Será publicado en el Diario mallorquín ULTIMA
HORA, el próximo sábado día 13
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AGITADOR QUE MINISTRO
Julián Delgado. Escritor
En Palma, en 1977, organizamos unos cursillos de sexología en la
Fundación Dragán, el Instituto Europeo de Formación Permanente, que estaba bajo
la dirección de Jaume Mateu, insigne mallorquín que tanto hizo por el
desarrollo empresarial de su tierra. Contacté con el Front D´Alliberament Gay
para ofrecerle su participación en los cursillos, absolutamente avanzados para
el momento. En 1998 publiqué una novela, El
sable roto, que denunciaba la persecución, ejercida con la más cruel
brutalidad, y la tragedia personal y colectiva que padecieron los homosexuales
durante el franquismo, libro que presenté en la sede de la LGTBI de la calle
Fuencarral en Madrid. Digo todo esto para que nadie dude de mi posición al
respecto.
La marcha del Orgullo del pasado domingo representó todo lo
contrario del ideario de aquel Front: un movimiento que promovía la tolerancia,
la convivencia, la diversidad frente al gueto en el que la sociedad les había
confinado. Más de cuarenta años después, el movimiento se ha convertido en
sectario, dogmático y excluyente; un movimiento que autoriza o veta a partidos
por su ideología. Han invertido los valores, han pasado de excluidos a
excluyentes, de víctimas a victimarios.
El colectivo LGTBI, como el feminismo radical y otras minorías, han
sido secuestrados por la izquierda extrema, que otorga carnés y autoriza
quiénes y cómo defenderán sus derechos; y establece la estética de la marcha:
histriónica, ramplona, provocadora, con la que muchos homosexuales no se
identifican.
Las agresiones de que fueron objeto los representantes de Cs.,
utilizando botellas, orines, escupitajos e insultos de todo tipo incluso el de
un culo peludo amagando defecar ante los repudiados, constituyeron una infamia
más de esa extrema izquierda que es hoy una ridícula caricatura de la
revolución que nunca llegó a realizar.
Si
el ministro Grande-Marlaska tuviera una pizca de dignidad, habría dimitido ya.
No se puede azuzar a los vándalos señalando el objetivo. El ministro sabe
perfectamente que no puede permitirse justificar y alentar agresiones
callejeras y que señalar a alguien con el dedo frente a la turba puede tener
consecuencias graves. Y quien lo hace nunca puede considerarse inocente.
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