La Azotea
A PROPÓSITO DE LA BARBARIE
21 de Agosto 2017
Estremecedor resulta el espectáculo sangriento con que el
yihadismo mugriento y asesino es capaz de sembrar las calles de Occidente, ante
el asombro de los bienpensantes ciudadanos occidentales de sociedades opulentas,
que decía J.K. Galbraith. Pero me posiciono con el pensador de moda allá por
los cincuenta del siglo pasado, en que es muchísimo mejor estar firmemente
anclados en la insensatez que hacer rumbo a las revueltas aguas del pensamiento;
hoy seguro, sería incapaz de articular palabra. Desde luego nadie intenta
discutir lo que resulta mejor para la comodidad de cada día, en que un Estado
generoso, pomposamente denominado de Bienestar bien nutrido por asfixiantes
impuestos, ha de velar por nuestra tranquilidad desde antes de nacer hasta
después de morir, salvo el pequeño engorro del impuesto sucesorio; pero no crean porque ha
degenerado y esconde una gigantesca estafa en sus entrañas, a estallar antes
que tarde.
Pero fíjense en nuestro caso en que el Estado soporta no una
Nación - discutida más que discutible- sino quizá diecisiete o treinta y seis;
ni siquiera acuerdo en su número, ni en sus características, ni en su contorno
físico. Mucho menos en sus competencias o en la forma en que debe financiarse.
Es igual porque lo importante es crear a su alrededor núcleos de poder tan
costosos como inútiles, cuando no perjudiciales a lo que todavía
internacionalmente se conoce como España. Y esos núcleos de poder disueltos en
multitud de instituciones, órganos, entes, empresas, observatorios y demás
apaños, se autojustifican produciendo miles de normas de instancias
superpuestas, incluso sobre el mismo territorio, haciendo imposible su
conocimiento y no digamos el cumplimiento. Pues ya está, porque en vigor continúa
el axioma de que el desconocimiento de la ley no excusa el cumplimiento, con lo
cual el ciudadano se encuentra tan indefenso como a merced de cualquier
veleidad del poder de turno que le arrebatará hasta su dignidad si no encuentra
antes de cinco años el amparo judicial. Y ya sé que la descripción no es a
tiempo real sino meramente premonitoria y no solo de España sino
desgraciadamente aplicable también a la deriva europea.
E insisto en lo nuestro al quedar dibujadas características
propias, inigualables. Una Nación pujante en lo económico, gracias desde luego
al batallón de contables del PP, que alcanza su máximo nivel de incompetencia
política quizá siguiendo el principio de Peter, más de actualidad que nunca.
Una clase política detestable, cobarde hasta la náusea, capaz de ceder en
principios nunca propios, destructora de valores que nunca supo mantener,
dispuesta a modificar una Constitución modelo de libertad, progreso, democracia
e igualdad que casi nunca supo o pudo cumplir y hacer cumplir. Ahí tienen la
rebelión catalana, modelo viviente de sedición narrada a tiempo real y
financiada a golpe de fla, en dinero contante y sonante. Y todavía tienen el
descaro de asegurarnos que no habrá referéndum, ni independencia, aunque no
sepan cómo frenarla ni porqué. Ni siquiera son capaces de aplicar los preceptos
constitucionales teóricamente en vigor. Pero claro, los siniestros atentados de
estos días lo mismo hace variar el calendario independentista y da tiempo
exigir del Estado proporcione tanquetas a los Mossos y más dinero al pròcess.
Desde luego por mucho que suba la alarma, el Ejército no patrullará las calles
catalanas por si lo toman como de ocupación; unos políticos para olvidar.
Habrán observado que el caos terrorista pone de manifiesto el competencial de
un Estado inútil que no tiene más presencia en Cataluña que para dar el sentido
pésame con solemnidad y alevosía. Y la Justicia? Pues irritada como el Rey,
porque este no es Juan Carlos y sabe se la juega cada día que amanece, si no se
lo recuerda la consorte real, con más información subterránea de la que
aparenta.
Pues nada. Vamos a consensuar, incluso con los enemigos de la
democracia y el sistema, nueva Constitución que responda a una nueva mayoría
social. En consecuencia nada que ver con la arqueológica del 78, dictada a
exigencia de una burguesía capitalista y oligárquica. La nueva será popular y
cercana, dando cabida a cuantas naciones existen o puedan surgir; dotada de un
modelo social y económico que sepa responder a las necesidades de las clases
populares y permita el acomodo y alcance del paraíso ofrecido por un renovado
frente popular regido por Sancheiglesias, clarividente hombre de Estado al que
gozosamente apoyarán podemitas y otros compañeros de pelaje y equipaje.
Me temo que esto no hizo más que empezar. Literatura hay
circulando para poner los pelos democráticos en punta, en cualquier lugar de
España pero no digamos en Cataluña – trufada de cientos de miles de islamistas
dispuestos ya a que se aplique su ley y no la impía cristiana- o en Sevilla,
Córdoba- con la espada catedralicia hincada en el corazón mismo del islán- o la
simbólica Granada, que puso fin a la yihad que les llevó hasta Poitiers. Es
onda expansiva con más de mil años y por eso admirada por el bisoño aunque
cruel internacionalismo comunista, de solo cien. Mientras, las fronteras
abiertas para quien ilegalmente quiera venir a disfrutar gratis de un pujante
Estado de Bienestar, generoso hasta la ruina y estúpido hasta la risa. Lo mismo
se abrió demasiado la mano del buenismo estéril. Comenzó la era de la
barbarie.
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