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lunes, 9 de marzo de 2015

La Opinión de Javier Pipó en Diario "Córdoba"

Hoy publica el Diario "Córdoba" esta colaboración en su contraportada, con ocasión de la campaña electoral para las elecciones al Parlamento andaluz

LA DÉCIMA

Esta es la décima convocatoria de elecciones en Andalucía desde mayo de 1982 tras la primera edición del Estatuto. Es decir, treinta y tres años de poder monocolor y dos generaciones en busca de una utopía cada vez más lejana.
 
Difícil hacer un diagnóstico, más propio del campo de la psicosociología que de la política económica. Muy difícil pronosticar el futuro, partiendo del sombrío resultado de las encuestas. Pero sí cabe afirmar que la historia de la autonomía andaluza es mezcla de esperanza y desilusión; avance y retroceso económico, social o del bienestar colectivo.
 
Es verdad que desde 1981 a 2010 el PIB creció un 122,5%, pero no es privativo solo de Andalucía sino del resto del territorio español y otras áreas del mundo, de forma mucho más intensa. Y ello a causa de una relativa paz internacional, cambios tecnológicos espectaculares e incidencia dinamizadora de la globalización. Y desde luego la integración europea. Pero el crecimiento económico no se compadece con su distribución personal, de tal manera que en 2011 el PIB per cápita andaluz es similar al obtenido en 1982 y según sea fase expansiva o de crisis, ha representado desde el 72,6% del nacional a ocupar el penúltimo lugar. Y es que la población andaluza, aun representando el 18% de la española, solo produce el 13% del PIB nacional. Hay un enorme desfase entre lo producido, la renta generada --donde el gasto público representa más del 26%-- y la demanda interna, lo que gastamos en consumo e inversión. El equilibrio se logra con elevado endeudamiento y transferencias públicas de España y Europa, de donde llegaron más de 70.000 millones de euros.
 
Andalucía necesita transformar su sistema productivo haciéndolo más competitivo; disminuir los desequilibrios económicos y sociales para ser sociedad más justa y unas instituciones públicas mucho menos corruptas para tener futuro. Y desde luego ningún experimento de democracia popular o comunismo de chándal.
 
Recordando a Ionesco, las ideologías nos separan, los sueños y la angustia nos unen.

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