Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

viernes, 14 de noviembre de 2014

La Opinión Independiente de Javier Pipó


LA CHUCHI



No me gusta nada María Romilda Servini de Cubría. Desconozco como una anciana de 77 años continua siendo jueza federal, con inmenso mando en plaza. Es verdad que se trata de la pobre Argentina que lleva casi setenta años en manos del más rancio populismo, que ha dejado perlas como Carlos Saúl Menem, López Rega, el Brujo, o la mafiosa sociedad limitada encabezada por el matrimonio Kirchner y su entorno corrupto y autoritario. Y ella pertenece a una de las ramas del peronismo pretendidamente progresista que no pasa de eso, de peronismo. Y ello quiere decir, populismo, corrupción, autoritarismo y pobreza. De manera que la rica y otrora deslumbrante Argentina, le debe al peronismo la quiebra de su economía, el desprestigio internacional por la inseguridad jurídica y el incumplimiento de los compromisos o los durísimos años de represión y terror de los militares.

Y en esto que la señora Servini de Cubría, “La Chuchi”, aburrida en su hermoso país, harta de choriceros de la política, deslumbrada por los éxitos progresistas del juez-delincuente Garzón, viene a Europa a impartir “justicia universal”. Ahí es nada, porque en la vieja Europa que parió el concepto de justicia y de Estado, de derechos humanos y democracia, de progreso en igualdad y de libertad, se presta a la revisión justiciera de la Historia por parte de esta chuchi del foro. Y además es capaz de apoyarla y facilitarle su facineroso trabajo. Pues debería quedarse allí, terminando de investigar los crímenes de la Triple A o las desapariciones de la dictadura o las muertes inútiles de las Malvinas.


Miren, no puedo entender la existencia en el ámbito de la Unión Europea de jurisdicciones transnacionales, con 27 países que cumplen a rajatabla, de manera consolidada y a título de honor en una isla de civilización, los principios más exigentes de respeto a los derechos humanos, de todos, de los propios y de los que asaltan sus fronteras para gozar de libertad y bienestar. Y que poseen un sistema de revisión vertical en sucesivas instancias, acabado en tribunales supremos o constitucionales, servidos por jueces independientes e inamovibles. Para nada se necesita el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo y su Corte, que responde a las necesidades de 1953 cuando se creó, para nada a las de ahora. Ni por supuesto del Consejo de Europa, cuatro años anterior al Tribunal y que forma parte de una cara, inútil y evanescente burocracia. Y claro, abofetea el Título I de la CE y su catálogo de derechos y libertades, el más completo del mundo democrático occidental y rebaja a la nada al TC y su sistema de recursos, como el de amparo. Ahí está el resonante triunfo de los etarras acabando con la “doctrina Parot” y humillando al Estado español. Naturalmente que tampoco admito por incomprensible ese camelo de la “jurisdicción universal” cuando hasta las Naciones Unidas demuestran cada día su fracaso y el Derecho Internacional Público no pasa de éxitos de laboratorio y academia.

Un Tribunal Penal Internacional debe tener un carácter no permanente, restrictivo y muy limitado a hechos que claramente se encuentran inmersos en delitos como el genocidio. Por eso resulta chusco y humillante que venga una anciana jueza peronista a echar las cuentas rencorosas e imposibles a personajes que trabajaron por el cambio, la concordia y la nueva España que de manera decisiva quedó plasmada en la Constitución de 1978. Políticos moderados y sensatos como Martín Villa o Licinio de la Fuente o Barrera de Irimo y otros muchos, dignos, patriotas y honrados, que ayudaron al Pacto constitucional, a una transición en paz y que se encuentran amparados por la Ley de Amnistía de 1977. Ley que ampara también a comunistas y otros elementos cuyo pasado no avala precisamente las credenciales de la España democrática y de la libertad.


De manera que sería un país sin memoria, de estúpidos sicópatas homenajear, sentar en el Parlamento y dar pensión vitalicia a turbios personajes como Ignacio Gallego, Pasionaria o Carrillo y procesar y encarcelar a Martín Villa. Mire Servini de Cubría, Chuchi, váyase con viento fresco. Esto es una democracia, no su tierra peronista.

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