La Azotea
LOS COMICIOS ( I )
26 de septiembre de
2016
Decía Gransci, al que quizá debamos acostumbrarnos ver citado
con asiduidad, que el pesimismo es asunto de inteligencia y el optimismo de
voluntad. Tras los comicios de este domingo, seguramente la voluntad general
dominará sobre la razón colectiva. Imposible de otra forma, después de repasar
los datos de la realidad con la frialdad que proporciona el temor.
Sí, ciertamente en Galicia esa nueva estrella del firmamento
centrado, del liberalismo conservador, del centroderecha/izquierda que representa
Feijóo, ha logrado resultados que ya quisiera para sí su patrón Rajoy. Y ya
quisiéramos la mayoría silenciosa de esas clases medias neutras referidas por
J. Costa, vapuleadas por la crisis, la desesperanza y la codicia de unos
partidos políticos que oligopolizan la democracia española. Pero si como parece
exigible Feijóo salta a la política nacional para sustituir a un desgastado
Rajoy, antes deberá dejar abrochada la situación en su tierra, donde una
izquierda radical, vociferante y feroz está dispuesta al gran salto hacia el
vacío. Y no queda tan lejos porque la izquierda completa, desde el más extremo
de los populismos fascicomunistas de Marea y BNG, al deglutido y desprestigiado
PSOE, ya suponen algo más del 45% de los votos, frente al 47,5% del PP. Y
fíjense en su dependencia del resto de la Nación, como para aventuras tipo derecho a decidir. Galicia es tierra
envejecida, donde nada menos que el 27% de la población es pensionista, frente
a solo poco más de uno por cada tres que figura como afiliado al sistema de SS,
lo que produce un déficit estructural cercano a los dos mil millones. Ya me
dirán para lo que les serviría una pasada por la izquierda totalitaria.
En el País Vasco, parece
predominar la voluntad del tranquilo y triunfador lendakari Urkullu que
claramente está empeñado en embridar la locura colectiva de una burguesía
ensoberbecida que aún cree en el proteccionismo como método de progreso y en el
privilegio como identidad nacional. Parece que el nuevo liderazgo del PNV
descubre como el desubicado Sabino Arana es trasto inservible e impresentable
para la supervivencia y el avance en una economía globalizada. Es verdad que
aún proclama la bilateralidad, la soberanía compartida y lo que denomina la
profundización del autogobierno. Pamplinas porque si mutamos hacia el
federalismo ya no será dual, sino centralizado y cooperativo, donde desaparecen
los privilegios. Y si se mantiene la CE del 78- ya veremos donde puede desembocar
el declive- el principio determinante
debe ser la solidaridad y la igualdad como principio de distribución del poder
político y económico. De manera que menos globos y más ubicarse en la Europa
que se desmorona y el mundo de bloques que se empeña en dibujar el horizonte de
las relaciones internacionales. Urkullu sabe que una Euskadi independiente, con
o sin la imposible Iparraldea, con un millón de habitantes menos que Madrid, es
inviable en la Europa de hoy y seguramente la de mañana. Que no saque tanto
pecho con lo del trato entre iguales con el Estado y resuelva el cupo atrancado en el quinquenio que acaba en este 2016; que evite tanta
reivindicación de la Caja única de la S.S. y resuelva el déficit de casi dos
mil millones con el Sistema que pagamos el resto de españoles. Porque Euskadi
envejece casi tanto como Galicia, donde un habitante de cada cinco es mayor de
65 años. Y desde luego que espabile
porque esa izquierda abyecta que movía el árbol para que ellos recogieran los
frutos, supone casi 400.000 votos, es decir, el 21% de los electores que
pudieron votar, frente al 22% conseguido por el PNV. De manera que mucha
tranquilidad y gozo por el triunfo del educado y sensato Urkullu, pero no
olvidaremos que para un nacionalista, moderado o no, no hay Nación sin Estado
propio y en consecuencia soberanía, no dispuesta a ser compartida.
Aquí, tras las elecciones seguimos casi igual, salvo la
muerte política anunciada de Zapasanchez, personaje fascinante por su ambición
puesta al servicio de un viaje a ninguna parte, ni siquiera a su afán de ser
expresidente de Gobierno. ZP tenía escaso talento político pero su talante
resultaba a veces empalagoso; su compañero carece de ambas virtudes y se debate
tontamente entre la inanidad y la toxicidad contagiosa. Ya ven los Icetas de turno en ataques de histeria
infantiloide. Así que con Gobierno o sin él volveremos a votar ahora o pronto y
como diría Mota, no llegaríamos a saber para qué. Aquí, habrá que reformar la
Constitución con urgencia, empezando por la Ley Electoral que debe salir del
bloque constitucional, siempre que no sea – en expresión de F. Muselier
“sustituirla por otra que asegure el cauce para la reelección de los
salientes”.
Y mientras, el gesticulante, bienintencionado e inútil
Rivera, sin decidirse a una coalición electoral con el PP, asegurando una
mayoría absoluta de consecuencias regeneracionistas tan imprevisibles como necesarias.
Pero ahí está el iluminado y desaliñado Iglesias con su
Universidad y sus master en revolución cultural, la larga marcha a la conquista
del cielo, siguiendo la estrella de su guía espiritual Gransci, cuando
escribía: “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político y
esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados
orgánicos infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y
universitarios”. Pues eso.
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