Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 4 de agosto de 2016

La Opinión de Javier Pipó.

La Azotea

“VOY A SERLES FRANCO”
4 de Agosto de 2016


   Los españoles de la mayoría silenciosa, amantes de su país, de sus costumbres y tradiciones, de sus creencias y valores, se encuentran estupefactos ante tanta estulticia, ante tanta osadía y descaro. De manera que si no tuviéramos suficiente con la penosa, insoluble y temeraria algarabía de estos achulados alevines de la política nacional, llegan los del seny catalán y llevan al sistema a cotas inimaginables de tensión provocadora y riesgo cierto de explosión. Reventón de incalculables consecuencias para una Nación en el borde de la estupidez colectiva. Y para el sueño europeo, donde se integra en espacio de soberanía compartida, ahora que no parece atravesar su época más brillante desde la II GM; pero que acusaría el golpe demoledor de una España de nuevo enmarañada en sus demonios y maldiciones históricas.

   Este largo y cálido verano nos está deparando emociones sin fin y las que se van forjando sin cesar, en preparación de un otoño no menos caliente. Mientras, el sabio gentío que votó este engendro de democracia sin salida, llena playas, hoteles, restaurantes y carreteras en busca de una alegría de vivir, sin saber ni querer reparar en el marrón que deja atrás el resentimiento y la Historia sin memoria. Habría pues que volver a recordar la sentencia de Azorin: "hoy se alza una Nación pujante frente a un Estado caduco y corrompido" pero sobre todo débil. Debilidad en la que quedó sumergido tras los nefastos años de zapaterismo, prolongados por quien no supo aprovechar la esperanza en una regeneración demorada en más de dos centurias, vagando entre velos que impidieron ver la luz ilustrada de la razón. Ahora, por uno u otro lado no queda más razón que la imposición, ni más luz que la proyectada por estos ganapanes de la política, usureros, les llamaba Unamuno,
empeñados en hacer antipolítica y creyendo alcanzar la gloria, mientras nos hunden en el miedo y el temor a perder de nuevo el tren del futuro. Seguramente no nos queda más que la resistencia y la confianza en tiempos mejores.

   Ahí tienen a Zapasanchez, ese político insignificante pero soberbioso, que ya hasta El País le falta el respeto y que nadie entre sus filas es capaz de parar y apartar de forma definitiva por el bien de España y de la socialdemocracia necesaria. Este tiempo de espera ha sido suficiente para conocer la escasa profundidad de sus ideas y la debilidad de su armadura política, y sí desde luego para agrandar la fugaz estela de quien no pasa de estirado figurón en la crónica social de semanario. Parece como si solo unos nuevos comicios fueran capaces de colocarlo en el rincón oscuro de la Historia española y de su socialismo democrático.

   Pero ya me dirán el papelón del joven Rivera que primero se abraza al fracasado Zapa para retroceder como éste en la estima del electorado y en el papel que podría haber jugado en la regeneración de la democracia. Si este absurdo periodo de reflexión nacional se prolongara - camino vamos de la tercera vuelta, por si acaso- seguramente el voluntarioso aprendiz de la izquierda centrista, encontraría las claves más o menos definitivas de sus parámetros ideológicos y hasta podría jugar algún papel, no más allá de una Dirección General en un Gobierno moderado de la esperanza. No espero de él
ninguna aportación mínimamente valiosa en este momento delicadísimo de la vida nacional. Me conformaría con que no la obstaculice.

   Y mientras, los traidores nacionalistas catalanes que al fin se sitúan en el lugar al que únicamente pueden devenir sus sediciosas propuestas, enseñan cartas definitivas que de permitir su exhibición retadora terminarán en rebelión, casi asegurada. Es rebelión previsible que no puede frenar los dictámenes de la Abogacía del Estado, ni siquiera el TC, pero que jamás debió llegar a la situación inédita, única, de resultar financiada por el propio Estado del que pretenden separarse. Desde luego, es el momento de preparar la aplicación del artículo 155 de la Constitución sin tibiezas, ni medias tintas. Pero también de advertir sin vergüenza, con energía democrática, que continúa en vigor el 8,1 del mismo Texto, aunque ambos se encuentren desgraciadamente sin desarrollo legislativo.


   Precisamente en un agosto de hace 143 años- no son muchos en la Historia de una Nación- se debatía en el Congreso de los Diputados un nuevo texto constitucional para el establecimiento de una República federal. Pero mientras se iban declarando en Estados independientes los distintos Cantones, acaloradamente se discutía entre "intransigentes" y "moderados" si la República debería ser de abajo arriba o de arriba a abajo. Meses después, en enero de 1874, Pavía daba su golpe de Estado y la Constitución no llegó a ser aprobada. Pero fíjense, ni el propio Castelar era consciente de la molicie de la clase política, cuando decía que nadie acabó con la monarquía democrática; nadie trajo la república; fueron las circunstancias; la conjuración de la sociedad, la naturaleza. Quizá Rajoy podría repetir, ahora que dice iniciar con Rivera una caminata, seguramente llegará a paseo, lo del Presidente Figueras antes de huir a Francia: "Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros". Pues eso.

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