LA AZOTEA
LO QUE ESTÁ LLEGANDO
4 de Diciembre 2020
El
paso del utopismo a la ciencia, ni por asomo se lo plantean estos burdos
progresistas del sanchismocomunismo. Ellos están en la sangría constitucional y
a la vez preparando a las nuevas generaciones para el vaciamiento intelectual
de sus aspiraciones. Ahí tienen el barullo hortera de la nueva Ley de
Educación, como si el socialismo no hubiera de ser planteado también en esta
época en términos de educación integral e investigación científica.
Pero
ni siquiera el tosco y vulgar Iglesias ha sido capaz de advertir a su pupilo
político Sánchez – el prestigiosos estadista europeo- que la ciencia nacida de
una población educada y culta es profundamente revolucionaria porque es
creadora, transformadora. No se engendra el cambio directamente por la cultura
sino por su aplicación, que es acción, decía hace ciento ocho años Jaime Vera; quizá
suene al profesor interino. Pero ellos han empezado primero por la acción,
seguramente para acelerar la transformación hacia una sociedad igualitaria,
pero bolivariana, inmersa en la pobreza y el desconocimiento. Necesitan la indigencia
y la ignorancia para su permanencia en el poder. Una sociedad inculta resulta
vulnerable a los asaltos bucaneros del totalitarismo, sostenido entre los quejidos
de la dependencia.
Pero
no crean que solo deriva la educación y en consecuencia la ciencia. Derivan, así
mismo, los principios y los valores de una sociedad hasta ahora, enraizada en
el cristianismo como eje civilizador y sustentador del dinamismo occidental en
todos sus campos y manifestaciones desde el arte a la literatura, desde la
ciencia política al pensamiento, desde la sociología a la acción trascendente. Y
en ellos quedó basada la estructura del pensamiento liberal, de la razón
ilustrada, de la lógica y el empirismo. Pero la presencia agobiante del
sanchismo está ya presente en los más recónditos rincones del sistema,
dispuesto a su arrasamiento sistemático y concienzudo.
Decía
Fukuyama que toda democracia liberal precisa de un Estado fuerte, unido y que
vele por el cumplimiento de la Ley; y de una sociedad fuerte y cohesionada,
capaz de pedir cuentas al Estado. Pero es, que la banda sanchistacomunista
desprecia el Estado liberal y su Constitución que culmina doscientos ocho años
de gloriosa Historia constitucional iniciada en Cádiz. Y se dicen demócratas,
sí, pero de democracia popular. De un Estado populista que prevalece sobre una sociedad
sometida, dirigida por una elite de iluminados. Por eso horadan el sistema,
atrofiando sus Instituciones hasta hacerlo diferente y adaptado al objetivo de implantación
de una democracia popular o hasta donde puedan llegar, que no duden porque no
será poco.
Miren,
la democracia restablecida por la Constitución de 1978 está en decadencia
acelerada, casi en precolapso, y ya hasta alguno de los muchos ansones que
alimentaban el optimismo estéril, observan como cada día se degrada su hermoso
catálogo de derechos y libertades. El fallido golpe de Estado de febrero de 1981
fue ejemplo de como la fortaleza de un Estado democrático y unido puede en poco
más de dos años de rodaje, fulminar un putsch estúpido y rudo, sin causa. Pero
39 años después, se produce otro fallido, por ahora, golpe de Estado
secesionista en Cataluña y sus protagonistas juzgados y condenados, van a ser
indultados por sus cómplices instalados en el Gobierno de la Nación, en una
suerte de golpismo encubierto y políticamente letal. Pero en Cataluña se ha
venido preparando el terreno directo para la independencia durante esos años, a
través de la escuela, la Universidad, los medios de comunicación, el
empresariado cómplice, la burguesía desnortada, los pulpitos desbocados. Y volverán
a intentarlo en cuanto salgan. Y ya casi madura, la sedición también en el País
Vasco. Y ya veremos si no germinó el ejemplo en otros territorios de la otrora
Nación española.
Y no lo tendrán difícil porque resultará impune y las bases ya se establecen a marcha acelerada; el derribo está servido aprovechando la tragedia del Covid19. A la Constitución se le insulta y desprecia con frecuencia muy preocupante. Al Rey se humilla, incluso exigiéndole conducta determinada o con acompañamiento ridículo en presuntos viajes de Estado. El Poder judicial a punto de ser asaltado con jueces sensibles a la causa y su Órgano de Gobierno paralizado mientras no entre por el aro de lo políticamente necesario. El español, camino de ser eliminado como lengua oficial del Estado; la televisión pública en sesiones inacabables de adoctrinamiento progresista con descaro que ni Arias Salgado hubiese osado. Claro, el Parlamento goza de mayoría anticonstitucionalista, antidemocrática, antisistema y contraria a los intereses nacionales, apoyada por algunos tontos útiles de libro. Pues se avecina oleada irresistible de pensamiento único, de moral única o más bien de amoralidad maquiavelista, de la mano de un Estado intervencionista e irrespetuoso con las libertades individuales y colectivas. Y la derecha, pues en el diálogo de sordos. Pues eso.
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