Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 9 de octubre de 2014

La Opinión Independiente de Javier Pipó


EL BANCO DE SUSANA
Javier Pipó Jaldo
9 de Octubre 2014 


Desde hace tiempo sostengo como este es Régimen que se sucede así mismo, rejuveneciéndose una generación tras otra, con un libreto seguido al pie de la letra por quienes hoy ya pasaron de flechas a jefes de campamento y mantienen incólume el legado de sus mayores y la protección de sus distintos intereses, casi nunca sociales, casi siempre patrimoniales. Poco importa los escasos y perfectamente descriptibles avances sociales o económicos logrados en más de treinta años de gobierno unidireccional, porque el pueblo andaluz siempre agradecido, recompensa con su voto la seguridad que proporciona un sistema providencialista, experto en potenciar los instrumentos que en cada momento afianzan la paz administrada y costosamente mantenida.

Pero claro, son ya al menos dos las generaciones pasadas, tantos años como el general Franco y, en términos relativos, los avances quedan diluidos en una España de desarrollo equiparable a los países europeos tras la crisis de 1973. Por eso, y una espesa corrupción que tapona cualquier necesaria salida hacia el progreso, necesita extraer de la factoría ideológica de las sorpresas, alguna que suponga un alargamiento de la carrera en persecución de la utopía. Y hay que reconocer que en el presente caso acertaron en la audacia de la elección. Porque eligieron nada menos que la creación de un "banco público". Es decir, poner en funcionamiento un banco, seguramente banca comercial, cuyo capital, ya veremos de donde pueda salir, sea propiedad de la Junta y cuya gestión y responsabilidad solo a ella corresponda.

Es verdad que de lejos, se percibe la presión seguramente perentoria, de sus socios comunistas que exigen una estructura ajena a lo que llaman sin causa neoliberalismo, y más cercana a los modelos sovietizados que como hongos se esparcen por la América Latina del subdesarrollo y la pobreza. Es el peaje de la alianza con los liberticidas y no con los muchos que aun desean y aman la democracia parlamentaria y representativa. Al fin y al cabo esos socios saben que el futuro, no muy lejano, corresponde a fórmulas cercanas al sistema que procuran, porque la población ya está casi madura para la larga marcha. Esperen y vean como el nuevo apóstol de la revolución pendiente llegará castizamente, con coleta y en olor de multitud, incluso con elecciones impecablemente democráticas y no la pocilga venezolana. Este pueblo ha sido concienzudamente anestesiado mediante el buenismo ideológico, la escuela y los poderes mediáticos, en la sumisión y el miedo a la libertad. Vean el espectáculo chusco del perro con ébola y los mascoteros solidarios cantando “excalibur somos todos”, como antes se cantó “vivan las caenas”. Es el precio de la libertad, aunque a veces parece carecemos de medios para mantenerla. Nada más duro que el aprendizaje de la libertad, decía Tocqueville. Nada más duro que el mantenimiento de la libertad.

Y fíjense el momento elegido para la pretensión. Tras el espectáculo gigantescamente gansteril del saqueo de las Cajas, del conocimiento de la larga lista de los beneficiados por el expolio. Cuando aún no se investigó el practicado por todos los partidos, representantes institucionales y agentes sociales, en el resto de las entidades financieras similares, vienen desde la Andalucía profunda solicitando un nuevo experimento, un nuevo castillo de fuegos artificiales.

Y claro, es el momento de echar la vista atrás y comprobar que la existencia de bancos estatales es cuestión aceptable dentro del juego democrático, entre un liberalismo que no teme la presencia del Estado en la vida económica, como elemento   de corrección e impulso y una socialdemocracia que para nada reniegue de la economía de mercado. Es decir, de protagonistas que crean en la libertad como valor base. Porque puede y en ocasiones debe el Estado tener una intervención subsidiaria para desarrollar líneas de crédito no atendidas por el mercado. Así ocurrió con éxito espectacular en la larga y fructífera lista de Bancos públicos desde el último tercio del siglo XIX. Desde 1872, con la creación del Banco Hipotecario, a la Caja Postal en 1909; del Banco de Crédito Local en 1925, a los éxitos y el prestigio del Banco Exterior de España desde 1928, siempre dirigido por las mejores cabezas de la ciencia económica. O el papel esencial en el desarrollo agrario del Banco de Crédito Agrícola a partir de 1962.

Banca pública que tras prestar servicios impagables a la economía española, comienza su declive en el tardofranquismo hasta que entrada la democracia hay un entendimiento entre las dos principales fuerzas democráticas para dar la puntilla definitiva a tan importante trayectoria. Al principio de la década de los 80, la Banca pública otorgaba el 20% del crédito, pero en 1991 es Felipe González quien impulsa la Corporación Bancaria Española, luego Argentaria, que agrupando las citadas entidades y otras, las llevaría dos años más tarde a su desaparición, mediante privatización.

¿Es que la Presidenta Susana desconoce la historia? ¿Qué pretendería con ese paso, aparte contentar a quien la sostiene?¿De nuevo quiere propiciar la “presencia social” de cantamañanas en el órgano rector del Banco Público? Parece como si quisiera ignorar el momento crucial de especial sensibilidad puesto en la actualidad nacional por otro gigantesco escándalo de corrupción, iniciado en 1985 con la llamada Ley de democratización de las Cajas. Cuando todavía sigue su curso el sumario de los ERE, o el fraude de la formación. O las inacabables noticias sobre el fraude de una Administración que parece sobrevivir autoalimentada de sus propias mentiras y de las fantasías de telesur. Si fracasa el modelo de reproche jurídico, vamos camino de ello por la eterna duración de los sumarios, los procesos y las sentencias firmes, será el fracaso de la democracia de 1978.

Pero hay un modelo peor. Es el modelo comunista de gobernación. Ahora aparecen como demócratas, circulando con cierta moderación por los pasillos del poder. Esperan la santa alianza con los que cantan sin cesar en las plazas himnos revolucionarios hasta la hora de hacer posible la utopía de eximir de responsabilidad social al individuo, para ser asumida por el Estado. Y también de su libertad.

Ya me dirán para qué queremos entonces un banco

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