LA DEFENSA DE ESPAÑA
11 de Enero 2014
Fíjense que incluso hablar de la
defensa de España resulta políticamente incorrecto.
Quizá la defensa del país o
del Estado resulte mejor para evitar ser tachado de ultra – parece sustituir a
facha – en los mentideros donde se cuece y digiere, mejor que dirige, la
política nacional.
Pero claro, si la Constitución
está vigente solo en los pasajes considerados menos incisivos o más útiles en
el nuevo orden ideológico y sentimental, sería casi de exilio el pretender
sacar a colación las primeras veinte palabras de su artículo 2º o las nueve
primeras de su artículo 3º y su párrafo 2º, o el artículo 4º completo y no
digamos el primer párrafo del artículo 8, sobre el papel constitucional de la
Fuerzas Armadas. De manera que aquí, lo procedente es ver, oir y callar y
fantasear con los días de vino y rosas que nos esperan en el renacer económico.
Para qué quemarse la sangre escuchando mensajes negativos, agoreros, de
correveidiles guiados por intereses espurios y ajenos al sentimiento de la mayoría.
Bueno sí, UPyD hace la defensa
más tajante de la unidad nacional y de España como Nación, pero no conozco nada
más de su ideología, de sus valores, de sus principios y me permito hasta poner
en duda si es marca blanca de algo o de alguien.
Y nadie debe esperar del PSOE un
gesto de generosidad o patriotismo porque se encuentra inmerso en la busca de
su propia identidad, incluso ideológica. Ahí lo ven, enredado en la defensa del
aborto creyendo encontrar en ello la síntesis de la dialéctica progresista. Solo
se mueve con soltura como errante contumaz del error. Pretende hasta ignorar que en democracia deben prevalecer las instituciones sobre los liderazgos, pero hasta en su hallazgo se equivoca.
¿Y el PP? Pues ya lo dije alguna
vez. Como la naturaleza humana, física y moral a la vez. En el PP, su
naturaleza física equivale a lo que es y su naturaleza moral, a lo que debe
ser. Pues eso, algo así. Pero ¿como definir o narrar lo evanescente? Pues muy
difícil, porque lleva dos años buscando tanto lo que desea que ha perdido el
deseo de lo que busca, viniendo a confirmar lo que decía Napoleón: nada tan
difícil como decidirse.
Pero debe hacerlo porque España
debe ser algo más que un mercado, que una prima de riesgo que un espacio para
el intercambio económico.
Claro que lo es. Una Nación con
siglos de historia común, con códigos de conducta heredados del pasado, con un
riquísimo patrimonio cultural, tecnológico y económico. Con modelos sociales o
moral social que maravillosamente describió para el siglo XIX Aranguren y que
desgraciadamente no puede describir para el XXI, pero suponen la íntima tensión
hacia adelante de una patria hermosa y llena de posibilidades.
La Patria que hizo posible el
Siglo de Oro o el esplendor del Barroco o la ampliación de los horizontes
americanos y la grandiosidad universal de los Austrias y el sentido del Estado
de los Borbones. Que vió nacer y crear genios como Calderón o Quevedo o
Lope o Gracián. O místicos como Teresa
de Ávila o Juan de la Cruz o definidores de cristianismo ecuménico como Ignacio
de Loyola. O ilustrados como Jovellanos o Campoamor y el krausismo de Giner y
la Generación del 14 con Ortega o el gran Zubiri.
Y esa Nación no puede tener más
pasado que futuro por mucho que su modelo de Estado medio diseñado en la
Constitución, esté inmerso en una crisis de solvencia casi irreversible de
raíz estructural.
La Nación española está ahí, para
quien quiera reconocerla, amarla y defenderla.
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