EL ABISMO
Javier Pipó Jaldo11 de Octubre 2014
En modo alguno sentiré comodidad
al terminar de redactar estas líneas repletas de preocupación por lo que está
sucediendo en mi país, en España, donde hace años se decía que nunca pasaba
nada. Ahora sí y mucho, porque hemos pasado desde creer en el modelo de
convivencia surgido con la Constitución como ejemplar, a sentir vergüenza y
repugnancia por la amplitud que toma esta pocilga institucional que ha
resistido 36 años el saqueo sistemático, hasta la ruina.
Miren, a mí, la corrupción que
envuelve el régimen populista andaluz no me sorprende en absoluto. He asistido
desde dentro y desde hace 30 años, al desmantelamiento concienzudo de los
instrumentos de control y a la expansión sin límite de una política miserable
de ocupación sistemática hasta los alvéolos de las instituciones sociales y económicas,
naturalmente en provecho propio y de las organizaciones a quienes decían
representar. Contaba con pelos y señales, pero el bienestar, la comodidad o el
egoísmo hacían imposible entender tanta desgracia, así que en mi reducido círculo
resultaba más atractivo mirar para otro lado y tachar los relatos como
exagerados y siempre pesimistas.
Al menos, como consuelo,
elaboraba mentalmente la tesis de que el caso andaluz era singular, producto de
una situación explicada por la historia, el subdesarrollo y el pésimo
funcionamiento de una oposición política que nunca acertó a conectar con un
pueblo necesitado de liderazgo para el gran salto hacia la libertad y la
prosperidad. Cuando encontró líder de cierto fuste, era demasiado tarde porque
la malla de corrupción envolvía no solo a promociones de políticos sino también a los agentes sociales,
económicos y creadores de opinión. Opinión pública ciertamente muy débil,
surgida de una población mayoritariamente educada en la cesión permanente de su
autodeterminación y de su dignidad para confiarla a un Estado protector que la
asumía, pero a cambio de disminuir la libertad y la dignidad colectivas. Un
pueblo anestesiado por la dependencia de los poderes públicos y sin más
horizonte ideológico que la “educación para la ciudadanía” y la “memoria histórica”
no puede ser crítico con los parámetros de su destino.
Pero claro, cuando sucesivamente
los escándalos de corrupción y saqueo se esparcen sin fin por todo el
territorio nacional, entro en fase terminal de confianza en el sistema, incapaz
de detectar, reprochar y castigar con dureza tanto desmán. Y ahora pienso que
quizá la fase terminal corresponde al sistema mismo que difícilmente será capaz
de superar un envite del tamaño que intentamos digerir.
Miren, ahora resulta que el
Estado de las Autonomías servía para fraccionar los campos de decisión política,
conforme a intereses bastardos, que disimularan el latrocinio minucioso de la
peor y más acanalla clase política de la atormentada historia de España. De la
peor Historia de España donde las nuevas generaciones conocerán como la elite
dirigente, educada muchos de ellos en prestigiosas universidades, robaban sin más,
sin límite, legalmente, fácilmente, porque siempre fue así, porque se lo merecían.
Y esa filosofía tremendamente criminal ha afectado al sindicalista que decía representar
al trabajador y al experto financiero, al pequeño empresario que nunca vio
mejor oportunidad y al administrador de la Corona, símbolo de la unidad y
permanencia del Estado. Y entonces ¿Qué nos queda? Nada, no queda nada. Ni
siquiera la Justicia para reprochar y mandar castigar el peor delito de quien
circula por el poder, el delito de traición a la Nación española. Cuando se
lleve ante la Justicia tanto ladrón, si se lleva, se instruyen los sumarios, si
se instruyen, se juzgan y se pronuncian sentencias definitivas muchos de ellos
habrán desaparecido, otros estarán fuera de edad penal y seguramente una mayoría
quedará impune. Pero claro esta Justicia que funciona a golpes, de vez en
cuando, nadando entre papeles, con medios escasos y con sistemas de vigilancia
e inspección de andar por casa, presume de enormemente garantista porque así lo
determina el ordenamiento jurídico procesal anquilosado por quienes no les
interesa su modificación. De manera que las garantías funcionan como un reloj,
alargando innecesariamente los procesos, para quienes vulneran descaradamente
las reglas de juego de un Estado mínimamente civilizado, pero desaparecen para
la protección de un sistema atacado sin piedad por asaltacaminos que conocen la
debilidad del sistema y la fortaleza de su impunidad.
Pues no cesan de preparar el
programa de PODEMOS que ante la debilidad del Estado producto de la crisis
económica que en absoluto cesa, los nacionalismos corruptos y la putrefacción
del sistema político y social, llegará en olor de multitud hasta la cúspide del
Estado. Entonces comenzará el nuevo ciclo de otro tipo de corrupción en manos
de una vanguardia de iluminados.
¿Qué espera el Rey para lanzarse
a desempeñar el papel que le asigna lo que queda de Constitución? La corrupción
la tiene en la puerta de su despacho ¿Qué esperan los partidos mayoritarios para
un Gobierno de salvación nacional? Que se dejen de “cuentas transparentes” que
nadie cree. Es el abismo, estúpidos.
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