LA AZOTEA
REFLEXIONES DE UN CONFINADO
23 DE MARZO 2020
Mientras
subsistimos refugiados, aislados, confinados en el estado de alarma, me viene a
la memoria Hobbes, que ya es evocar. Y me viene al recuerdo porque vivimos
mayoritariamente acobardados por dos tipos de miedo, el bíblico y el político.
Y ninguno de los dos es novedoso en la Historia de la humanidad, como no eran en
la Inglaterra del siglo XVII.
El
bíblico, desde el Antiguo Testamento o la Torá, describiendo las diez plagas
sobre la tierra del Faraón, para la salvación del pueblo elegido. Aunque las
hubo en todas las épocas capaces de arrasamientos masivos de población
indefensa. De manera que, hasta bien reciente, con el ébola o el virus de la
inmunodeficiencia, la humanidad conoce atemorizada su vulnerabilidad. Y desde
luego la ciencia no siempre es capaz de adelantarse al poder destructor de esa
fuerza divina, natural, que castiga con severidad la incorregible soberbia
humana. Ciertamente, el azote universal del coronavirus se introduce en un
mundo altamente desarrollado, confiado en su gigantesco patrimonio de ciencia y
tecnología, capaz de un progreso imparable y acelerado, proporcionando confianza
ilimitada en una vida casi siempre posible y mejor, a cientos o miles de
millones de personas. Humanidad que, paralelamente, conoce el equilibrio del
terror en que se desarrollan sus vidas; inestabilidad susceptible de hacer
saltar la chispa destructora del contrario en guerras acabadas con millones de
muertos, como plagas visibles de terror y miseria. Esta plaga que parece
bíblica es vírica, invisible y global; global como la economía, las relaciones,
el conocimiento y la vida que se empeña en destruir. Y el miedo se masca, no
solo por los miles de muertos que se cobrará, sino porque se sabe o se teme, puede
herir la globalización, resurgir el nacionalismo, hundir el progreso y hacer
retroceder la economía en crisis financiera sin precedentes.
Pero
ya digo, con Hobbes, “el hombre es un animal esencialmente egoísta, y la
fórmula primera y fundamental del egoísmo es la supervivencia” Y así, en el
egoísmo de la supervivencia, viviremos el miedo bíblico, pero también el
político. Porque soportar un Estado dirigido por el sanchismocomunismo declarando
y prorrogando la necesaria Alarma, nos hace sentir miedo político a perder la
libertad. Pero ya ven, Iglesias, el comunista bolivariano victorioso ya de este
trance, no quiere la libertad. No solo no le gusta sino que la libertad es
antídoto para el virus que exala su doctrina de odio, revancha y división; el
Estado son los ojos que vigilan y las cadenas que atan, decía Hobbes. Entonces
¿para qué la libertad? dice Iglesias. Su concepción de Estado no la hace necesaria,
no la necesita. Es más, la sociedad debe estar dirigida para que el Estado,
complejo organizado como Gobierno, sea árbitro de todos los litigios, prestador
de todos los servicios, inspirador de la educación, la familia, las costumbres,
el pensamiento y la opinión. Iglesias sabe ahora, de la debilidad suprema del
Estado, armado por una Constitución modélica y un ordenamiento jurídico tan
denso como envidiable, pero dirigido por un Gobierno felón que ni tan siquiera
es capaz de soportar la soberanía como base de la propia existencia de aquél. El
Gobierno de España, lo preside un mentiroso charlatán de tres al cuarto, pero
lo dirige Iglesias, y su pensamiento se orienta hacia la creación del Leviatán,
ese monstruo nunca satisfecho que devora a quien se le opone; donde la lealtad
política no admite división; donde todo lo que vaya contra el poder político es
ilícito.
En
el retorcido pensamiento de este profesor interino de la escuela de mandos del
PC en la Complutense, sobrevalorado por los abrumadores medios de comunicación
progres al servicio de la causa, se le identifican dos momentos mentales que
quiere hacer coincidir con los temporales. La posesión absoluta del poder,
de connotaciones metafísicas, de ecos hobbesianos, indicando que no tiene
superior en su orden. Y en eso está y desde la sombra trabaja buscando la
desaparición de la Corona, en ejercicio provisional de la Jefatura del Estado y
se permite aparecer en pleno estado de alarma, dando un mitin infecto señalando
la relación entre coronavirus y lucha de clases y asegurando su trabajo
continuo por el cambio de sistema. Y el segundo momento vendrá después porque
se corresponde con el ejercicio absoluto del poder y ello posee
connotaciones ya más políticas y administrativas. Es el cambio de régimen, de Constitución,
de sistema, el advenimiento de la república.
Pues
ojo porque a estos raptores de la democracia empieza a estorbarles la libertad
de opinión a través de medios de comunicación independientes; empieza a molestarles
tanta burla en las redes sociales; no les gusta una oposición política
contraria a su deriva, o un Parlamento que represente al pueblo español, donde
reside la soberanía nacional ¿de qué Nación?; se abruman ante tanto grupo
social descontrolado capaces de la crítica expandida por el boca a boca. Así,
saben, les resulta imposible alcanzar los fines de cambio de sistema, aunque
esta debilidad extrema causada por la plaga vírica es momento para, una vez
superada, hacer descansar la regeneración en la conducción por una élite de
iluminados hacia una sociedad mejor. Para entonces, Carmen e Irene y sus chicas
del 8M, ya habrán recuperado la salud para incorporarse a la continuación de la
causa, tras el atracón masivo de nazifeminismo y dogmatismo de mercadillo y
también de virus.
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