Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

domingo, 17 de febrero de 2019

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ


La AZOTEA

SUSPIRO DE ESPAÑA
17 de Febrero 2019


Era Tocqueville quien no advertía nada en común entre democracia y socialismo; quizá ahora sería más restrictivo y la comparación la realizaría entre democracia y sanchismo. Y todo al no poder conocer el papel esencial de la socialdemocracia en el avance del progreso y la libertad en Europa por razones obvias, ni el miserable papel del sanchismo en la restricción de la libertad en España y de la servidumbre, como modelo de su desgraciado gobierno.

Nosotros si hemos podido conocer sus fechorías intelectuales antes de llegar, que señalaban con claridad la fortaleza de sus principios y la densidad de sus valores. Y claro, apuntando con anterioridad maneras, el ejercicio de su gobierno resultó mentiroso y falso hasta la náusea, retorcido cuando no oblicuo y siempre traidor e inédito en la historia del constitucionalismo democrático de Occidente. Seguramente será objeto de tesis doctorales, ojalá que no como la suya, de debates en los foros del pensamiento político y de ejemplo perverso y despreciable a las nuevas generaciones de jóvenes políticos deseosos de servicio publico y mantenimiento del mejor y más civilizado modelo de convivencia colectiva.

Nadie podría ejemplificar un solo modelo democrático, donde el Gobierno del Estado se sustente en los enemigos del propio Estado. En el apoyo de golpistas contra el Estado y su orden constitucional; en comunistas totalitarios, reaccionarios y cavernícolas contra la libertad y, en amparadores más o menos comprensivos de terroristas en flor. Y todos ellos, conformando un muro inexpugnable, amalgama amenazante y tétrica en busca de apoyo internacional, ablandamiento de instituciones y comprensión de intelectuales orgánicos y sus sucursales mediáticas, académicas y eclesiales.  Es decir, que el vigilante y protector del sistema, busca su amparo y guía en aquellos en que el sistema se convierte en blanco de sus objetivos de destrucción y allanamiento. Y eso tras cuarenta años de vigencia de una Constitución hermosa y capaz; de esforzado empeño en lograr el consenso, la concordia y el entendimiento entre posiciones ideológicas no tan distantes, que puedan hacer perder la perspectiva de lo que desde San Agustin en la civilización judeocristiana se conoce como bien común. Ahora, este lo define Junqueras y el modelo de Estado, entre Puigdemont y Ortuzar. Y claro, la soberbia de que presume el inefable Sánchez, busca ser tan humilde como Rufián, tan progresista como Iglesias, tan dialogante como Torra, sobrepasando como era de esperar la inutilidad involucionista del nefasto Zapatero.

Y ahora parece se va, aunque su Ministra de Defensa – no sabemos de quién ni de qué – dice se trata solo de un paréntesis, de un suspiro, porque volverán. Pues ojalá no, porque para suspiro el nuestro, aunque quedemos en manos de la “derecha trifálica” que dice esa otra fenómena al frente de la Justicia o algo así; siempre será mejor que depender de gobernantes asociados a quienes odian a España y a más de la mitad de sus ciudadanos. Porque el penúltimo mensaje del sanchismo es considerarse victima y no verdugo del sistema, al encontrarse en una pinza final entre la triple derechona francofascista y sus propios socios progresistas, que parecen haber traicionado un diálogo cobarde y ya irreversible de concesiones inauditas.

De manera que volverá a intentarlo, aunque sea seduciendo a los ciudadanos de Rivera, que con tanta facilidad se desubican creyendo vivir en un sistema donde el centro representa aun una posición respetable de equidistancia ideológica. Si tras las elecciones convocadas resultara en una posición de elegir compañeros de gobierno, no dudaría en volver a traicionar a España con tal de conservar su poder, salvo la existencia de rebelión interna que recondujera hacia posiciones de los sensibles y flexibles ciudadanos.

Es verdad que la democracia solo es sostenible por demócratas educados y amantes de la libertad; conocedores de las instituciones del sistema y su funcionamiento. Pero no se debe confiar demasiado porque esa situación queda alejada. El desánimo ha calado; el suspiro seguramente será corto; la campaña larga y feroz; la desinformación, la mentira y la manipulación moneda corriente y la educación política inexistente, porque solo estuvo a cargo de una mamarrachada indignante conocida como “educación para la ciudadanía”. La suerte está echada, solo cabe esperar acierto en los votantes y sensatez y patriotismo en el liberalismo conservador o progresista resultante. Mientras, la mayoría silenciosa de España suspira profundamente.
 
   

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