Tribuna abierta de opinión

Instituciones,Democracia y Libertad

martes, 17 de marzo de 2020

La Opinión de Javier Pipó


La Opinión de Javier Pipó


LAS PLAGAS VÍRICAS

17 de marzo 2020


El día ocho de Enero me interrogaba en esta misma columna del Blog, si aquel artículo sería mi última Azotea. Es verdad que durante estas nueve semanas del maldito 2020 he agradecido mucha presión de lectores generosos que pedían con insistencia volviera a la Azotea de la Opinión nacional. Es más, escuché invitaciones tentadoras para divulgar mediante prensa nacional estas simples reflexiones de un ciudadano observador de la realidad nacional desde hace muchos años pero que, en el retiro del otoño, es sabedor de tener más pasado que futuro. Como también, considerarme siempre defensor decidido de mi libertad para opinar, sin más lealtad que al Estado que serví durante 41 años, dentro del que pude presenciar y conocer, en el silencio de la profesionalidad, la podredumbre infinita de las calderas del poder.

Y claro, resulta muy difícil asistir mudo a la decadencia de un sistema que aún con múltiples pecados atentatorios a la ética y la moral públicas, ha resultado el más eficaz en la creación de riqueza; el más decidido promotor y defensor de libertad; el único protector de la democracia real y representativa; el más imitado impulso de progreso e igualdad ante la ley. Pero 2020 está resultando para la Nación española tan negro como regresivo en el caminar hacia el abismo de lo desconocido.

La Historia de España, como la de Europa, es rica en grandezas ejemplares y en miserias para olvidar. Pero parecía que el destino consolidaba un sistema que en su día pudo mostrarse al mundo como modelo de concordia y entendimiento entre diferentes. Era la Transición, con más luces que sombras; era la Constitución de 1978, con los mejores y más avanzados principios y valores de las democracias occidentales; a cinco años de la Constitución de 1876, la más longeva del constitucionalismo español. Pero a todo ello parece como si una fuerza maléfica y regresiva quisiera ponerle fin.
Primero fue el zapaterismo nefasto, de cinismo infinito, de vaciamiento decidido de lo mejor del pasado; de exhumación de rencores, divisiones, diferencias y odios; de regreso a la pobreza y el malestar social. Desde La Azotea azotamos sus gigantescas mamarrachadas de Estado, su deriva hacia el extremismo insensato; su estúpida apertura hacia el comunismo totalitario que asomaba sus garras sucias, negras y liberticidas. Etapa pues, transcurrida con más pena que gloria, para dar paso a la era Rajoy que, rodeado de afamados contables y cajeros de postín, creyó que esta Nación aceptaría como doctrina regeneracionista la reparación de las profundas heridas económicas dejadas por el nefasto zapaterismo. Y sí, las parcheó ejemplarmente, pero a costa de ablandar el sistema hasta transformarlo en bizcocho apetecible a las fuerzas más regresivas, desde años, abriéndose paso en la periferia del sistema.

Y así, frente a la debilidad del Estado/Rajoy crece una amalgama de moderno totalitarismo, mezcla explosiva e imposible de nacionalismo corrupto y trincón que lo mismo bebe del intragable Cupo, que se chulea con el 3% de la impunidad descarada; restos de una socialdemocracia brillante, pero en depresión suicida, con un sanchismo sin ideología y sin más impulso político que el poder; o de un comunismo zaparrastroso y de negra y criminal historia, con los bilduetarras victoriosos de una guerra sucia y desigual, ahora en tregua y recompensada con presencia en las propias instituciones democráticas.  

Pero las garras de ese monstruo ya están dentro del sistema, muy dentro. Y lo gobiernan en la Coalición más vergonzosa y descarada de las democracias occidentales. No existe modelo similar ni ha existido desde la finalización de la II GM. Y lo zarandean y nos zarandea y no tenemos posibilidad de defensa porque una inmensa ola de insensatez colectiva apoya sus movimientos siniestros hacia una sociedad colectivizada, obediente y dirigida por una élite de iluminados, sin más principios que la mentira, el eslogan y la propaganda. Es un virus demoledor ya infiltrado e influyente en la educación, la cultura, los medios de comunicación o sectores de la intelectualidad, la Iglesia o las finanzas. Ya constituye una plaga imparable de incalculables consecuencias.

Y en esto, otra plaga demoledora y silenciosa, otro virus que mata con traición, recorre la Nación, dejando un rastro de destrucción económica e inquietud social, de forma que la Historia de la decaída Europa tendrá un antes y un después; Ya no se sostiene ni el espacio Schengen que no duró más que el sueño de los Padres fundadores de aquella. Seguramente será en beneficio del naciente nacionalismo y en contra de la globalización ¿será tiempo de la gaullista Europa de las Patrias? El peor momento para ser conducidos por las peores manos. Pero el sanchismocomunismo sabrá reconducir la crisis del coronavirus, en utilización como instrumento de su poder tan insaciable como indefinido.

Pero el virus político introduce no solo el afán de demoler la Constitución de 1978 sino la Corona sobre la que se sustenta y, aparece en infeliz coincidencia, la renuncia a una herencia cuando aun no se produjo el hecho sucesorio. Todo el sistema se tambalea cuando dos plagas bíblicas coinciden en tiempo y espacio sobre una población hace tiempo en riesgo. Pues ya veremos.


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