LA AZOTEA
EDUCACIÓN EN DEMOCRACIA
22 de Mayo 2013
Cuando en estos días se discute hasta el
aburrimiento sobre educación, los que no somos especialistas pero consideramos que sólo es posible la convivencia
civilizada con educación integral de ciudadanos
sometidos a leyes sabias que se cumplan, recordamos entusiasmados a J.J. Rousseau. Y resulta curioso como un
pensamiento articulado a mediados del siglo XVIII puede mostrar doscientos
cincuenta años
después,
frescura y aplicación tan ajustada. Seguramente porque aún no logramos vivir nuestra Ilustración. Seguramente porque gran
parte de nuestros creadores de opinión confunden intencionadamente educación con instrucción.
Para Rousseau no existe más que el camino de la educación, donde los hombres abandonan
el papel histórico
de siervos para convertirse en el muy valioso y escaso de ciudadanos libres.
Libertad que les hace dueños de su destino y detentadores orgullosos de la soberanía. Todo un moderno programa para
una sociedad democrática como la nuestra, donde no cabe la ignorancia que
conduce inexorablemente a servidumbre y pobreza y donde debe tenerse la certeza
que sólo
mediante la educación se asciende a vivir el progreso en libertad.
Por eso, produce bochorno
asistir al espectáculo
peligroso, antiguo y reaccionario de nuestra clase política, ajena a los
requerimientos de la historia, el pensamiento y la sociedad global, discutiendo
la periferia educativa, la marginalidad del sistema, la innecesariedad de la
burocracia en el aprendizaje.
Aquí, desde la finalización del franquismo no ha
existido otro modelo educativo que el impuesto por la izquierda y sus mayorías. Y el modelo fracasó rotundamente, seguramente no
por ser de izquierda, sino por sus errores, dogmatismo e ideologización. Seguramente, porque como
dijo Séneca,
nunca es fácil
el aprendizaje de la virtud. Pero claro, de eso a considerar que hasta la
virtud es patrimonio de la izquierda, va un trecho. Es imposible soslayar que
también en
educación
hemos conquistado los últimos lugares, como resulta del Informe Pisa, a pesar de
duplicar el presupuesto en diez años. Produce vergüenza que el 25% de abandono
escolar duplique la media de la UE.
Vengo manteniendo tenazmente
que la Transición
constituyó un
período
de paz y avance como casi nunca conoció nuestra historia. Pero dos generaciones después se muestra un vía crucis sembrado de minas
preparadas para explosionar. Y sin dudarlo afirmo, que dentro del error del
fallido Estado de las autonomías, transferir la educación fue la mayor y más lesiva de las concesiones. Claro, los reaccionarios e
inmoderados nacionalismos reclamaron con pasión y sin argumentos sólidos y ahora defienden
agresivamente, todas las competencias en materia educativa. Es la lógica del siniestro camino
hacia la disolución de
la Nación
española,
porque la escuela nacionalista ha sido desde 1975 fábrica perfecta e incesante de
odio militante y de enemigos activos de cualquier pretensión unitaria de Nación.
Y la extrema izquierda, el
comunismo, que desde la caída del Muro no encuentra espejo para apreciar sus virtudes,
ahora se entusiasma con la cochambre del castrochavismo, cuando ningún criterio podrá aportar fuera del
totalitarismo. Ignoran intencionadamente
el aserto de Confucio "donde hay educación no hay distinción de clases". Es la
clave. Pero sí el socialismo democrático que debe buscar entre sus
intelectuales moderados quien sea capaz de pactar con el conservadurismo
liberal y democrático,
la otra mitad de España, un modelo estable, moderno y capaz de generar ilusión y progreso. Y ello con
perspectiva de al menos dos generaciones. El debate que ambas mitades
sostienen es un debate de lo peor del siglo XIX. Que se instalen en el XXI
porque si fracasan, es España la que fracasará como Nación. Y eso, debe importar mucho.
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