LA AZOTEA
REFLEXIONES DE VERANO
7 de Septiembre 2019
Algunos
constitucionalistas, señalan tres momentos esenciales en la historia política
de Inglaterra: 1215, 1485 y 1832. Pero en mi opinión, resulta imposible
prescindir de la “gloriosa revolución” de 1688, iniciadora del régimen
parlamentario oligárquico; el del “consentimiento mutuo”. En cualquier caso,
el constitucionalismo inglés, de Constitución no escrita, resulta
verdaderamente apasionante y supone el pilar básico del sistema liberal de
sociedad libre y democrática occidental. A pesar del espectáculo del Brexit y
la degradación de sus Primeros Ministros desde T. Blair al histriónico B.
Johnson. El Parlamento inglés- la Corona y las Cámaras- “tiene el derecho de
hacer o no hacer una ley cualquiera, no reconociendo en ningún hombre ni en
cuerpo alguno el derecho de prescindir de las leyes hechas, o de eludirlas”. Responde
en sí y en su funcionamiento al principio de la soberanía del pueblo,
constituido en Nación-estado, self-government nacional. Sistema donde el
Gobierno se apoya en la voluntad nacional para conducir el Parlamento y, en
consecuencia, no responde ante este sino ante el pueblo. Sistema político envidiable
basado en el equilibrio entre la soberanía del Parlamento y el imperio supremo
del derecho, que seguro prevalecerá.
Sirva
este párrafo anterior, para poner de manifiesto que al modélico sistema
británico se le habrá de añadir 2020 como año fatídico de su historia política.
Se produzca o no el Brexit - desgraciadamente parece difícil evitarlo - está
produciendo una auténtica catástrofe en las Instituciones europeas y en su
opinión pública, económica, académica e intelectual. Quizá otra manifestación
del declive europeo y del bajo nivel de los líderes de las Instituciones y de
las Naciones integrantes de la Unión.
Ésta
representaba un sueño casi imposible no solo en el terreno de la utopía
política, que sacaba rendimiento de la mezcla histórica sobre una cultura
común, sino una enorme potencia industrial, agrícola y de servicios; un gigante
financiero; un modelo de organización social y económica; un sistema de
sociedades mesocráticas construidas sobre el bienestar de Estados sociales
capaces de combinar progreso continuo, sin pérdida de libertad. Estados también
seguros, con población educada en los más altos niveles colectivos, donde ha
prosperado la ciencia, la tecnología, la investigación, la cultura y, en
definitiva, han constituido el mejor y mayor oasis de civilización, con ciudadanos
libres y orgullosos de su pertenencia a un modelo único de democracia
parlamentaria y representativa, bajo el imperio de la ley.
Ciertamente
el modelo europeo se instaló en América del Norte, cual es el caso, aunque muy
diferente la génesis, de la Constitución USA de 1787, anterior incluso a la
Revolución francesa o de Canadá de 1867. Y salvo algún brote aquí o allá, la
flor de la libertad siempre fue escasa incluso en su duración.
Y
parece que el virus de la decadencia, cuando no de la destrucción se apodera de
Europa a los ochenta años de la mayor tragedia jamás vivida, a manos de un
sicópata que fue capaz de conducir al pueblo alemán, de alto nivel cultural
pero profundamente frustrado y humillado, al abismo de la destrucción y el
desprestigio. Y aquí vino USA a defender la libertad junto a otras potencias
democráticas y también la URSS, tremendo error de las democracias, pretendiendo
cambiar la atroz dictadura nazi por la inhumana y sangrienta del estalinismo
soviético.
Ahora
USA, que pasó los muy difíciles años de la integración racial – no completada y
territorialmente desigual- y la guerra de Vietnam, que dejó huellas dolorosas
de difícil reparación, está liderada por un modelo indeseable de zafiedad,
vulgaridad y estupidez, pero conectado con la américa rural y profunda que ve
en peligro su nivel de vida ante la caída de las exportaciones. Curiosa
coincidencia con GB. Es el riesgo de una “guerra fría comercial” con China, que
emerge como modelo de prosperidad sin libertad, en atroz dictadura. Y sobre
ello, la inmigración masiva que huye de la miseria de los regímenes autoritarios
de izquierdas o derechas que abundan en la América latina.
Pues
bien, USA soliviantada por su inacabada por imposible integración racial, la
inmigración descontrolada y un liderazgo teatral que pretende romper los
contrapesos constitucionales no quiere una UE en la prosperidad, promueve el
Brexit, moviliza a Soros e incita al exKGB Putin a que meta sus autoritarias
manos en los asuntos europeos. El paisaje europeo, otrora luz de Ilustración,
libertad y razón, desdibuja su pasado; renuncia a sus raíces de civilización
cristiana; entierra el concepto de soberanía vigente desde la creación
intelectual de Bodino; desconoce como impedir la invasión pacífica del Islán
que transformará la faz europea y se deja invadir por una inmigración africana
tan imparable como de consecuencias impredecibles. Y aquí o allí surge
nuevamente la frustración y en consecuencia las posturas autoritarias y puntos
de renacer facistoide. Pero resultará inatajable si a líderes tan inanes como
Macron solo le oponen el cordón sanitario.
Mientras,
en España el sanchismo terminará el verano mucho peor que lo empezó. Sin
iniciar la Legislatura; sin atreverse a presentar ante el resto de Europa un
Gobierno con comunistas zarrapastrosos e indeseables de manual, y, desviando la
atención con un rosario de medidas progresistas, la mayoría
irrealizables y las que son – obtenidas tras trabajosas jornadas con miembros
de la sociedad civil socialista- las suscribiría cualquier ciudadano con
sentido común. De manera que, de constituirse Gobierno progresista,
antes o después de las deseables elecciones, España habrá retrocedido no menos
de quince años en economía, bienestar y moral social. No menos de cuarenta y
cinco, en libertades individuales y colectivas. Es lo que tiene el progresismo
sanchistacomunista.
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