La Azotea
CUATRO MESES
DESPUÉS
20 de Abril de 2016
Es
verdad que los mecanismos constitucionales están funcionando razonablemente,
salvo el incidente de la presencia de un Gobierno en funciones para ser
controlado por el Parlamento. Cuestión innecesariamente llevada al TC si la Ley
del Gobierno de 1997 modificada en octubre del pasado año, hubiese previsto el
trance, aunque no entre en vigor hasta octubre del corriente. Cuestión de no
tanta difícultad, a la altura de la Legislatura en que se operó aquella. Pero
bueno, se trata de empecinamiento añadido en área que nada señala de la fortaleza
de unos criterios o principios. Ojalá se hubiera manifestado con igual arrojo y
determinación en temas tan explosivos como la rebelión catalana o el desmadre
autonómico. O tan esenciales como el Poder judicial y su escandaloso
gripamiento. Pero es lo que hay porque cuatro meses después de unas
desgraciadas elecciones, la Nación continúa precipitándose en declive moral y
económico similar en su dramatismo al ya ocurrido al finalizar el siglo XIX.
Y
esto ocurre en mi opinión, porque la sociedad en general ha adoptado para su
desenvolvimiento como instrumentos de convivencia o de mera coexistencia la
revancha, el resentimiento, la envidia, la simulación, la mentira y el
dogmatismo, cuando no el odio sin más. Porque es una sociedad donde se margina
la moral social, la ética del comportamiento, la austeridad, la honestidad, el
honor y la lealtad, como modelos de sociedad en civilización avanzada y libre. Las
causas serán sin duda analizadas por pensadores e intelectuales – cuando
reaparezcan – así como por sociólogos y expertos en sicología social. Mientras,
la clase política no pasa de intentar satisfacer la deriva colectiva,
intentando ser reflejo de aquélla y dibujando una penosa y cochambrosa realidad.
Y lo están consiguiendo, a la perfección.
Aquí
nadie habla de regeneracionismo de la Nación y en consecuencia de su mejor
instrumento como es la educación en valores y principios, entre ellos el patriotismo
necesario para poder mantener un proyecto colectivo. De la cultura, fuera del
estrecho y reaccionario margen del credo izquierdista, incapaz de señalar más
allá de la utopía permanente y falsa. De la economía, puesta al servicio de la
comunidad y regida por la ética, el compromiso, la lealtad y la ley. O de la
política, como prestación de servicios a la comunidad, al bien común. Como un
honor de ciudadano y no como una profesión que sea rentable a cualquier precio.
Y
así, ya digo, se va desenvolviendo el declive con lentitud pero al parecer
inexorable. De una sociedad que permite el acomodo subvencionado de sus
enemigos y la asimilación de una masa cada vez más amplia que vocifera y se
muestra orgullosa de su ignorancia, zafiedad y desprecio por el buen gusto y las
formas adquiridas, heredadas, de generaciones anteriores y que mostraban un
proceso de progreso en la educación colectiva.
Y
de una clase política que consciente de la escasa finura democrática de sus
electores se mueve descaradamente a sus anchas, en pillaje más o menos
disimulado, saqueando la riqueza de los ciudadanos que les pagan con
generosidad sus escasos méritos. Y en consecuencia poco o ningún interés en
acrecentarlos o instruirse en cómo administrar la hacienda, los derechos y las
inquietudes de quienes deberían constituir el todo de su actividad. Una clase
política en su mayor parte zarrapastrosa social e intelectualmente, sin respeto
ni tan siquiera a la Constitución, como norma básica y envolvente de la
convivencia nacional. Pero hábil en el despojo y en la transformación de la
Nación en una escombrera de su historia y del prestigio adquirido durante los
últimos doscientos cincuenta años.
Aquí,
la elección que nos espera no puede ser más inútil. O que se constituya un
Gobierno de quienes son enemigos declarados de la Constitución y en
consecuencia de la democracia y la libertad o volver a empezar con nuevas
elecciones cuyos resultados son casi perfectamente descriptibles. Es el reino
republicano donde parece que la impunidad es regla de quienes no temen ni la
ley de Dios ni de los hombres. Y la consiguen. Cuatro meses después, volveremos
a comenzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario