Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

viernes, 9 de marzo de 2018

La Opinión de Javier Pipó


La Azotea

LA TRIBU Y LA LIBERTAD

9 de Marzo 2018



        Que estamos viviendo el más feroz ataque de “los enemigos de la sociedad abierta” no me cabe duda alguna, y desde luego voy más allá de las ideas del historicismo determinista criticado por Popper en su monumental obra, guía filosófica para sortear los pilares del totalitarismo y transitar desde la sociedad tribal y en consecuencia cerrada, a una sociedad abierta de ciudadanos libres. Por eso me muestro animado y feliz por la reciente edición de La Llamada de la Tribu del gran Vargas Llosa, dotado del vicio de escribir; de prosa luminosa, grandiosa, con una claridad expositiva que hace fácil la comprensión al no iniciado en su contenido y le incita la curiosidad por profundizar en el relato.

        Este viejo y arrepentido militante comunista de la tribu Cahuide, capaz de simultanear el brillo social de sus vicios mundanos, con el amor desmedido por saber y transmitir lo sabido, ha logrado un tratado conciso y accesible y en algún momento emocionante de pasión desmedida por la libertad, tratando de enlazar con la memoria política de “El Pez en el Agua”; caminando desde la fascinación por el marxismo humanista de Sartre hasta el liberalismo de sus “siete magníficos” deshilachados de forma desigual- no es politólogo ni falta que le hace-  pero de enorme interés como esquema inicial y más que suficiente de conocimiento. Ese largo, decidido y entusiasta camino desde el totalitarismo a la libertad, es contado con la minuciosidad y majestuosidad expresiva que caracteriza su español luminoso, produciendo en algunos momentos escalofríos en el lector libre de dogmatismos ideológicos.     

         Y él era consciente, durante el proceso, de cada paso para instalarse en lo liberal se simultanearía con un desprecio creciente de los asesinos guevaristas, totalitarios castristas o desarrapados y casposos chavistas, dirigentes tribales, como tantos otros de antes y de ahora, de América o de Europa y sus servidores de la intelligentsia cultural y mediática. Pero también era conocedor de que la libertad es ajena a la tribu, hasta el punto de que abandonar el sostenimiento de aquélla es tanto como someterse al totalitarismo insaciable, primario, incombustible de quienes la manejan. Y muy consciente de que el primer derecho humano es ser libre y en consecuencia, regresar a la tribu suponía tanto como regresar a las cavernas. Por eso, hace una defensa a ultranza de la era Thatcher a partir de 1979 y su impagable esfuerzo en la preservación de la cultura democrática; predicando a diestra y siniestra la superioridad moral y material del liberalismo sobre el socialismo marxista y autoritario; admirando – aunque con notables diferencias- los mandatos de Reagan, en un extenso y maravilloso espacio de libertad y democracia, tan distinta y distante de la actualidad. Y en su desprecio por el nacionalismo, esa enfermedad senil de la humanidad o como decía Einstein “rasgo primario de millones de estúpidos” causante junto al fanatismo religioso o político, de las mayores matanzas de la humanidad porque es la negación de la cultura, la racionalidad y la democracia

        Y distingue muy bien entre liberalismo y conservadurismo o socialdemocracia; cuestiones distintas, diferentes, aunque puedan compartir valores y mantener coincidencias, como en la Alemania de Merkel. Porque el liberalismo no es dogmático y su armadura capital es la libertad como valor supremo, no divisible, aunque proyectado en todos los ámbitos de la convivencia, desde la economía a la cultura, desde la política a la sociedad. Y propone un Estado fuerte y eficaz, pero no grande, aunque su poder se encuentre descentralizado, salvo en la defensa nacional y la justicia; que asegure el respeto a la ley, la igualdad de oportunidades, la libertad y un orden público seguro. Y no el gigantesco, glotón, débil e ineficaz que nos sostiene. En definitiva, solo el liberalismo nos ha defendido de la inextinguible llamada de la tribu.

          Y para fijar lo que asegura, recurre a siete pilares de la libertad, a cinco de los cuales conoció, trató y aprovechó para su imparable ensanchamiento intelectual. Comenzando por Adam Smith, moralista y filósofo como él mismo se consideraba. Recorriendo ideas cardinales como “la propiedad madre del proceso civilizador” o su teoría de los “sentimientos morales” y su visión optimista de que pese a los horrores, “la bondad prevalece sobre la maldad”. Y desde luego en su paseo por “La Riqueza de las Naciones” fijando la atención en el mercado libre como motor del progreso. Y continúa su análisis con Ortega con jugosas observaciones sobre “La Rebelión de las Masas” o la tan actual “España Invertebrada”; y continúa con “Camino de Servidumbre” de Hayek o el citado Popper o Isaiah Berlin o Aron. Terminando con el socialista y liberal J.F Revel, al que tanto debo, deteniéndose en “La Tentación Totalitaria” publicada en 1976 y su conclusión de que el mayor obstáculo para el triunfo del socialismo, no es el capitalismo sino el comunismo. Apunta así mismo “El Conocimiento Inútil” y esa frase a prodigar de que no es la verdad sino la mentira la fuerza que mueve a la sociedad de nuestro tiempo. Al final, deberíamos concluir con una reflexión optimista y profundamente antigramsciana: no es la intelligentsia la que hace la historia – ni la gente del autócrata y peligroso Iglesias- sino la “gente del común” en expresión de Montaigne. Gracias Vargas Llosa, Nobel y libre, por el amor a la libertad que nos contagia.        

No hay comentarios:

Publicar un comentario