La Azotea
LA LLAMA TRUMPISTA
23 de Enero 2017
A mí que quieren que les diga
pero me ha impresionado el discurso de Trump en su inuguration day. Ese
vibrante final de un “gran país nuevamente fuerte, rico, orgulloso y seguro”,
no me deja indiferente. Ya ven los tiempos melindrosos o dengues que vivimos
para llamamientos tan contundentes como los contenidos en el estudiado y medido
discurso del ya poderoso mandatario. Si es una declaración de intenciones, ahí
están y no será que no se veían venir. Si se trata de una advertencia, mejor
darnos por enterados. Y si de una amenaza, pues mejor prepararse para un cambio
de ciclo o de era.
Y
ya se que la pieza oratoria viene del ejecutivo de la Nación líder del mundo
occidental desde hace más de cien años; del ejecutivo de una Nación que utilizó
su poderío para proteger los valores de convivencia civilizada allá donde se le
reclamaba o donde consideraba podía quedar en riesgo directo aquellos o
indirectamente los propios; que le pregunten a Europa y su defensa pitiminí
desde que acabó la II GM. Pero una Nación que aún continúa a la cabeza de la
ciencia, la tecnología, la cultura, la economía, la democracia y la libertad. Que
es cuna de la Constitución más antigua, consolidada y sólida de ésta parte del mundo,
si excluimos la no escrita de Gran Bretaña que cedió su lugar en el mundo a la
nueva Norteamérica como hogar de la razón y la libertad. Constitución que
estableció por vez primera y para siempre los derechos del hombre,
convirtiéndolo en fe indiscutible del pensamiento progresivo en todo el mundo
occidental. Y que instituyó el más intrincado mecanismo de contrapoderes
democráticos, pasando de los tres elogiados y envidiados por Montesquieu en el
gobierno británico a cuatro; donde la Corte Suprema, el Presidente y el Senado
frenan al Congreso; la primera y el tercero al Presidente y los cuatro,
mediante actividad federal, impidiendo que las legislaturas estatales no
destruyan los derechos naturales de los ciudadano ni la arquitectura federal. Aun
así, sus huecos fueron advertidos ya en 1835 por Tocqueville en su “Democracia
en América” previendo la posibilidad de que su democracia degenerara en
dictadura, supuesto luego llevado al cine y la literatura.
De
manera que el discurso no tiene desperdicio, tanto como para considerarlo
impropio de un patán como Trump, o sí. Depende, seguramente solo un personaje
como él es capaz; y puede anunciar, lo que ya percibimos como próximo si no
presente, en nombre y como instrumento de un movimiento que como nube oscura y
amenazadora recorre los escenarios de glotonería buenista y biempensante,
egoísta y crasa, instalada en la sociedad del bienestar que gozamos. Pero
claro, las paradojas no pueden ser más llamativas. De manera que el dictador
chino que encabeza el más radical capitalismo comunista – que ya resulta
contradictorio en sus propios términos- predica el libre cambio y el derrumbe
de las fronteras – salvo las que impiden salvaguardar los derechos humanos y la
libertad- para avanzar en la hegemonía propia, aprovechando el declive del
gigante americano. Trump por el contrario, pretende y seguramente conseguirá,
el proteccionismo como biblia económica, camino seguro hacia la fuerza y
la prosperidad.
Y en términos duros, exigiendo la protección de las fronteras
frente a la devastación provocada por el robo de empresas y la
destrucción de empleos. Quiere no solo un rearme de orgullo nacional sino también
hacer una nación vigorosa, con ejército fuerte, fronteras seguras, creando
riqueza y empleos, construyendo infraestructuras, invirtiendo en ellas quizá un billón de
dólares; destruyendo el terrorismo islámico y anteponiendo sus propios
intereses a los de otras naciones. Pero no es admisible la queja ni aquí en
Europa ni en la Norteamérica que se moviliza hacia la desunión. Ciertamente los
visionarios, también llamados populistas, no pueden tener razón, pero han
faltado estadistas aquí y allá, fijando los ojos en ideales y no en intereses.
Por eso llegó Trump y el trumpismo, dando más valor a la seguridad que a la
libertad. Por eso el trumpismo ha lanzado proclamas urbi et orbi. Y será mejor
escuchar, valorar y actuar en consecuencia. Porque ha dicho no presidir una
ceremonia de transmisión de un Partido a otro, sino del poder de Washington DF –
que floreció como sus políticos- al pueblo; no beneficiado, que pierde los empleos,
le cierran las fábricas; o a esa clase media que le arrancan la riqueza de sus
hogares y la redistribuyen por el mundo, sin beneficio de la generada y pagada
por el pueblo; como madres y niños atrapados en la pobreza, los jóvenes sin
educación, en la delincuencia, las pandillas y las drogas. Por lo tanto
interesa, no el partido que controla el gobierno sino si el gobierno está
controlado por el pueblo, al que quiere convertir en gobernante de la nación.
Son tantos los parecidos con los podemitas o con los
radicales europeos que hace pensar en que siendo gemelos, tronco del mismo
árbol podrido, nunca fascismo y comunismo populista estuvieron tan cerca y
ambos, tan cerca de nosotros. Seguramente la prosperidad florecerá en USA a
corto y medio plazo, pero más allá la autarquía que pretende será tan demoledora
para ellos como para nosotros. Tal vez, no finalizará el mandato y se apague la llama. O sí.
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