LA CHUCHI
No me gusta nada María Romilda
Servini de Cubría. Desconozco como una anciana de 77 años continua siendo jueza
federal, con inmenso mando en plaza. Es verdad que se trata de la pobre
Argentina que lleva casi setenta años en manos del más rancio populismo, que ha
dejado perlas como Carlos Saúl Menem, López Rega, el Brujo, o la mafiosa
sociedad limitada encabezada por el matrimonio Kirchner y su entorno corrupto y
autoritario. Y ella pertenece a una de las ramas del peronismo pretendidamente
progresista que no pasa de eso, de peronismo. Y ello quiere decir, populismo,
corrupción, autoritarismo y pobreza. De manera que la rica y otrora
deslumbrante Argentina, le debe al peronismo la quiebra de su economía, el
desprestigio internacional por la inseguridad jurídica y el incumplimiento de
los compromisos o los durísimos años de represión y terror de los militares.
Y en esto que la señora Servini
de Cubría, “La Chuchi”, aburrida en su hermoso país, harta de choriceros de la
política, deslumbrada por los éxitos progresistas del juez-delincuente Garzón,
viene a Europa a impartir “justicia universal”. Ahí es nada, porque en la vieja
Europa que parió el concepto de justicia y de Estado, de derechos humanos y
democracia, de progreso en igualdad y de libertad, se presta a la revisión
justiciera de la Historia por parte de esta chuchi del foro. Y además es capaz
de apoyarla y facilitarle su facineroso trabajo. Pues debería quedarse allí,
terminando de investigar los crímenes de la Triple A o las desapariciones de la
dictadura o las muertes inútiles de las Malvinas.
Miren, no puedo entender la
existencia en el ámbito de la Unión Europea de jurisdicciones transnacionales,
con 27 países que cumplen a rajatabla, de manera consolidada y a título de honor
en una isla de civilización, los principios más exigentes de respeto a los
derechos humanos, de todos, de los propios y de los que asaltan sus fronteras
para gozar de libertad y bienestar. Y que poseen un sistema de revisión
vertical en sucesivas instancias, acabado en tribunales supremos o
constitucionales, servidos por jueces independientes e inamovibles. Para nada
se necesita el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo y su Corte,
que responde a las necesidades de 1953 cuando se creó, para nada a las de
ahora. Ni por supuesto del Consejo de Europa, cuatro años anterior al Tribunal
y que forma parte de una cara, inútil y evanescente burocracia. Y claro,
abofetea el Título I de la CE y su catálogo de derechos y libertades, el más
completo del mundo democrático occidental y rebaja a la nada al TC y su sistema
de recursos, como el de amparo. Ahí está el resonante triunfo de los etarras
acabando con la “doctrina Parot” y humillando al Estado español. Naturalmente
que tampoco admito por incomprensible ese camelo de la “jurisdicción universal”
cuando hasta las Naciones Unidas demuestran cada día su fracaso y el Derecho
Internacional Público no pasa de éxitos de laboratorio y academia.
Un Tribunal Penal Internacional
debe tener un carácter no permanente, restrictivo y muy limitado a hechos que
claramente se encuentran inmersos en delitos como el genocidio. Por eso resulta chusco y
humillante que venga una anciana jueza peronista a echar las cuentas rencorosas
e imposibles a personajes que trabajaron por el cambio, la concordia y la nueva
España que de manera decisiva quedó plasmada en la Constitución de 1978.
Políticos moderados y sensatos como Martín Villa o Licinio de la Fuente o
Barrera de Irimo y otros muchos, dignos, patriotas y honrados, que ayudaron al
Pacto constitucional, a una transición en paz y que se encuentran amparados por
la Ley de Amnistía de 1977. Ley que ampara también a comunistas y otros
elementos cuyo pasado no avala precisamente las credenciales de la España
democrática y de la libertad.
De manera que sería un país sin
memoria, de estúpidos sicópatas homenajear, sentar en el Parlamento y dar
pensión vitalicia a turbios personajes como Ignacio Gallego, Pasionaria o
Carrillo y procesar y encarcelar a Martín Villa. Mire Servini de Cubría, Chuchi,
váyase con viento fresco. Esto es una democracia, no su tierra peronista.
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