ARTÍCULO QUE SERÁ PUBLICADO EN EL
DIARIO ULTIMA HORA DE PALMA EL PRÓXIMO DÍA 21 DE SEPTIEMBRE
ANOMALÍA DEMOCRÁTICA
Julián Delgado. Escritor
Hemos
visto cómo se acusaba al presidente del Gobierno, con certeza contrastable, de
haber plagiado su tesis doctoral, y cómo se negó a dar la cara, limitándose a
utilizar informes engañosos para desmentir la evidencia. Ocurrió así, después
de que fuera él quien situara el listón
de la calidad moral a una altura que no estaba dispuesto a aceptar para sí
mismo. Ahora es M. Cruz, el presidente del Senado, quien, utilizando las mismas
artimañas, está dispuesto a sustraerse al libro de estilo impuesto e incumplido
por aquél. Unos días más tarde se produce el mismo reproche moral a Bienvenido
Mena, un cargo del PP de Castilla y León y, al día siguiente, se ve obligado a
dimitir.
El
himno nacional que atronó en la Diada catalana supuso la irrupción de la
policía en el hotel desde donde se emitía, la identificación de los autores, su
imputación policial por desórdenes públicos, el registro de su vehículo y la
persecución de los mozos a lo largo de la jornada. Esa misma tarde se produjo
un intento de asalto violento al Parlament, la quema de banderas españolas y de
retratos del Rey: no hubo ni siquiera un detenido o identificado.
Nos
tenemos que preguntar si ciertas conductas solo son reprobables moral o penalmente
cuando las realiza un cargo o persona de derechas y resultan irrelevantes si
afectan a alguien separatista o de izquierdas.
Lo primero que procuró la
izquierda al llegar al poder fue el control de la TV; y es sabido que ha
acabado feudalizándola de forma partidista. Después, patrimonializó las
instituciones para convertirlas en órganos de propaganda, basta observar el uso
que se hace del Consejo de Ministros o del CIS. Ha impuesto una asfixiante ideología
progresista, un pensamiento
igualitarista y un marco mental en el que se despoja a la derecha de
legitimación moral, arrinconándola en la involución, en lo rancio, en la marginación
política, mientras la izquierda se sube al pódium de la superioridad ética y se
erige en paladín de la defensa de los débiles y del diálogo con los distintos.
Este
tratamiento maniqueo constituye una anomalía democrática. La democracia se basa
en el debate libre entre opciones diversas. Silenciar o demonizar al adversario
es totalitarismo.
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