LA ESPERA (y 2)
Sí, ya se que la espera hasta
las elecciones andaluza es tensa porque muchos son los intereses en juego y
produce estupor que sean las propias victimas las que elijan a sus verdugos.
Pero así funciona el sistema y en modo alguno la mayoría pretendemos pueda ni
tan siquiera ponerse en riesgo. Pero al menos tendremos derecho a un insonoro
pataleo porque si el deseo es la continuidad del sistema es por la fe firme en
su posibilidad de regeneración, desde la base a la cúspide y no destruirlo o desnaturalizarlo
en un proceso revolucionario sin más horizonte que la dictadura del pensamiento
único, la pobreza igualitaria y la libertad al servicio de una utopía solo
contemplada por los iluminados de la vanguardia.
Sí, ya se que la percepción
de la realidad depende de la posición que se tenga en el escenario donde se
desenvuelven los hechos. Y los hechos son tozudos hasta la exasperación, si no
ya me dirán como esta sociedad ha podido llegar a grado tal de
desestructuración que tras más de treinta años de desgobierno, golfería
institucionalizada y corrupción establecida, el mapa electoral mantenga
insignificantemente modificados los parámetros de apoyo a la oligarquía
política que se sucede así misma, una generación tras otra. Claro, porque aquí
existe una firme alianza no escrita pero renovada, entre la derecha del poder
establecido desde la desamortización, girando alrededor de la tierra
subvencionada y sus industrias de transformación, con el socialismo trincón de
los presupuestos públicos allá donde se ubiquen, sea Madrid o Bruselas, porque
en eso se han globalizado. Y ese poder establecido ampara los deseos de una
parte de la reciente clase media, de la alta y escasa burguesía financiera y un
sector de la aristocracia que jamás atisbó en el trabajo método razonable de
supervivencia.
Sí, ya se que el pueblo llano
se muestra feliz con una televisión pública, “la nuestra”, que desfigurando la
cultura, la ciencia y la inteligencia, sirve el saber universal en potitos de
información adaptados a las exigencias del poder; con una educación que
mantendrá sumidos en la ignorancia global a cuantas generaciones pretendan dar
el salto en su autonomía personal fuera del alcance de los que dictan los
códigos sociales de conducta; con una Administración autónoma tan gigantesca e
insostenible como fisgona y dominadora hasta los alvéolos del sistema, pero
preocupada por facilitar al ser posible gratis, el bienestar, el sustento y la
dependencia de una proporción cada vez más preocupante de población. Así se
logran segmentos sociales amplios sin más horizonte que el resentimiento
generalizado, es decir, odio, envidia, hostilidad e impotencia, dispuestos a su
conversión en grupos revolucionarios al servicio de cualquier dios. Por ahora,
el del Estado-providencia.
Sí, ya se que toda esta
alocada autonomía no tiene capacidad de autofinanciarse y vive pendiente de dar
el sablazo de turno al Tesoro de España o al de la UE. En eso no se si Grecia
es España pero sí Andalucía. Y no crean lo hacen desde un poder humilde en sus
pretensiones hacia quienes le asisten, siendo honrado en la utilización de lo
que recibe y presto a explicar los resultados, como el siervo malo y negligente
en la parábola de los talentos. Para nada. Aún a sabiendas de sus limitaciones
en todo menos en desvergüenza. Es un poder encarado de forma permanente con
quienes le pagan el festín y como en la parábola, “segando donde no siembra y
recogiendo donde no esparce”.
Sí, ya se que Susana es
material sensible para la clase política y en ella han puesto sus complacencias
hasta Felipe González, ese príncipe de la internacional socialdemócrata que
pasea entre los ricos del mundo su pedigrí de ave excelsa. Claro, desde su
altura inalcanzable observa con desdén el oscuro devenir de un socialismo entre
las cloacas y los cuchillos vengadores de puertohurraco. Un socialismo
desnortado al perder la brújula de la democracia y la libertad y escuchar
cantos de sirena de los liberticidas del chándal y el dios estado. Y
naturalmente prefiere aunque sea a Susana. Y yo.
SÍ, ya se que el pacto entre
socialdemócratas y liberalconservadores no es posible ni en Andalucía ni en
España. ¿Acaso no es necesario para impulsar una lucha decidida y casi
definitiva contra la corrupción que está impidiendo consolidar cualquier avance
económico y mejorar la moral social y la esperanza de una democracia avanzada?
La decencia colectiva; los principios y valores de una sociedad organizada no
se reconquistan desde la confrontación, el temor a la pérdida del modelo social
y la amenaza de una radicalización antisistema. Y ya me dirán el reto de una UE
amenazada por el comunismo totalitario de Syriza o el salvajismo del islamismo
yihadista.
No temo la permanencia del
socialismo en Andalucía, siempre que mantenga el respeto constitucional y en
consecuencia la preservación de la libertad. Me preocupa una gobernación
inconsistente de una señora vociferante, escasa de conocimientos y sobrada de
ambición personal. Produce temor que su discurso vocinglero invocando el “daño
horrible infringido por la derecha en tres años a Andalucía” cuando su Partido
ha gobernado 21 años en España y 32 en Andalucía, con su participación activa
los últimos veinte. La mentira no puede seguir siendo instrumento de acción
política. Pero me alegra saber su decisión de no pactar con Podemos, de igual
manera que puede apenarme su desprecio hacia los populares. Si ahora contempla
la posibilidad de pactar con Ciudadanos es porque los ve próximos, muy débiles
e inexpertos, sin cuadros, ni estructura, por lo que calcula el tiempo que
puede tardar en engullirlos.
Ojalá el futuro de España no
se geste o condicione el domingo, aquí en Andalucía. Aún quedan las
municipales, las de trece Comunidades, las de Cataluña y las Generales. Menudo
calendario y menudo panorama como el espíritu santo no derrame su luz sobre el
noble pueblo español. Pues eso.
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