Artículo del escritor JULIÁN DELGADO
que el próximo sábado, día 20 de mayo, será publicado por el Diario “Última
Hora” de Mallorca
Mala memoria
Julián Delgado. Escritor
Sufrí en mi carne los
horrores de la guerra. No llegué a conocer a mi padre, le fusilaron en
Paracuellos sin juicio alguno. Los milicianos de la casa del pueblo, su pueblo,
a donde se había retirado dos años antes, lo detuvieron el 18 de julio y
terminó en la cárcel Modelo de Madrid. Mi madre y sus cinco hijos (yo era un
bebé) salimos esa noche huyendo alertados por el médico: había oído que iban a
quemar nuestra casa con nosotros dentro.
Cuando tuve uso de
razón, mi madre me informó de que a mi padre lo habían matado por ser católico
y militar, por no querer renegar de sus convicciones. También me dijo que los rojos fueron muy malos, pero que
teníamos que ser capaces de vivir sin rencor. Pasados los años me enteré de que
mi padre, en una visita a la cárcel, le dio un papel con
los nombres de los culpables de su tragedia; lo quemó.
En 1974, fundé, junto
con once compañeros más, la Unión Militar Democrática, un movimiento ético,
aunque clandestino, dentro de las Fuerzas Armadas, con el objeto de coadyuvar
con la oposición democrática para devolver la libertad al pueblo español.
Dentro de nuestras limitadas posibilidades, más simbólicas que reales,
participamos también en el desarrollo de la Transición e hicimos todo lo
posible para hacer justicia con los militares del bando perdedor. Se
promulgaron normas que les permitieron cobrar pensiones y se les reconoció su
categoría militar. Tuvimos diversas reuniones con ellos en un clima de
reconciliación y compañerismo. Yo mismo, en 1977, escribí una carta a Carrillo
cuando el Alcázar más le vapuleaba con lo de Paracuellos; le expresé mi
decidida intención de perdonarnos unos a otros las acciones cometidas. Me
respondió con otra larga y agradecida.
Entonces, con la
Constitución del 78, dimos muchos por cerradas las heridas de la guerra, sin
perjuicio de que se fuera haciendo justicia a aquellas víctimas que no la
habían alcanzado. Hasta que Zapatero se cargó ese espíritu de concordia y abrió
de nuevo las heridas. Desde ese momento, la izquierda ha utilizado la memoria histórica de forma
revanchista para escarnecer al enemigo político, sin querer reconocer que en
aquella tragedia ambos bandos se mancharon de sangre las manos y el alma.
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