EL RETRODECRETO o HABLANDO SE
ENTIENDE LA GENTE
Javier Pipó Jaldo
Este es comentario para no
escribir, por su aspereza y penosidad, pero seguramente brota como obligación
cívica y democrática. Es servidumbre de un sistema o modo de vida superior, en
que consiste la democracia. El mejor sistema de los conocidos y el más
civilizado, único para convivir y avanzar, para que pueda germinar y
desarrollar su potencial la dignidad del ser humano en sociedad.
Pero unos desapresinvos, han
violado en cuarenta y ocho horas dramáticas, las reglas de juego de un sistema
imprescindible para poder homologarnos a los mejores de la historia social
europea.
Muchos ingenuos demócratas
quisimos ampliar cierto margen de confianza por si el transcurso de estos años
en contacto con la Europa de la Ilustración les infundía respeto hacia el
ordenamiento jurídico y la Constitución. Pero no, la desprecian, pretenden
rebasarla. Están enfermos de resentimiento ciego e histórico que seguro no le
transmitieron sus mayores, sino que quizá adquirieron en un sistema educativo
escaso y viciado de sectarismo e ideología totalitaria.
Son ambiciosos, alejados de la
ética y la moral social. No permiten autonomía de la persona, en el
protagonismo de su vida, como ser individual, como persona humana. Prefieren lo
colectivo, que se mueve dirigido por mensajes cortos, lineales, pasionales,
irracionales, casi siempre ahistóricos. Pero que pueden manipular desde la
vanguardia donde siempre aparecen situados y aprovechando para sí y los suyos
privilegios que jamás alcanzará la masa que les sigue.
Creía que pasó el tiempo de hacer
prevalecer los valores del orden y la religión sobre la democracia y la
libertad porque a la postre, estos últimos sustentan los primeros. Pero aquí no
prevalece ninguno de ellos porque los valores que por naturaleza deben ser
permanentes para permitir el desarrollo social, hace tiempo desaparecieron.
Solo perdura el relativismo, el utilitarismo y quizá el nihilismo.
Pero es lo que hay y si ayer
ponía de manifiesto en EL DECRETILLO algunas magnitudes preocupantes de una
Andalucía empobrecida y en retroceso de lo avanzado, hoy tras el retrodecreto
me reafirmo en el pronóstico más negativo e indeseable.
De manera que el primer Decreto
justifica en su preámbulo quitar las competencias “a fin de asegurar la máxima
eficacia de la acción administrativa” y veinticuatro horas después argumenta
con todo descaro y con idénticas palabras el volver a reponerlas.
No cabe mayor desprecio a la
inteligencia andaluza que cuenta con ciudadanos preparados, gente sensata y
educada, así como brillantes juristas e intelectuales o funcionarios que
quemaron años preparando duras pruebas para entrar al servicio de un Estado
regido por el imperio de la ley y no al servicio de asaltacaminos, capaces de
utilizar las instituciones para el saqueo sistemático de sus estructuras.
Susana Diaz se destapó con
torpeza y premura. Ha demostrado falta de temple y sentido común. El puesto le
viene grande para sus escasas dimensiones, es mucho arroz para poco pollo.
Ella creía que gobernar es lanzar
eslóganes vacíos, poner cara de niña buena y voluntariosa, sin necesidad de una
experiencia previa y mayores y mejores conocimientos de historia, filosofía,
economía o derecho, tal como nuestros clásicos recomendaban al Príncipe. Es la
prueba de una Nación capaz de ponerse en manos de insolventes generados por la
maquinaria de partidos que solo buscan la descalificación del contrario y el
provecho propio. Salimos del zapaterismo y ahora nos azotan sus herederos
aventajados.
Si un Consejero del Gobierno,
comunista o no, comete ilegalidad, tras los asesoramientos jurídicos
pertinentes se le cesa y se repone el orden jurídico perturbado y de resultar
necesario se imputan las responsabilidades administrativas o penales que
procedan. Ya me dirán la necesidad de modificar el orden competencial
establecido.
Y si se entiende que resulta
peligroso entregar determinadas responsabilidades a socios de Gobierno, se
rompe la coalición y se gobierna en minoría o se convocan elecciones.
Coaligarse con socios comunistas es un riesgo seguro – ya veremos Extremadura –
cuyas consecuencias a veces carecen de retorno.
Pero sentenciar en una noche o
dos, entre políticos insolventes, si una decisión de gobierno vulnera o no el
ordenamiento jurídico es un atropello y una burla. Ellos, en plan retador
resuelven lo que a la justicia corresponde, en una visión totalizadora y
peligrosa del poder. Máxime cuando en el intermedio se han producido dos normas
con consecuencias jurídicas.
Los Decretos a mi juicio son ilegales
y con base suficiente para su impugnación en la jurisdicción contencioso
administrativa, al vulnerar la teoría de los vicios absolutos o radicales y más
en concreto el vicio definido por García de Enterría como “desviación de
poder”. Pero su anulación carecería de consecuencias prácticas y nada
enmendaría la humillación total sufrida por la Presidenta de la Junta y
representante ordinaria del Estado en la Comunidad. A lo largo del día de hoy,
los comunistas exultantes por el triunfo, dan gritos a la revolución y la
república.
Creo que este cambio de opinión
radical, vergonzoso e ilegal, algún día nos enteraremos, pudiera relacionarse
con amenazas explícitas o implícitas de sacar a la luz cuestiones aún más
sorprendentes de las que circulan – es un decir - por los mentideros
judiciales.
La ya insignificante Susana, con
su extrema torpeza, se ha burlado de los ciudadanos de Andalucía y en
consecuencia debe abandonar inmediatamente el cargo, aprender un oficio y
empezar a trabajar en vez de vivir del trabajo de los demás. Mientras, en
Andalucía, el Estado de Derecho, se encuentra agredido y agónico.
Que de unas elecciones limpias y
democráticas salgan nuevos gobernantes, por si esta vez el pueblo andaluz
considera que no siempre hablando se entiende la gente.
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