Artículo
que será publicado por el Diario “Última Hora” de Mallorca el próximo sábado
día 21 de Octubre
EL PODER DE LA MENTIRA
Julián Delgado. Escritor
La mentira es
algo consustancial al nacionalismo para su propaganda política, su arma de
guerra, la gran herramienta, que, exaltando los sentimientos colectivos, se
utiliza para manipular las emociones de las personas y las convierte en masa sin
capacidad para razonar y discernir. Su
poder y eficacia, como dice O. Brox, acaba convirtiendo la verdad en
algo metafísico, inalcanzable, más bien inexistente. La producción constante de
mentiras hipertrofiadas que halagan las pasiones se utiliza, también, para
justificar todos los desmanes, hasta el crimen político más grave: la rebelión.
Años de patrañas
y adoctrinamiento impartidos por los apóstoles del credo nacionalista, junto
con el control y la mezquindad mediática, hacen que las mentiras más burdas y
desvergonzadas sean creídas y seguidas. Los totalitarismos descubrieron hace
años que para que la mentira tenga éxito tiene que dirigirse a la dimensión
emocional o instintiva y no a la intelectual, para que ésta no pueda
contradecirla. Por ejemplo, la divulgación de la fotografía de la mujer que
denunció falsamente que el 1-O la policía le había roto los dedos, va
directamente al centro emocional, es procesada como brutalidad y dolor e
inspira compasión y condena. Pero la mentira no se sostiene por sí sola, se la
debe adornar para hacerla creíble y, a
la vez, distorsionar la verdad objetiva y debilitarla. En este caso, se aderezó
con el detalle cruel de que los dedos se los partieron uno a uno, de lo que se
infiere el sadismo de la policía y el despotismo del Gobierno español. De esta
manera, la espectacular mentira abre los telediarios y ocupa las primeras
páginas de los periódicos. La verdad, si es que aparece, suele hacerlo tarde y queda
sumergida en el pantano de la duda; cualquier intento posterior de evidenciarla
es ignorado o despreciado.
La mentira exige
vincularse a una verdad manipulada; los hechos influyen menos sobre la opinión
pública que las emociones o las creencias, de tal forma, que la verdad se
convierte finalmente en un factor irrelevante. Los embaucadores, víctimas de sí
mismos, acaban creyéndose sus propias falacias.
El fruto ácido
del gran poder de la mentira es la amarga crisis que estamos sufriendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario