Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

miércoles, 26 de noviembre de 2014

La Opinión Independiente de Javier Pipó


CELTIBERIA  SHOW
25 de Noviembre 2014
 
Hace poco más de doce años falleció Luis Carandell, magnífico periodista de vocación, prolífico, de amplia obra escrita y conocedor de vicios y virtudes del alma española  y la pertinaz incapacidad como pueblo para la convivencia. Con Celtiberia Show y las crónicas parlamentarias a partir de 1976, se convirtió en opinador respetado e imprescindible de la difícil Transición española. Por eso, en este momento complejo de la vida nacional quisiera recordar un aspecto aparentemente anecdótico pero indicativo del profundo y culto sentido del humor que le distinguía y que derrochaba en su contribución a la búsqueda del “tonto contemporáneo” dentro de las tertulias del Alabardero madrileño del gran Lezama, junto a conocidos y agudos observadores de la sociología política de España. Al elegido cada año, le otorgaban como galardón una tiza que le señalaba como ganador indiscutible por las muchas tonterías dichas durante los doce meses anteriores. Una joya de la crítica política que hacía reflexionar sobre la necesidad de avanzar hacia una sociedad rigurosa, con líderes capaces de otear un horizonte difícil, competitivo, donde solo los mejores puedan ser capaces de iluminar el futuro, desde la inteligencia, el trabajo, el sacrificio, la austeridad, el ejemplo y la responsabilidad.

Desde luego me gustaría conocer cual sería la opinión de Carandell sobre Pedro Sánchez, el joven y recién ascendido a gerifalte del socialismo patrio. Por mi parte, para nada discuto ni pongo en cuestión sus valores personales, incluso los conocimientos adquiridos en sus etapas académicas de  licenciatura y doctorado. En absoluto, porque la crítica pretendida – única que me puede corresponder - se ciñe en exclusiva a su proyección política, de hombre público aspirante a presidir el Gobierno del Reino de España. Y ahí, en tan corto espacio de tiempo, seguro quizá reúne los tres requisitos que establecía el ilustre periodista para entregarle la tiza. Ser español conocido en toda España, tonto y contemporáneo. Aunque conste, aspirantes no faltan, ahí tienen al teórico de la cocapitalidad de España o al que arrea con el inodoro oficial a las nuevas dependencias y alega que es para ahorrar.

Sáchez empezó mal, rectificó peor y seguramente terminará por caer en la simpleza del insignificante. Baste recordar sus impresionantes meteduras de pata sobre los pactos posibles con Podemos, hasta la reprimenda de Susana y su inmediata rectificación. Como ahora. O la invocación de funerales de Estado para las víctimas de la violencia de género. O la necesidad sentida de suprimir el Ministerio de Defensa. O sus pintorescas teorías sobre compatibilidades en la actividad de los parlamentarios. O en fin, el envío de tropas para luchar contra el estado islámico. Es decir, el candidato para presidir el Gobierno de la Nación, sufre de ocurrencias que luego improvisa y más tarde rectifica, dando lugar a meteduras de pata a veces de mayor cuantía. Pero claro lo de tratar de rectificar o en cualquier caso manifestar su arrepentimiento sobre el artículo 135 de la Constitución, justamente tres años después de haberlo votado, parece demasiado porque se trata en este caso de una ocurrencia peligrosa y con consecuencias. Parece olvidar lo que decía el pillo Carrillo de que en política, el arrepentimiento no existe, uno se equivoca o acierta, pero no cabe el arrepentimiento.


Miren, hemos pasado una dura etapa de desprestigio internacional y vergüenza nacional con las ocurrencias y mamarrachadas del ínclito Zapatero. Desde la superación de Samuel Huntington y sus tesis sobre conflictos sociales futuros y el necesario diálogo de civilizaciones, a la alianza de civilizaciones zapateril, más en la verborrea que en el diseño; desde “ España no se rompe porque está más unida que nunca” a la invitación a la rebelión de Cataluña con el apoyo absoluto a las tesis de nacionalismo; desde el gasto sin límite “porque hay margen para el endeudamiento” al borde del abismo y la ruina total, el desempleo y la desesperanza; desde el desarme moral y ético de la Nación a la educación ideologizada, basada en “educación para la ciudadanía para que nuestros hijos vean el mundo en colores”.  Pero al final de su triste mandato al menos vio luz y color ayudando a modificar uno de los muchos entuertos de sus penosas Legislaturas. Y me refiero al artículo 135 de la Constitución que ahora Sánchez pretende cambiar.


Y no es que pueda hacer panegírico de aquélla reforma más bien improvisada y urgente, adoleciendo, entre otras, de falta clamorosa de consecuencias jurídicas. Así de evanescente y con algún contenido contradictorio. Por ejemplo, cuando declara obligatorio el pago de la deuda por parte de las Administraciones Públicas, pero estableciendo límite al déficit y deuda necesarios para financiarlo. O cuando establece un mandato para unas Comunidades Autónomas que el propio Texto Constitucional en ninguno de sus artículos da por hecha su existencia o constitución. Es decir, pretende consagrar constitucionalmente lo que parece desprotegido en el ordenamiento jurídico no constitucional. Cuando en definitiva, recoge esencialmente lo mismo que el artículo modificado y que nos llevó a esta situación entre otras razones porque siempre se incumplió, como ahora se incumple el nuevo, con o sin Ley de Estabilidad y así continuará mientras no se modifique la estructura imposible del Estado. Pero ¿Ha pensado el señor Sánchez las consecuencias para España del incumplimiento del artículo 126.11 del Tratado sobre Funcionamiento de la Unión Europea? ¿Ha pensado en lo que supone para un Estado de Derecho el que hasta la propia Constitución adolezca de inseguridad jurídica e impredecibilidad? Es un disparate de tamaño natural que aleja creo definitivamente la posibilidad de, entre las dos grandes formaciones que representan la gran mayoría del espectro ideológico, acuerdo alguno sobre salvación nacional. Tragedia en hora de empuje definitivo del independentismo criminal, el comunismo en versión populista y la crisis que no cesa. Crisis explosiva.Es mejor ser tonto, pero útil. Un azote para España ser tonto y encima inútil. Y no saberlo.

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