Artículo que será publicado por el Diario ULTIMA HORA de
Palma, el próximo sábado día 23
UNA NOCHE EN LA ÓPERA
Julián Delgado. Escritor
Hace unos días asistió en el Liceo
a la representación de La Traviata el Molt Honorable president Jordi Pujol. Lo
hizo en olor de multitud. Recibido por el presidente del Patronato, quien le
acompañó al palco de la Generalitat, fue admirado y ovacionado a su paso por el
distinguido público. El president disfrutó del drama de la cortesana de postín,
Violetta, que abandonará a su amor por continuar siendo libre. Buena parte del
pueblo catalán no renunciará nunca al culto a su venerado líder porque fue evangelizado e hizo suyo el
conjunto de creencias de la fe nacionalista y persigue el paraíso
independentista.
Jordi Pujol ha sido acusado por la
justicia de ser el capo de una organización criminal compuesta por la familia
al completo, amasó una fortuna desmedida a costa de décadas de mordidas, el
famoso 3%, aprovechó su situación privilegiada en la política para hacer
millonarios a sus siete vástagos. Pero la corrupción patriótica no es
considerada tal por sus fieles. Pujol se ha convertido para ellos en un ser
mítico, más inimputable que su otrora amigo el Rey Juan Carlos cuando aquello
de Tranquil, Jordi, tranquil.
Cuando la Justicia española tuvo la osadía de tirar de la
manta, lanzó a su peón de brega, Artur Mas, a las justas del procés con el objeto de escapar de esos
jueces y disponer de su propia Justicia. El verdadero legado de Pujol es
tóxico: la ruptura de los pilares de la convivencia con el resto de España, el
fraccionamiento y ulsterización de la sociedad catalana, su empobrecimiento por
la huida de empresas e inversiones, la prisión para varios de sus seguidores,
dejar como sucesores a unos inútiles delirantes cegados por el fanatismo, legar
una herida abierta de difícil cicatrización.
Muchos se preguntan por qué el rey
Juan Carlos, que no está formalmente acusado de nada, ha tenido que abandonar
España y sufre el acoso de algunos medios y de buena parte de la clase
política; y otros altos cargos acusados de corrupción fueron condenados
mientras las causas abiertas al Molt Honorable, que supera a todos en capital
distraído, duermen el sueño de los justos (es un decir) en los cajones de los
juzgados y él se pasea por las calles a diario sin que nadie le moleste.
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