LA MECHA
Javier
Pipó Jaldo
Pues que quieren que les diga, a
mí la sesión del Congreso de los Diputados para rechazar la propuesta del
Parlamento catalán, me pareció una fase más del buenismo institucional de la
democracia española, que se debate respirando con dificultad en los declinantes
aires europeos.
Europa asiste atónita al
espectáculo sabiendo que nada tiene que decir y en su caso hacer. Ya tuvo
experiencias anteriores o las comienza a experimentar en Cataluña, como antes en
Checoslovaquia o con la desintegración de Yugoslavia, inevitablemente resuelta
a medias tras la intervención de los norteamericanos, la fragmentación de
Bélgica o lo que viene en el Reino Unido o en Italia o Francia. No hay
respuesta. Una vergüenza para la culta y refinada Europa que pone de manifiesto
como la grasa de la opulencia se deposita no solo en las zonas menos nobles de
su anatomía.
De manera que con toda la
parafernalia de las grandes solemnidades, se presentan tres mindundi, uno de
ellos con dificultad para hablar en español, que dicen venir en nombre del
Parlamento y pueblo catalán, aunque no pasaron de pobres mandados, de
correveidiles del “señor de los anillos” de la fantasía épica que se vive en
Cataluña.
Y claro, les dieron hasta en los
higadillos de su insolente, vacío y reaccionario nacionalismo. Desde luego,
para ese viaje bufo no se necesitaba las alforjas de un estadista tan preclaro
e insignificante como Mas.
Rajoy hizo un discurso
espléndido, como solo un brillante paralamentario puede hacer, sin cargar las
tintas en exceso con aquellos correos del zar independentista, aunque hablando
para el exterior, para que se le entendiera. Es verdad que con Rajoy resulta
difícil saber si va delante o detrás de la Constitución, aunque la resignación
nacional solo espera que la respete y la defienda. Para eso contaba en ocasión
única con el más que elocuente, fluido y estupendo apoyo de Rubalcaba que con
contundencia fijó al fin la posición de su grupo. También es cierto que si
Rubal miente incluso cuando calla, siempre confiamos en que sus trolas y
embustes sean de Estado. Es el consuelo que nos queda. Rubal se la juega en la
compleja papeleta de acordar con los suyos que tipo de federalismo pretende
porque el muestrario es tan amplio como el de un viajante de Tarrasa. En
cualquier caso, dejó caer una frase, que en personaje ciertamente siniestro,
produce desazón: “pretendemos una reforma constitucional sin proceso
constituyente”. No se lo que quiso decir y por eso me preocupa.
En cuanto a los enviados, pues
poco añadir a lo sabido. El chico de CIU, políticamente correcto en la
ortodoxia independentista. Que si el Estatuto lo decapitaron en instancias del
Estado; que si la declaración del Parlamento es legal, “incluso lo dice en TC”;
que si hay cinco vías posibles que se reducen a una: el artículo 150 de la CE.
En definitiva, se reafirman y no se resignan. Ahí quedó un glorioso rollo
macabeo e inútil.
La chica de ERC, estupenda.
Informal ella porque es de izquierdas y eso marca, pero sabiendo el terreno que
pisa. De hecho bajó las escalera del hemiciclo en plan “mira quien baila”
saludando a todo movimiento detectado, incluso al inconmovible Rajoy que, eso
sí, caballeroso como pocos, se levantó educadísimo a saludar a la nueva
estadista del ruedo nacional. En su media lengua verificadora de los estragos
de la inmersión lingüística, hizo sañuda crítica del Gobierno pero aludiendo al
Estado, que si mucho AVE pero poca solución para las hipotecas, que si la electricidad
es muy cara. Y en fin, muy poco entendible su discurso difuso y confuso. Puede
que talibánjunqueras la ponga de retiro emocional. En resumen, desconozco lo
que dijo porque no lo entendí, ni tampoco lo que quiso decir, porque no lo
expresó.
Y el comunista, pues un
espectáculo circense. Se presenta en plan descamisado, seguramente sin asear,
dando un mitin demagógico, mitad bolivariano mitad castrista, insultante,
altanero, retador, despreciativo y repugnante. Pero allí permanecieron
impasibles los representantes de una democracia imperfecta, pero constitucional
y representativa, escuchando la invectiva de un estalinista que jamás
permitiría que los allí sentados pudieran criticarlo en su asamblea popular.
Pues nada, se permitió dogmatizar sobre la democracia, llegó incluso a decir
que es una actitud ante la vida – hay que tener morro – hizo guiños a Rubal y
mezcló el Estado del Bienestar con el derecho a decidir. Ahí queda eso.
En definitiva, la mecha está a
punto para ser encendida. Lo menos malo que puede suceder es que la reforma del
Estado quede reducida a un nuevo sistema de financiación, a nuestra costa. Que
sigamos financiando el derecho a decidir por unos años más, hasta el siguiente
empuje, sin saber cuando será y si es el definitivo.
Y a esperar a los vascos, aunque
con estos la mecha es más peligrosa porque la traerán encendida.
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