CE y el privilegio de que la iniciativa de incorporarse a Euskadi para la definitiva configuración de Euskal Herria, sea atribución propia del parlamento foral y por mayoría simple ratificada en referéndum, también. Y ello, supone una bomba de relojería de muy difícil desactivación. El eje Euskadi/Navarra/Cataluña que pronto aparecerá constituido, es ya prácticamente irreversible. Ha sido montado y alimentado desde las Administraciones centrales con privilegios forales desfasados, conciertos económicos prevaricadores, cuando no directamente con protecciones arancelarias y cuando ello resultaba imposible, directamente del maná presupuestario. El buenismo ideológico, construyó territorios de alto nivel económico que junto a sistemas educativos de desprecio a la Nación española o simplemente odio, son motivo de confrontación progresiva y en aumento hasta su estallido. Porque, además detrás viene Valencia, Baleares, Galicia o Canarias.

Y si es el Tribunal Constitucional vinculado a la derecha, el que carece de sensibilidad para los temas de organización territorial o se muestra intransigente con la voluntad política del sanchismo, pues se cambia junto al Titulo del texto constitucional correspondiente y desde luego su Ley Orgánica. Entramos en etapa decisionista donde la voluntad política debe prevalecer sobre las construcciones jurídicas. Y eso resulta también de aplicación al Tribunal Supremo que viene provocando demasiados contratiempos al Poder. En general debe ser la LOPJ en su conjunto, incluida la Comisión Disciplinaria. Es solo un Poder, aunque separado en tres funciones diferentes. Ahora resultará prioritario enterrar a Montesquieu, antes que desenterrar a Franco.

Y ya digo, aquí lo importante no es el numero de escaños obtenidos y Podemos es el ejemplo. Finalizó de forma exitosa el desprestigio y hundimiento del bipartidismo y se está en la construcción prevalente del Partido hegemónico que hunda sus raíces en la mayoría social. Una mayoría alentada desde la escuela a la Universidad, desde los cuerpos sociales intermedios a la intelectualidad, desde las Administraciones territoriales a los medios de comunicación ideologizados. Y ese Poder creciente e imparable instalará la Memoria histórica, la Comisión de la Verdad y su policía del pensamiento y los tribunales que impartan justicia restaurativa.

Algo muy diferente a la epistocracia que defiende Brennan en su inocuo ensayo Contra la Democracia, es el sanchismo que llega, en estado puro. Intenta disimular su aprecio y alianza inseparable del nacionalismo independentista, al menos hasta la modificación constitucional que haga posible la nación de naciones. Acabó con Izquierda Unida, pero necesita la cobertura intelectual de Podemos. Inicia la absorción de C´s con la complacencia de Soros y Garicano y, arrincona al Partido Popular y Vox como veneno para la democracia no comparable con el progresismo de Bilduotegi.

Y todo ello con la complacencia entusiasta de media España que espera una democracia ejemplar, instalada en un Estado del bienestar, capaz de proporcionar cobertura perenne a una sociedad opulenta y despreocupada. Pues aquí llegó no el gobierno del conocimiento exacto, epistocrático, sino el gobierno de los liberticidas. Pues eso.


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