INSEGURIDAD SOCIAL
A mi azotea llega el griterío de
los que marcan su territorio en la calle porque desconfían de las
instituciones. Me recuerdan que el Iluminismo, con Rousseau, señalaba a la
pobreza como problema del sistema y no del trabajador. No me hacen olvidar que
desde el Estado Providencia al Wefare State transcurre la historia de una
sociedad que asimila la presión de instituciones y grupos sociales de
vanguardia y alcanza metas de progreso y civilización desconocidas hasta
entonces.
Y es que el Welfare State es democracia, economía de mercado y
bienestar social por el hecho de ser ciudadano y una compleja estructura de
prestaciones económicas, educación y sanidad gratuitas, servicios sociales y
bienes culturales. España, en poco más de cien años desde la creación de la
Comisión de Reformas Sociales al Pacto de Toledo, muestra un avanzado modelo de inteligencia social.
Pero este espectacular sistema de
bienestar social no parece sostenible. Frente al superavit de hace pocos años,
2011 registra un déficit de más de 2.000 millones. La crisis se ha llevado por
delante a 200.000 empresas muchas de ellas con cotizaciones debidas. También a
2,5 millones de cotizantes, reducidos a casi 17 millones y contribuyendo en
menor cuantía, porque más de tres millones son parados que además de cobrar
prestaciones sus cotizaciones son pura ficción contable. Y el Fondo de Reserva
sólo podría aportar 3.000 millones al año. Además el Estado agrava los
desequilibrios internos del Sistema pues, ante su incapacidad para financiar la
universalidad de las prestaciones constitucionalmente exigibles, le obliga a
pagar el complemento de mínimos, la atención sanitaria en accidentes de trabajo
o las bonificaciones a la contratación de trabajadores. En total casi 10.000
millones. Pues nada, a emitir deuda que
comprarán los odiosos mercados, para pagar el Estado del Bienestar. Y a seguir
nuestra imparable marcha atrás, de éxito en éxito hasta el fracaso final.
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