La Opinión de Julián Delgado.Escritor
El espectáculo de los partidos
8 de Septiembre 2016
Desafección es poco para expresar el sentir
ciudadano ante el bochornoso espectáculo de sus líderes políticos, que,
altivos, revanchistas, chulescos y egoístas, desahogan sus fobias propinándose
garrotazos dialécticos, desafiando algunos al Estado, ajenos al interés
general, incluso cuando el país está al borde del colapso.
Por desgracia, los partidos, que según la Constitución expresan el
pluralismo político, concurren a la formación de la voluntad popular y son
instrumentos para la participación política, han sufrido una deformación
oligárquica y se han convertido en grandes máquinas burocráticas endogámicas
que nombran a los candidatos sin otro criterio que los juegos de equilibrios
internos y las lealtades inquebrantables. Están regidos con modos totalitarios,
se han convertido en agencias de colocación y han inundado la Administración de
familiares, amigos y militantes, elefantizándola. Han utilizado las
instituciones como fuente de su financiación y han colonizado espacios que la
Constitución consideraba ajenos a su intervención: se apoderaron de la mitad
del sistema financiero hasta quebrarlo, de los órganos jurisdiccionales claves
para el control de la Justicia, han extendido una poderosa influencia en los
medios de comunicación y han penetrado en la sociedad para su control a través
del asociacionismo civil a base de subvenciones. Han pervertido el sistema
concentrando los tres poderes en torno al Ejecutivo
Quienes debían ser nuestros representantes, en realidad
son elegidos por sus líderes, sólo a ellos deben su escaño y su acción política
está guiada por el interés de las cúpulas de sus partidos y no por el de los
electores. También han perdido los escrúpulos, se buscan resultados sin reparar
en los medios, se tapa la corrupción y todo lo que convenga. Todos los
partidos, viejos y nuevos, se convierten así en gavillas jerarquizadas,
sometidas a la obediencia más servil. Esa obediencia servil es la que hoy
Sánchez exige a sus diputados, que le siguen como borregos, sin que ninguno se
atreva a cuestionarla, aunque sepan que es nociva para el interés general, y
sin importarles mantener secuestrado al país, debilitándolo en el momento en
que tantos intentan descuartizarlo.
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