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jueves, 3 de abril de 2014

Javier Pipó en el "Diario Córdoba"

Publicado en "Diario Córdoba" el día 5 de Abril 2014

LOS CUATRO VALORES
Javier Pipó Jaldo

Estará viva por mucho tiempo la imagen del duelo popular por la muerte de Suárez. Es la muerte de un hombre corriente, humilde que practicaba la ética del deber frente a la concepción utilitaria del placer, para quien existían acciones morales en sí mismas. Hombre ajeno a los oropeles del poder pero imbuido por la responsabilidad de liderar el más importante salto en la historia de su país.

A mí me interesa la ambición patriótica y el impulso revolucionario de Suárez, desde la muerte de Franco a la elección de Calvo Sotelo. Bastante menos su decisión declinante al embarcarse en la misión imposible del CDS, estando políticamente acabado desde que UCD, su anterior y también imposible creación, se disolvió. Y poco, el episodio chusco y oscuro del asalto al Congreso, con la soberanía agazapada tras los escaños y tres hombres intrépidos acostumbrados solo al billete de ida.

Era consciente de su compromiso con la nación española, con fecha de caducidad. De las resistencias infinitas, de los ataques sin piedad a su obra y persona. Sufría con entereza zancadillas y traiciones de los depredadores de la política, propios y ajenos, algunos aún encumbrados, incluso llorando desvergonzadamente su muerte o aprovechando la publicidad que permite la trágica noticia.

Me interesa la etapa que conocí muy cerca, la grandiosa, que hizo de Suárez el más importante estadista desde la Restauración. El periodo de gestación constitucional con horizontes que trascenderían nuestra ilusionada generación. Me interesa su amor ilimitado a la libertad como bien escaso, poco duradero, delicado de mantener pero maravilloso de cultivar; la democracia como forma de vida, como espacio para la dignidad; de la igualdad como presupuesto y base para la justicia. Del pluralismo político como fundamento del sistema.

Y esos valores y principios supo plasmarlos en la Ley para la Reforma Política de enero de 1977, que comenzaba alabando la democracia, continuaba con el anuncio de un Parlamento pluralista y abría el proceso constituyente.

Y no es casual que tan hermosa declaración figure solemnemente en el frontispicio del Texto Constitucional de 1978, declarando como "valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político". Pretendiendo significar la ruptura con el pasado mediante un claro mandato de permitir variadas tendencias e ideologías incluso opuestas, pero no una evolución, por muy legal que se pretendiese, hacia un régimen en el que no se respetasen tales valores. Y desde luego, quizá por su naturaleza similar, la indivisibilidad de la nación española figurada en el siguiente artículo 2º, al contener la expresión "España se constituye" una concepción unitaria, sin posibilidad del llamado derecho de autodeterminación de parte alguna del territorio nacional.

Valores esenciales de naturaleza supraconstitucional, que hunden sus raíces en el pensamiento humanista clásico y en el iusnaturalismo cristiano. Por eso, juristas de formación humanista pusieron todo su empeño en que los cuatro proyectaran luz interpretativa a todo el texto. Si para Bernstein no existe una idea liberal que no pertenezca también al contenido ideal del socialismo; si Europa es humanismo liberal con base geográfica o como decía Hegel una dialéctica entre la razón y la libertad, hoy es socialdemócrata como antes era cristiana. Y en Suárez se produce la síntesis casi perfecta entre liberalismo y socialismo. Alguien estudiará el pensamiento europeo de Suárez, ajeno por supuesto a la tercera vía criticada por Bobbio.

Y se habrá de estudiar si se corresponden estos valores y principios con la transformación operada por el socialismo en el Congreso de Bad Godesberg, renunciando a la inspiración marxista; enraizando el socialismo democrático con la ética cristiana, el humanismo y la filosofía clásica; en la identificación con la democracia, sometiendo todo el poder al control político; en la exigencia de un nuevo orden económico y social, conforme con los valores fundamentales de "la libertad, la justicia, la solidaridad y la mutua obligación derivada de la común solidaridad". En definitiva, en la compatibilidad con el mercado y la propiedad privada, en el ideal de una sociedad liberal igualitaria.

Y se verá la línea de continuidad entre Suárez y otro estadista como González, que en 1979 abandona el marxismo, al que mantiene solo como método de análisis, aunque sea 20 años después que el SPD alemán.

Hoy, España se debate entre la crisis y la corrupción, entre la pequeñez de sus líderes y la permanencia como nación. Es la muerte de Suárez y la Constitución de 1978.

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