Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 19 de octubre de 2017

La Opinión de Julián Delgado

Artículo que será publicado por el Diario “Última Hora” de Mallorca el próximo sábado día 21 de Octubre


EL PODER DE LA MENTIRA
Julián Delgado. Escritor



        La mentira es algo consustancial al nacionalismo para su propaganda política, su arma de guerra, la gran herramienta, que, exaltando los sentimientos colectivos, se utiliza para manipular las emociones de las personas y las convierte en masa sin capacidad para razonar y discernir. Su  poder y eficacia, como dice O. Brox, acaba convirtiendo la verdad en algo metafísico, inalcanzable, más bien inexistente. La producción constante de mentiras hipertrofiadas que halagan las pasiones se utiliza, también, para justificar todos los desmanes, hasta el crimen político más grave: la rebelión.

          Años de patrañas y adoctrinamiento impartidos por los apóstoles del credo nacionalista, junto con el control y la mezquindad mediática, hacen que las mentiras más burdas y desvergonzadas sean creídas y seguidas. Los totalitarismos descubrieron hace años que para que la mentira tenga éxito tiene que dirigirse a la dimensión emocional o instintiva y no a la intelectual, para que ésta no pueda contradecirla. Por ejemplo, la divulgación de la fotografía de la mujer que denunció falsamente que el 1-O la policía le había roto los dedos, va directamente al centro emocional, es procesada como brutalidad y dolor e inspira compasión y condena. Pero la mentira no se sostiene por sí sola, se la debe adornar para hacerla creíble  y, a la vez, distorsionar la verdad objetiva y debilitarla. En este caso, se aderezó con el detalle cruel de que los dedos se los partieron uno a uno, de lo que se infiere el sadismo de la policía y el despotismo del Gobierno español. De esta manera, la espectacular mentira abre los telediarios y ocupa las primeras páginas de los periódicos. La verdad, si es que aparece, suele hacerlo tarde y queda sumergida en el pantano de la duda; cualquier intento posterior de evidenciarla es ignorado o despreciado.

          La mentira exige vincularse a una verdad manipulada; los hechos influyen menos sobre la opinión pública que las emociones o las creencias, de tal forma, que la verdad se convierte finalmente en un factor irrelevante. Los embaucadores, víctimas de sí mismos, acaban creyéndose sus propias falacias.

  
         El fruto ácido del gran poder de la mentira es la amarga crisis que estamos sufriendo. 

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