Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

sábado, 30 de enero de 2016

La Opinión de Javier Pipó.

La Azotea 


REGENERACIONISMO ALEJADO



   Pues conforme pasan las semanas el panorama nacional se muestra más sombrío. A pesar de los excelentes datos sobre parámetros económicos que Rajoy creyó eran suficientes para prolongar su estancia en Moncloa y a parte de su Partido para seguir administrando con descaro la pestilencia del trinque. Pues ni una cosa ni otra. Dudo sobre la permanencia de aquel, gobernando sobre contabilidad nacional y de otros, demasiados, acumulando como propio el esfuerzo de todos y dejando el sistema democrático a la altura de parásitos y carroñeros de la historia.

   Porque es el sistema el que hizo crisis total tras el 20D, provocando un nuevo socavón, aunque parece ahora, de dimensiones incalculables. Claro, nunca España, desde Carlos V, jugaba un papel político y económico tan trascendente en Europa. Nunca quedó estructurada en clases sociales de ricos y pobres tan minoritarias como distantes y separadas por un tupido tejido de clases medias sociológicamente mayoritarias, bien instruidas y económicamente sustentadoras del sistema, aunque poco conscientes de los retrocesos que ocasionan los errores colectivos. Parece olvidarse, ni siquiera como memoria histórica, que la libertad se instrumenta y sostiene solo en los cauces de las democracias representativas, patrimonio exclusivo de los Estados de Derecho avanzados. Flor delicada que requiere vocación decidida de quienes son capaces de valorar la convivencia civilizada como estadio superior de la existencia y espacio asegurado de justicia y progreso humano. Por eso se implanta y pervive en tan escasa naciones, mostrando debilidad a causa de la ignorancia masificada, la corrupción o la avaricia de tantos que se mueven en la impunidad. Por eso, los desgarros o grietas sangrantes sin cerrar, constituyen objetivo de penetración de los variados fanatismos ideológicos y religiosos, nunca arrinconados y ahora  parece que implantados a través de sofisticados medios de comunicación masiva que terminarán inexorablemente por destruirla.

   Observar la devastación dejada por la clase política corrupta, tras las elecciones, produce no solo desasosiego sino desesperanza. Vengo hablando de corrupción que he visto, palpado y vivido muy cerca desde hace treinta años. Corrupción no solo económica, sino también moral, de la moral social y de la otra. La corrupción del relativismo que todo iguala, del buenismo ideológico equidistante y conciliador hasta la estupidez, de la indiferencia y el amparo de lo trasgresor, de la comprensión de lo imposible. Pero nunca pude suponer no solo la torpeza sino el desinterés colectivo ni tan siquiera en la minoración de sus efectos, el acorralamiento social de los culpables y en la medida de lo posible la destrucción u obstaculización de los instrumentos utilizados en las fechorías. Y ahora explota en la línea de flotación del sistema, haciéndole perder el rumbo de una ruta razonable de futuro. Y ahora ¿qué se puede y debe hacer?

   Ya me dirán si resulta que Iglesias, un soberbio marxista leninista más peligroso que el nacionalismo independentista – aunque con puntos de conexión más que aparentes-  agente esencial en Europa de los modernos totalitarismos populistas y teocráticos, se permite insultar, menospreciar o ridiculizar a los hacedores de la democracia española, sólidos estadistas como González o Aznar. O repartiendo certificados de buenos y malos. O presentando un gobierno de individuos que en Nación avanzada no pasarían de menesterosos a cargo del sistema, pero que ya cuenta nada menos que con un Teniente General, conocedor de los secretos de la Defensa Nacional. Que desastre. Y lo hace en la impunidad de quien conoce la debilidad del Estado, su ordenamiento jurídico y su Justicia. Y que es capaz de seguir avanzando a la conquista del Estado, llevado en volandas con el voto de un sector de la sociedad que ignora el privilegio de una sociedad opulenta, próspera y tolerante, pero condicionada por odio, resentimiento y envidia que lastra desde el pasado al presente, y parece que el futuro. Y encuentra en el camino, un socio o compañero de viaje más torpe que lúcido, más ambicioso que juicioso. Un Sánchez desubicado cuyo único programa parece ser desalojar a Rajoy de Moncloa a costa de hundir su Partido y la Nación entera, aprovechando también la debilidad del socialismo, tras el azote ZP y en sus horas más bajas y de resultados electorales más tristes. Un Sánchez descarado que se presenta ante los suyos como una esperanza, olvidando la losa gigantesca del saqueo andaluz durante treinta y cinco años y la participación en los desmanes del tripartito catalán, comandado por el nefasto Montilla.

   Y en esto que se juzgará a una Infanta de España porque la justicia es igual para todos, excepto para la famiglia Pujol o la casta de los ERE´s y conexiones. Y mientras, la deuda impagable, el Estado insostenible y el paro insoportable. Y el sueño europeo que perderá seguramente la libre circulación en su territorio – no digamos sus pretensiones de unión política federalista- agobiada por la desbandada oriental, salvo que pierda su propia identidad por el abandono de Gran Bretaña.
   
Pero aquí, todo el empeño se pone en transformar el sistema desde la libertad al populismo bolivariano y peronista, miserable y autoritario, rearmado con los principios totalitarios del leninismo. Se abandona en consecuencia la vía civilizada y razonable del regeneracionismo, único camino hacia el progreso. Insisto en quizá unas nuevas elecciones, a modo de segunda vuelta, hiciera reflexionar al irreflexivo pueblo español.      


      

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