La
Azotea
EL
DECLIVE
8
de Mayo 2018
Este país, seguramente España, parece haber perdido el
rumbo. Es verdad que hace mucho tiempo, tanto como de progreso y libertad. Aunque
no se si esto, desde el punto de vista del sistema democrático tiene mucho
sentido. De manera que una Nación ilusionada como pocas, que ha salido casi
indemne de la oscuridad, tras cuarenta años de espaldas al parlamentarismo
representativo y a los derechos del ciudadano; que ha modificado radicalmente
los parámetros del desarrollo económico y el bienestar social; que disfruta una
Constitución envidiable, ejercida y defendida con vigor, poseedora del más
importante y moderno catálogo de derechos individuales, colectivos, sociales y
económicos de Occidente; y que nadie lo dude, cuando se encuentra más integrada en el modelo europeo de vida desde
tiempos de Carlos V y, paradójicamente, se deshace en una crisis de valores y
principios sin parangón, seguramente,
desde hace más de un siglo.
Pero tras el hundimiento moral de 1898 y la generación
que lo definió, surge la del 14 y su racionalismo, con europeísmo, cientifismo
y republicanismo, que la hacen bascular entre el liberalismo y el socialismo.
Eso sí, repletos de vida, de ideas brillantes que traspasan nuestras fronteras
y producen hasta resquemor en los centros intelectuales europeos. Pero ahora,
¿dónde están? ¿existe esa interminable nómina de gloriosos como Ortega, Azaña,
Américo Castro, D´Ors, Marañón, Pérez de Ayala, JR Jiménez, Jiménez de
Asúa o Falla? ¿es capaz la vida intelectual española de redescubrir el
regeneracionismo? ¿O acaso España sigue siendo la anomalía? que decía Salvador
de Madariaga en su España.
No creo sea ahora posible el regeneracionismo
purificador porque no es tiempo de pensamiento ni de reflexión, sino de acción
pura. Es decir, de impulso aunque no se sepa hacia ni hasta donde; tiempo de
realidad virtual que hace posible hasta la criptomoneda o tiempo de la llamada
sociedad líquida, de la modernidad líquida, que definió Bauman. Claro, y de
populismo que todo lo invade y de todo se apodera, hasta que devore la propia
fuente que lo genera. En esta hora, hasta el liberalismo conservador otrora
medido incluso en su expansión verbal, siente la tentación populista y a veces
confundido con el socialismo más o menos moderado, crea mitos e ilusiones que
embarcan al gentío en aventuras tan inútiles como imposibles.
De manera que huidos nuestros intelectuales y
pensadores solo nos queda la compañía inseparable de tertulianos,
suministradores de potitos ideológicos que bien administrados están demostrando
ser eficaces para dar vuelco hacia el pasado a esta vieja Nación, ya cansada de
tanto ajetreo en el tiempo de ida y vuelta de su Historia a veces gloriosa y
tantas veces tan encanallada como miserable. Y ahora parece caminamos de
tránsito entre una y otra, solos, porque hasta Europa parece debatirse entre su
pasado de vanguardia a su nuevo rapto por el Dios/Estado de los extremismos,
tan opuestos como iguales en su arrasadora y totalitaria pretensión
hegemónica.
No veo luz ilustrada por lugar alguno de mi patria, que
creía común e indivisible, sino mensajes odiosos expandidos por medios de comunicación
al servicio de esos poderes hegemónicos; intelectuales bien pagados al servicio
del regreso; universidades en la retaguardia del progreso, regidas por
iluminados con más ideología sectaria que ciencia; burgueses, empresarios y
algunos circulos económicos, al servicio de
causas perdidas y estúpidas que en modo alguno heredaron del pasado y
que a buen seguro avergonzarian a los antecesores; políticos con el deber de
gobernar que hace tiempo perdieron la dignidad del cargo y de la representación
que ostentan. Y una clase media, a punto de perder la posición de mayoría
silenciosa y que ahora se refugia en el anonimato para llorar el silencio que
produce el temor y el miedo a que la herencia recibida de sus mayores, repleta
de progreso y libertad, no pueda ser transmitida a las siguientes generaciones.
Pero hay que seguir manteniendo y expandiendo la idea de Nación y el amor a
la libertad. Y ser capaces de sentir vergüenza al escuchar etarras hablar de
disolución, en presencia de morralla peneuvista, siempre al lado y al servicio
de los totalitarios asesinos. Y al poder, convenciendo al gentío de la derrota
de ETA, cuando está más representada que nunca en la vida parlamentaria, en las
instituciones, en los medios, en la influencia interna y externa, en la Navarra
que madura, en la Cataluña batasunizada que triunfa clamorosamente en los foros
internacionales, en espectáculo más bananero que europeo. Como si hoy el matar
fuese instrumento de cambio revolucionario y no la educación desde la escuela
primaria, la presión social al mejor estilo nazicomunista, la movilización
social instrumentalizando incluso el sindicalismo y la agitación – el agiprop-
en técnicas hermanadas de comunismo y nacionalismo reaccionario. Pues que Dios
nos ampare.
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