Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

viernes, 12 de mayo de 2017

La Opinión de Javier Pipó.

La Azotea

LIBERALISMO, SÍ
13 de Mayo 2017

       
      Creo aventurado escribir sobre la muy fluida situación politica española y mucho menos opinar, si mi pretensión es no patinar en exceso. Es todo tan extraño y tan antiguo. Claro que sí, es Nación hermosa y de historia fascinante que avanza, pero siempre mirando hacia atrás. Es como fijación colectiva transmitida generación tras otra. Algo tiene, desde luego, para ser objeto casi exclusivo de atención intelectual de hispanistas como el recién fallecido Hugh Thomas y su “Guerra Civil Española” publicada en español por Ruedo Ibérico y Grijalbo, allá por 1976 y cuyo ejemplar conservo como tesoro o su espléndido “Señor del Mundo” sobre Felipe II, completando la trilogía sobre el Imperio. Al igual que otros, como Carr, Parker, Kamen o Preston, a los que tanto debe la historiografía española. Mientras, nosotros colectivamente, seguimos produciendo acontecimientos insólitos, sorprendentes, tantas veces retrógrados; acontecimientos, seguro, objeto más adelante de estudio e investigación de la ciencia histórica. Decía Azorin sobre España: Nación pujante frente a un Estado caduco y corrompido. Poco ha variado.

      Nuestro pueblo y su obsesión por el pasado, ya digo, pero no el pasado tras la luz y la razón, sino más bien persiguiendo fantasmas hasta alcanzar el naufragio estéril; perseverando en la persecución religiosa o despreciando la bandera y la patria común o midiendo y separando el territorio nacional o ideologizando la educación y violando la ley. Siempre sin proyecto unitario, casi nunca marchando en idéntica y conocida dirección; casi obsesionados por la envidia, la revancha, el sectarismo, el resentimiento o la codicia. Y tantos otros tics de tragedia, cuando no de idiocia nacional. O con la suavidad del sabio J.A. Marina: la inteligencia colectiva de España en política, es muy baja.         

      Pero a mí sí. A mí aún me tienta la esperanza de un resurgir del liberalismo, más o menos conservador, más o menos progresista, pero a la postre liberalismo, porque el tema central o fundamental de la historia en sus diversas etapas es la libertad, tal como consideraba Hegel. Y claro, confío en que nunca llegue su aniquilación por la vía electoral, como tantas veces ha ocurrido en España y donde parece planear de nuevo. Y lo digo porque concibo el liberalismo en continua evolución, siempre favoreciendo la reforma y siempre opuesto al radicalismo; por eso ya digo, el liberalismo, al igual que la libertad nunca fracasa. No fracasó en el primer tercio del siglo XX porque espoleado por el movimiento obrero y la revolución rusa supo desprenderse de la obsolescencia de sus viejas estructuras políticas decimonónicas, dando lugar es verdad, a dictaduras o totalitarismos, pero también al reformismo social, a la gran representación política, a los intervencionismos redistributivos, a la fiscalidad progresiva. Es decir, al Keynes de la activación de la demanda y el estrechamiento de la desigualdad; de la eficacia económica, la justicia social y la libertad. En los últimos setenta años, el occidente liberal o socialdemócrata aportó más riqueza, bienestar, prosperidad e igualdad a la humanidad que los quinientos anteriores.

       Cuando se cuartea el modelo keynesiano a finales de los setenta a causa de la crisis del petróleo – aún sin resolver - el modelo liberal se desdibuja entre el radicalismo anarcocapitalista de Nozick y su “libertad sin solidaridad” al más moderado Rawls, sujetando los derechos individuales al bien común. Es, sin perder el progreso, el reinado neoliberal, de la Escuela Austríaca de Economía, de los análisis económicos implicados de filosofía política, de los Von Mises, Hayek o Freedman, de la pretensión de mantener unidos en matrimonio indisoluble el liberalismo político al liberalismo económico. Hasta Isaiah Berlin y su disociación entre la doctrina liberal y el capitalismo. Porque nunca, se denomine de una manera u otra, nunca podrá vincularse al pensamiento único.

      Ahora estamos asistiendo a un retroceso de la libertad y al oscurecimiento del  liberalismo. En primer lugar, por el empuje parece que imparable de los populismos neofascistas o cuando menos de nacionalismos trasnochados en su proteccionismo, cuando no autoritarios en el intervencionismo arrasador. Pero también del populismo comunista que parece querer hacer olvidar un negro pasado? de sangre, sudor y lágrimas y se enseñorea emponzoñando las instituciones en pretensión liberticida de destruirlas. Y por supuesto, la crisis de sistemas económicos desbordados por la globalización y lo que parece una nueva revolución industrial, seguramente robótica. Crisis a la que también contribuyen los movimientos migratorios universales que saltan desde la miseria y la indignidad a las escasas islas de bienestar. Todo ello, espoleado por el terrorismo asesino del enloquecido yihadismo que obliga a la actualización del dualismo seguridad/libertad.


      Por eso me felicito por el triunfo de Macron en Francia. Leve esperanza, pero esperanza de una Europa que debe seguir intentando restaurar el pacto social/liberal de Dahrendorf, que desde 1945 hace bascular los sistemas entre fuerzas políticas mayoritarias alrededor del llamado Estado de bienestar, de raíz utilitarista, pero que busca la mayor felicidad para el mayor número posible de ciudadanos; de igualdad de oportunidades y consensos en justicia redistributiva. Es lo que espero en España con Ribera, si al fin es capaz de salir del relativismo en que navega, comprobada la imposibilidad de mantener el equilibrio entre dogmatismo y escepticismo. Los populares llorarán amargamente sobre los impecables libros de contabilidad y sobre los restos de su poder, otrora idóneo para el regeneracionismo, pero perdido entre cuentas y cuentos de tanta ambición estéril. Que al menos sean útiles contribuyendo a la reconstrucción del liberalismo. Y a mantener la libertad.        

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