Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 20 de octubre de 2016

La Opinión de Javier Pipó.

LA AZOTEA


ELECCIONES, SÍ
20 de Octubre de 2016



    Pues a mí me preocupa y en cierto modo me hace temer, declaraciones de agitadores profesionales como el inane, inútil y ya deglutido Garzón o el descamisado y ambicioso Iglesias. El uno pidiendo la ilegalización del Partido Popular y el otro amenazando muy crecido y ya sin aroma socialdemócrata, con dejar las instituciones parlamentarias como tapadera y trasladarse a la calle, en movimiento popular; situándose al frente de conflictos, incluso la huelga general; desbordando las calles dice, porque en el Parlamento no son votos suficientes para cambiar las cosas hacia el poder popular. De manera que más claro es imposible para conocer la conducta que poco a poco va anticipando toda esta peligrosa caterva – ahí tienen el espectáculo fascicomunista de la Autónoma, con el Presidente González – y veremos si suficiente para hacer recapacitar a parte no pequeña de la burguesía, de clase media, que esencialmente los apoya con sus multitudinarios votos y comprensión.

     Es verdad que nadie puede negar la muy legítima indignación de estas clases sociales que han constituido la mesocracia española, garantía de estabilidad y paz social durante cincuenta años y ahora van perdiendo aceleradamente protagonismo social y económico, en medio de una crisis sin precedentes en el último siglo. Ahora, asisten atónitas al declive de un país corroído por la corrupción; atascado en el límite de su disolución ante el imparable y soberbio nacionalismo centrífugo e inmoral. Con un Estado tan ineficaz como ingobernable, tan gigantesco como derrochador y en consecuencia depredador de la riqueza y bienes producidos o acumulados por sus ciudadanos. Con una Constitución a reformar con urgencia aunque tan hermosa como burlada por quien puede hacerlo con reiteración e impunidad. Con una Justicia politizada hasta la náusea que bordea con preciosismos procesales las puñetas de sus tribunados, atascados hasta casi la parálisis por el barroquismo inútil de sus garantismos, en tantas ocasiones injustos. Con una sociedad paganizada, egoísta, en gran parte corrompida y sin apenas principios o valores trascendentes, instalada a la sombra de un Estado protector y providencia que tiende su mano benefactora desde antes del nacimiento hasta después de la muerte, dejando un ciudadano inerte, dispuesto a cambiar libertad por responsabilidad, bienestar por comodidad, precio por dignidad.

      Son quizá sentimientos perfectamente descriptibles, agobiantes y compartidos por otros muchos millones de ciudadanos que sin embargo no votan el comunismo arrasador de Podemos, ni el simplismo disolvente, estúpido cuando no trincón de alguno de los nacionalismos periféricos. Es decir, no por esa situación deplorable y de emergencia colectiva, la mayoría silenciosa está dispuesta a entregar la Nación, a ponerla en manos de aventureros, demagogos populistas, activistas del odio, la envidia y el resentimiento, que mirando hacia el pasado preparan un futuro de totalitarismo, ruina económica y moral e indignidad colectiva. Es decir, lo que la historia tan reciente del siglo XX nos enseña con naciones arrasadas, con economías hundidas, ciudadanos con su dignidad arrebatada, dirigidos por iluminados que instalaron nuevas elites extractivas y corruptas, generalizando la pobreza y repartiendo miseria moral, eso sí, entre los iguales del sistema. Es el nazicomunismo que ha circulado en cien años, elevado a dogma o muerte, por enemigos de la humanidad como Lenin/Stalin; Kruschez/Andropov; Kadar o Husak; Bierut/Gomulka; Ulbricht/Honecker o sátrapas asesinos como Mao, Pol Pot, Kin Jong-un o populistas tercermundistas como Castro o Chávez o sicópatas genocidas como Hitler. En este amplio y vergonzoso muestrario de indeseables,  nuestros jóvenes comunistas del bienestar tienen su modelo o quizá en la mezcla de varios de ellos. ¿Cuál nos ofrecen?

     Y mientras, aquí esperando que haya un Gobierno como sea. Un Gobierno que ya tiene el repudio, cuando no la enemiga de la mayoría. Un Gobierno imposible, porque si antes, salido de una mayoría absoluta contundente, fue incapaz de afrontar prioridades como el regeneracionismo o la reforma del Estado y sus Poderes o la adaptación  urgentísima de la Constitución y parte del bloque constitucional, ya me dirán ahora. Si florece marchito y fugaz, pasará de estar en funciones a estar sin funciones posibles. Y encima desprestigiado y maldecido.

      Al otro lado del puente que solo sirvió para separar, yace un socialismo desnortado que perdió su espacio ideológico y su relato social. Solo queda el solar, dice el sensato J. Fernández. Es decir, queda orillado en la Historia de esta primera mitad del siglo XXI. Ni siquiera resulta posible nueva relación dialéctica con el marxismo; un suicida acercamiento no pasaría de mera absorción. Buenas horas les queda de lectura reposada de las Obras completas de Zapatero/Sánchez, prodigio de la teoría y la praxis política.


     Al menos, nuevas elecciones permitiría renovar en la esperanza de lo imposible. Pero sin elecciones lo imposible anticipa cualquier inaccesible esperanza. Ojalá nuestro pueblo no olvide que el voto no construye verdades, sino poderes. Pues eso.             

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