La Azotea
EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN
10 de febrero 2018
Ya
llega, enseguida está aquí la posverdad que presenta la pareja de moda de la
pasarela parlamentaria de San Jerónimo; la gran repelente Margarita Robles- tan
redicha que ahí tienen la sublime necedad de negar apoyo a Guindos por no ser
mujer como ella- y el inefable Sancheiglesias, en nombre del renovado Partido
Socialista Orweliano Español. Prepárense para asistir a un desgarro tan inútil
como melancólico, entre los amigos del odio, la revancha y la estupidez
colectiva y quienes ajenos a lo que sabemos ocurrió hace varias generaciones
somos irresponsables tanto de los horrores cometidos, como de las causas que
originaron las conductas de protagonistas a los que mayoritariamente no nos une
ni tan siquiera la ideología. La reforma, mejor deconstrucción que nos traen de
la Ley de Memoria histórica, obra nefasta de Zapa, bobo solemne de Estado, es
ya digo, una nueva sacudida de la historia de España, necesitada de huracanes
periódicos y arrasadores de progreso colectivo.
En
1917 publica Lenin su biblia, El Estado y
la Revolución, donde se contienen los principios de la doctrina marxista
del Estado. Quiero decir, la doctrina bolchevique del Estado; de lo que sería
lo que ellos llaman la mayoría social que debe constituir el Estado. Y en
consecuencia, en esa doctrina, el rasgo más efectivo no es la lógica sino el
tono moral que impartió al comunismo, donde sabemos es más importante la
actitud moral que el contenido intelectual. Entiéndase, la moral social,
siempre que se corresponda con los intereses de clase y la lucha por el poder. Porque
el comunismo en todas sus versiones y desde hace cien años, es fe y vocación,
militancia y devoción a los principios. Es doctrina e iglesia, donde el
marxismo es la religión basada en principios de moral y el Partido se reserva la
teología del Estado y el sacerdocio del apostolado, dirigiendo el progreso, desde
su puesto irrenunciable en la vanguardia social. Un progreso universalista que
contiene todas las artes y la literatura capaces de integrar una única cultura
al servicio de un único pensamiento. Y antes o después, desde luego el gobierno
y la economía. Es el arte del profeta con la crueldad del fanático.
Por
eso dice Jimenez Losantos, en su monumental e imprescindible Memoria del Comunismo, que la única
forma intelectualmente respetable de acercarse al comunismo es a través de sus
víctimas. De sus millones de víctimas, en la mayor y más perfecta máquina
genocida que conoció la Humanidad, seguida una década después por ese horror
llamado nazismo. Y esa fanática concepción del ser humano, del respeto debido a
su dignidad y a su libertad, es capaz de volver a la actualidad de naciones
como España, en la vanguardia del bienestar social, la ciencia y la tecnología.
Y lo que es peor, traído por la fuerza de los votos; por una opinión de
cobertura de intelectuales orgánicos, incapaces de superar su servilismo
sicopático e incurable; jaleado en universidades y medios de comunicación, ya
calado en los últimos alveolos del tejido social y sus cuerpos intermedios.
Hoy, más que nunca prevalece – en el intelectual colectivo que es el PC- el
perverso concepto cramsciano de Hegemonía.
Y
en eso llega Sancheiglesias y se pone al servicio del totalitarismo comunista,
seguramente en la creencia de poder liderarlo desde su profunda confusión
intelectual; y le ofrece remover las conciencias y las tumbas, los vestigios
físicos e intelectuales; las resistencias a conocer la verdad basada en hechos
objetivos que salpican y mucho a su propio Partido en golpes, asesinatos y
robos, en la etapa más negra y repugnante de la Historia moderna y
contemporánea de España. Y no se le ocurre mecanismo más opuesto a la luz, la
razón, la libertad y la democracia que amenazar con ahogar con penas de cárcel
a quienes sean capaces de criticar incluso lo que llama “victimas emocionales” del
franquismo. Periodo dictatorial largo en exceso, penoso para tantos y oscuro
por la crueldad de su primera década, pero capaz de hacer converger con el
bienestar medio de la Europa de su tiempo y hacer surgir una sociedad
mesocrática preparada en valores y principios para el gran salto hacia la
libertad que supuso la Constitución de 1978.
Desgraciadamente este tonto útil llamado Sancheiglesias parece
continuar la obra reaccionaria de su antecesor ZP- ahora enredado en la defensa
cerrada del comunismo bolivariano del chándal y la miseria- y olvidar el
brillante periodo del único estadista democrático del socialismo del siglo veinte
y lo que llevamos de veinte y uno. Felipe González que desde Suresnes, se
sacudió el marxismo e impulsó un Partido de gobierno, socialdemócrata y europeo, dispuesto a la modernización de España desde una dirección equilibrada y
sensata, patriótica y reformista que ganó el prestigio internacional y la
confianza de la mayoría, en una nueva época de esplendor y cambio, y que desgraciadamente ya no es
ni referencia en el socialismo hortera de ellos y ellas. Ahora, estos pobres
diablos, ayudan al debate del tándem Iglesias-Monedero hasta clarificar si se
trata de bolcheviques, en el sentido de buscar la actividad extralegal de la
conspiración clandestina, o mencheviques, en un movimiento revolucionario sin
prisas, fecha, ni calendario electoral que organice la clase trabajadora- la
gente- para la acción política. Pero no crean, la estupidez política no tiene
fronteras presuntamente ideológicas. Ahí tienen al difuso y confuso Rivera,
tratando de pactar con Podemos un nuevo régimen electoral, olvidando que los
comunistas desprecian el sufragio universal, instrumento del gobierno burgués,
la “omnipotencia de la riqueza” que
decía Lenin. Ya ven.
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