Artículo publicado en el Diario "Córdoba"
LA AZOTEA
EL SISTEMA PODRIDO
Javier Pipó Jaldo
Y sí, me preocupa la deriva porque un país de
tuertos donde el ciego es revolucionario no impedirá gritar tan alto como pueda
el derecho que me asiste a reivindicar la continuidad del sistema, aún a
sabiendas de su podredumbre. Por eso exijo con otros muchos, multitud, el fuego
que limpie, desinfecte y purifique hasta el último rincón de aquél. Pero hay
que impedir su destrucción porque no se conoce otro mejor o, con palabras de
Pertini, a la más perfecta de las dictaduras preferiré siempre una imperfecta
democracia.
Pero basta observar la indulgencia con que un
errante y mediocre progresismo, empeñado en desconocer lo conocido y fomentar lo
desconocido, trata el fenómeno de la espectacular subida en intención de voto
de los sepultureros de la libertad, de los amantes de la dictadura, para sentir
desesperanza. La frialdad y desconocimiento con la que un pueblo camina hacia
el abismo, produce temor y rabia porque ningún movimiento político puede ni
debe definir la esencia ni la trayectoria de la felicidad colectiva.
Ahora hace 25 años cayó el muro que separaba la
libertad del miedo, el progreso de la miseria. Y fue el comienzo del
espectacular desmoronamiento de ese imperio del mal que la URSS impuso por la
fuerza del terror a los pueblos colocados tras un formidable telón de acero e
indignidad, cambiando la utópica dictadura del proletariado por la dictadura
real para el proletariado. Y hace 69 del hundimiento de otro imperio del horror
que conducido por un sicópata elegido en la urnas, condujo a un pueblo culto a
la más mísera de las condiciones humanas. Y todo ello en la Europa cristiana
que fue capaz hasta de la creación del Estado pero, como ahora, deja de ser
occidental para convertirse en accidental, porque los mercaderes han derrotado
a los filósofos. Por eso no debe cesar la vigilancia que impida retroceder a
los tiempos en que Hitler y Stalin eran gemelos enfrentados por la herencia de
una guillotina para la historia. Al fin, nazifascistas y comunistas son los
mismos collares con distintos perros y el mismo amo, el Estado totalitario.
Miren, la situación está resultando insostenible
por no decir explosiva. Cada día no trae su afán sino escándalo, poniendo de
manifiesto la podredumbre en que quedó el sistema. Resulta difícil ocultar que
la realidad no pasa de ser una de las apariencias de la verdad; la moral dejó
de constituir un conjunto de normas no escritas, para apenas llegar a reglas de
urbanidad; las creencias no son certezas, ni pautas de comportamiento, quedando
aislado el ciudadano despojado de su dignidad como tal y temeroso de perder
hasta la devoción fervorosa a un ideal. Tras 36 años la putrefacción del
sistema expulsa a roedores otrora defensores de la permisividad como norma de
convivencia y del privilegio como defensa de la libertad.
Esta oleada de corrupción no resulta novedosa en
la democracia española. Comenzó en los ochenta, conforme la abundancia podía
ser objeto de codicia para los guardianes de aquella y paralelamente se
desmontaban los sistemas de control internos y externos de tantas Administraciones
como territorios, tan inútiles como generosamente libadas con impuestos
abusivos e injustamente repartidos y la solidaridad europea caída como maná
sobre un pueblo mas amante de las caenas que de la razón y las luces.
Seguramente falte tiempo incluso para el
pesimismo, cuando apenas se cuenta con un año para la salvación del sistema. Ni
el liberalismo conservador de Rajoy, ni la socialdemocracia de Sánchez pueden
permitir su hundimiento. Deben buscar desesperadamente el encuentro y aliados
entre los amantes y defensores de la libertad. Acordar la modificación
constitucional en la senda del federalismo alemán, poniendo en marcha los
mecanismos del artículo 168 de la CE, con o sin Gobierno de concentración. Y
desde luego, sentar las bases jurídicas y políticas de una radical limpieza de
la vida pública que acabe con tanto desafuero de personajes indignos blindados
por el aforamiento y la inmunidad impune; con la cadena de presuntos,
conducidos ante una justicia incapaz de procesar siquiera a unos cuantos y no
digamos juzgarlos y en su caso condenarlos. Y del recurso al indulto más o
menos disimulado para los que resultó imposible librarlos de pasar por el
reproche.
Es urgente e inevitable porque la Nación se
desploma entre una crisis que no cesa y cuya salida impide una corrupción
ahogadiza; un nacionalismo sedicioso que incrementará su rebelión y los
totalitarios que ya tocan poder.
Siempre preferiré estar con la minoría sensible
antes que con la mayoría victoriosa que se avecina, que ojalá no traiga el
ocaso de la libertad.
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