Artículo que será publicado, el próximo día 15, en el
Diario Ultima Hora de Palma
LOS ASCOS A VOX
Julián
Delgado. Escritor
En España hemos sufrido diferentes
tipos de extrema derecha a lo largo de estos últimos ochenta años. La que se
manifestó durante el franquismo se ocupó de vigilar la pureza de la revolución
nacionalsindicalista, era más radical que el franquismo, se cobró muchas
víctimas y en el último tramo de su existencia llegó a atreverse a insultar al
mismo Franco en el Valle de los Caídos.
En la Transición apareció otra
ultraderecha dispuesta a impedir la consolidación de la democracia. Actuó bajo
diferentes siglas (ATE, AAA, BVE, …),
perpetraron atentados, como el de los abogados de Atocha, asesinando casi a un
centenar de víctimas.
Después del 23-F la extrema derecha
sufrió un fuerte rechazo y en los años noventa la mayoría de estos grupos se
disolvieron. Los pocos que quedaron languidecieron tras repetidos fracasos
electorales, aunque en esos años surgieron en las aficiones futbolísticas, grupos
de simbología fascista, violentos, que llegaron a causar varios muertos.
La ideología de todos estos grupos
estuvo vinculada al fascismo y su afán fue deslegitimar la democracia. No es pues,
de extrañar, que hablar en España de extrema derecha sea como nombrar la
bicha.
Recientemente han resurgido en Europa partidos
considerados de extrema derecha que comparten al
menos algunas de estas características: euroescépticos, ultraliberales, contrarios
a la inmigración, ultranacionalistas, de fondo religioso, tradicionalistas o
xenófobos.
Vox es un partido democrático que defiende la
Constitución y pretende cambiarle algunos aspectos por vía legal. No es
euroescéptico, no es contrario a que España pierda soberanía frente a Europa
sino a que la pierda en favor de las autonomías; no niegan la inmigración sino el
papeles para todos; no son xenófobos,
es el único partido que tiene un diputado negro. Tiene poco que ver con los
ultras del pasado patrio: no se le conoce ningún acto violento sino que padecen
la brutalidad del fascismo nacionalista y del estalinismo de la ultraizquierda.
Rivera
debería guardar sus ascos para estos otros, y Sánchez dejar de endosar a Vox el
estigma de aquellos ultras y utilizarlo como el enemigo execrable con
cualidades malignas donde cabe todo lo malo de una propaganda sectaria.
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