Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

jueves, 13 de noviembre de 2014

La Opinión de Javier Pipó en Diario "Córdoba"


Artículo publicado en el Diario "Córdoba"
LA AZOTEA
 
EL SISTEMA PODRIDO
Javier Pipó Jaldo
 
Quiero recordar la observación de Tocqueville sobre como la democracia no evita la existencia de ricos y pobres, pero cambia sus disposiciones y modifica las relaciones mutuas entre ambas clases. Mejor dicho, imposible. Y la traigo a colación porque la democracia liberal es el sistema que corresponde ahora defender y por el que merece la pena luchar. Tras más de doscientos años, con Ortega, es la forma que en política ha representado la más alta voluntad de convivencia.

Y sí, me preocupa la deriva porque un país de tuertos donde el ciego es revolucionario no impedirá gritar tan alto como pueda el derecho que me asiste a reivindicar la continuidad del sistema, aún a sabiendas de su podredumbre. Por eso exijo con otros muchos, multitud, el fuego que limpie, desinfecte y purifique hasta el último rincón de aquél. Pero hay que impedir su destrucción porque no se conoce otro mejor o, con palabras de Pertini, a la más perfecta de las dictaduras preferiré siempre una imperfecta democracia.

Pero basta observar la indulgencia con que un errante y mediocre progresismo, empeñado en desconocer lo conocido y fomentar lo desconocido, trata el fenómeno de la espectacular subida en intención de voto de los sepultureros de la libertad, de los amantes de la dictadura, para sentir desesperanza. La frialdad y desconocimiento con la que un pueblo camina hacia el abismo, produce temor y rabia porque ningún movimiento político puede ni debe definir la esencia ni la trayectoria de la felicidad colectiva.

Ahora hace 25 años cayó el muro que separaba la libertad del miedo, el progreso de la miseria. Y fue el comienzo del espectacular desmoronamiento de ese imperio del mal que la URSS impuso por la fuerza del terror a los pueblos colocados tras un formidable telón de acero e indignidad, cambiando la utópica dictadura del proletariado por la dictadura real para el proletariado. Y hace 69 del hundimiento de otro imperio del horror que conducido por un sicópata elegido en la urnas, condujo a un pueblo culto a la más mísera de las condiciones humanas. Y todo ello en la Europa cristiana que fue capaz hasta de la creación del Estado pero, como ahora, deja de ser occidental para convertirse en accidental, porque los mercaderes han derrotado a los filósofos. Por eso no debe cesar la vigilancia que impida retroceder a los tiempos en que Hitler y Stalin eran gemelos enfrentados por la herencia de una guillotina para la historia. Al fin, nazifascistas y comunistas son los mismos collares con distintos perros y el mismo amo, el Estado totalitario.

Miren, la situación está resultando insostenible por no decir explosiva. Cada día no trae su afán sino escándalo, poniendo de manifiesto la podredumbre en que quedó el sistema. Resulta difícil ocultar que la realidad no pasa de ser una de las apariencias de la verdad; la moral dejó de constituir un conjunto de normas no escritas, para apenas llegar a reglas de urbanidad; las creencias no son certezas, ni pautas de comportamiento, quedando aislado el ciudadano despojado de su dignidad como tal y temeroso de perder hasta la devoción fervorosa a un ideal. Tras 36 años la putrefacción del sistema expulsa a roedores otrora defensores de la permisividad como norma de convivencia y del privilegio como defensa de la libertad.

Esta oleada de corrupción no resulta novedosa en la democracia española. Comenzó en los ochenta, conforme la abundancia podía ser objeto de codicia para los guardianes de aquella y paralelamente se desmontaban los sistemas de control internos y externos de tantas Administraciones como territorios, tan inútiles como generosamente libadas con impuestos abusivos e injustamente repartidos y la solidaridad europea caída como maná sobre un pueblo mas amante de las caenas que de la razón y las luces.

Seguramente falte tiempo incluso para el pesimismo, cuando apenas se cuenta con un año para la salvación del sistema. Ni el liberalismo conservador de Rajoy, ni la socialdemocracia de Sánchez pueden permitir su hundimiento. Deben buscar desesperadamente el encuentro y aliados entre los amantes y defensores de la libertad. Acordar la modificación constitucional en la senda del federalismo alemán, poniendo en marcha los mecanismos del artículo 168 de la CE, con o sin Gobierno de concentración. Y desde luego, sentar las bases jurídicas y políticas de una radical limpieza de la vida pública que acabe con tanto desafuero de personajes indignos blindados por el aforamiento y la inmunidad impune; con la cadena de presuntos, conducidos ante una justicia incapaz de procesar siquiera a unos cuantos y no digamos juzgarlos y en su caso condenarlos. Y del recurso al indulto más o menos disimulado para los que resultó imposible librarlos de pasar por el reproche.

Es urgente e inevitable porque la Nación se desploma entre una crisis que no cesa y cuya salida impide una corrupción ahogadiza; un nacionalismo sedicioso que incrementará su rebelión y los totalitarios que ya tocan poder.

Siempre preferiré estar con la minoría sensible antes que con la mayoría victoriosa que se avecina, que ojalá no traiga el ocaso de la libertad.

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