Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

viernes, 15 de mayo de 2020

LA OPINIÓN DE JAVIER PIPÓ


LA AZOTEA

HACIA LA NUEVA ANORMALIDAD

15 de Mayo 2020



Nietzsche llamaba “voluntad de poder” al deseo de hombres y grupos por aumentar su poder y autoridad sobre los demás, aunque las normas estén en su contra. Es como profetizar el sanchismo y su pasillo estrecho de libertad. Se instaló en el Poder y el muy perillán está rompiendo el equilibrio novedoso en la Historia, poco duradero en el tiempo, delicado y frágil, que debe existir entre el Estado y la sociedad para hacer posible el florecimiento y la pervivencia de la libertad; como nos vuelven a señalar y advertir Acemoglu y Robinson.  

Pues incluso tiene estupefactos a muchos de sus votantes, socialistas demócratas que observan la deriva autoritaria, odiosa y reaccionaria de un socialismo degenerado en sanchismo puro y duro. A los muchos socialdemócratas españoles defrauda tanta falsedad y un comportamiento tan audaz como peligroso, tan descorazonador como zaíno. Sabemos que no llegó para gobernar, sino para ocupar el poder que diera brillo a su egolatría sin fin, a su cinismo enfermizo o quizá sicopático, a su afán de figurón de pasarela de mercadillo. Y mucho menos su zarrapastroso socio de aventura que ni sabe, ni quiere gestionar nada, ni se atrevería intentar gobernar un Estado burgués repleto de explotadores. El, con sus mareas, vino a la conquista por asalto de esta democracia caduca instalada hace cuarenta y dos años, para sustituirla por una democracia popular de la gente, de todas y todos, que conduzca a una sociedad distinta, en un sistema diferente y con un hombre nuevo.

Y en eso están los dos, cada uno a lo suyo, mirándose de reojo, esperando el descuido mortal del otro para morder su yugular definitiva. Hasta ahora las tarascadas victoriosas corresponden al comunismo marxista leninista, de indiscutible fortaleza amoral y cuando precise, violenta o exterminadora. Eso sí, como siempre, rodeados de tontos útiles, ilimitados en su número, serviles en sus proyectos y sabedores que, en gran mayoría, jamás habrían alcanzado tan altos niveles de incompetencia con tan jugosas como inmerecidas remuneraciones impropias de pobres diablos trincones y funcionalmente analfabetos.

Pero en la pandilla también tienen cabida otros oportunistas históricos, en desafío permanente al Estado, al que expulsaron hace tiempo de sus territorios junto a la odiada e inservible Constitución que lo vertebraba. Y no se cortan exigiendo sabrosos privilegios, incluso para asesinos convictos, y recursos para financiar la continuación de sus respectivos golpes, o transferencias que terminen de borrar el Estado residual. Como la ocurrencia vasca de exigir la gestión de las Entidades Gestoras de la SS; exigencia con altibajos desde la década de los ochenta. Ahora seguramente con impunidad y felonía, atravesaran la última malla estatal de convergencia territorial. De manera que unos y otros son conocedores de la extrema debilidad del Estado y nadie mejor que esa parte de la burguesía ilustrada, inoculada con el virus suicida de la idiocia, que los jalean y financian generosamente. Por eso les facilitan poderosísimos medios de comunicación y desde el propio Gobierno de España y vergüenza de Europa, se insinúa controlar las redes sociales o monotorizar la disidencia. Es la nueva transición progresista hacia el autoritarismo.

Y esa debilidad se acrecienta con la ruina económica que se presiente en el horizonte cercano tras el arrasamiento de vidas y patrimonios derivada de la pandemia, de consecuencias aún desconocidas, pero con el temor de que las perturbaciones puedan, incluso, poner en riesgo el sistema mismo. Saben que el Estado, sin la difícil y desde luego onerosa ayuda europea, entraría en quiebra y en consecuencia se trata de momento seguramente irrepetible. Una sociedad con la economía hundida es sociedad acobardada y sin libertad; es el miedo a la pobreza; es la conversión en sociedad dependiente de un Estado Leviatan que ya no defiende los derechos sino que es el que los amenaza. De manera que de una sociedad que cuestiona el poder del Estado y lo vigila, transitamos hacia una nueva anormalidad en la historia frágil de la democracia en la que el Leviatan vigila a la sociedad y le estrecha el pasillo de su libertad.    




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