Tribuna abierta de opinión

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viernes, 15 de noviembre de 2013

La Opinión de Javier Pipó

LA AZOTEA


PUBLICADO EN LA PÁGINA 6 DE OPINIÓN DEL DIARIO CÓRDOBA, EL DÍA 15 DE NOVIEMBRE DE 2013 
 




LA CUESTIÓN NACIONALISTA


Sin duda, el prolífico politólogo Daniel J. Elazar es el mejor teórico de la estructura federal del Estado. Su acercamiento a la finalidad del federalismo no puede ser más exacta: conjugar autogobierno y gobierno compartido. Es decir, que si el federalismo es la descentralización de los poderes del Estado, los distintos entes federados gozarán de autogobierno para unos fines y de gobierno compartido para otros. Pero conservando la unidad y la diversidad del conjunto y defendiendo que el interés central del mejor federalismo, es la libertad. 

El nacionalismo, en palabras de Lord Acton, no aspira ni a la libertad ni a la prosperidad, sino que, si le es necesario, no duda en sacrificar ambas al imperativo de la construcción nacional. Pero ocurre que la construcción nacional es difícil, lenta, a veces dolorosa para pueblos y generaciones, aunque históricamente apasionante. La guerra civil norteamericana, entre otras, tuvo causa en que el Norte evitó la autodeterminación del Sur. Si estos hubiesen retenido sus derechos de autodeterminación, USA no hubiese tenido grandeza alguna. No obstante, aquí en Europa, W. Wilson y sus Catorce Puntos, los Tratados de Versalles y otras fuerzas desintegradoras, fomentaron el desorden de los nacionalismos.

Y así seguimos, en continua cesión de soberanía al supranacionalismo, en pretensiones desmesuradas, exigiendo y consiguiendo sucesivos procesos descentralizadores que ponen en solfa el estado-nación, desdibujado en formas multinacionales, poliétnicas y postnacionales. Y en España, resulta acertado el juicio de Blanco Valdés, cuando dice que los nacionalismos interiores es la cualidad diferencial, de lo que denomina el federalismo español, respecto a los demás. 

¿Y acaso vivimos inconscientemente en Estado federal? Imposible esbozar, en reflexión de esta naturaleza, la singularidad española con tantas diferencias como similitudes con el federalismo. Pero sí subrayar la imperiosa necesidad de modificar, hasta que parezca lo que parecía querer ser, la Constitución de 1978. Los voluntariosos constituyentes quisieron hacer historia, pero dejaron un texto difuso y confuso, abierto, sin diseño, discutible y por tanto discutido, donde todo fuera posible, incluso su falta de vigencia como ahora, en parte del territorio nacional. Se vivía la presión insoportable del País Vasco y Cataluña en el comienzo de sus procesos secesionistas, hoy en plena ebullición. Todo quedó en manos del TC y en revisionismo constante que lleva a una descentralización desordenada, ilimitada, en centrifugación del Estado aparentemente imparable. 

Así transitamos infatigables desde el Estado regional al federal o cuasi federal. Partimos de un modelo asimétrico y heterogéneo, donde el Senado no cumple el mandato constitucional de ser Cámara de representación territorial, seguramente por el deseo de muchos, de bilateralidad con el Estado. O no se descentraliza el poder judicial, o las comunidades gozan de amplísima capacidad de autoorganización, pero no participan directamente en la elaboración de las decisiones del Estado. Creyeron, pues, elaborar una estructura estatal definitiva y ahora, inconclusa y a punto de desmoronarse, se plantea una contraofensiva simplista: "Paz por territorios". 

Hay que afrontar decididamente la modificación constitucional, lúcidamente, sin sectarismos ideológicos, sin fantasías, porque el federalismo resulta compatible con la Monarquía y la República. Sin pretensiones de permanencia ilimitada porque lograr un modelo que perdure al menos dos generaciones, sin debates estériles ni puesta en cuestión permanente, será un éxito histórico. Después se irá adaptando a un mundo cambiante e inestable. USA, modelo depurado de federalismo, ha cambiando su Constitución 27 veces desde 1791. 

Pero no existe un federalismo como modelo, sino que presenta muchos rostros y variaciones, como bien reseña el profesor Blanco Valdés. Quizá el alemán sería el más deseable. Debe insistirse, no obstante, que el sistema de financiación condicionará siempre el ejercicio del poder del Estado y el de los entes federados y locales, midiendo el grado de descentralización y evitando la desigualdad de los ciudadanos. Resulta significativo que la conflictiva financiación se ubique en el Título VIII de la Constitución y no en el VII. Economía, presupuestación y financiación son esenciales, máxime en un Estado ruinoso con casi seis millones de parados, altísimos niveles de deuda y previsibles dificultades de financiación. El modelo de Estado, medio diseñado en la CE, está inmerso en crisis de solvencia irreversible de raíz estructural. Es un Estado inviable. El objeto del federalismo es la consecución de unidad con diversidad. Eso no es idealismo sino realidad inevitable.

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